¿Por qué los sueños pueden llegar a ser absurdos?

Por Jorge Luis Chávez Valdés

 

¿Por qué alguien soñaría que una gigantesca estatua de Zeus cae del cielo o que está en casa de la abuela, a la vez que en un parque de diversiones, para después, en un instante, convertirse en el colegio de su infancia?

 

Si somos capaces de recordar los sueños, seguramente muchos nos parecerán estrafalarios. Están plagados de escenas bizarras y, en ocasiones, se les desestima por absurdos o se les piensa irrelevantes. Hay incluso teorías neurocientíficas que piensan que los sueños son elementos azarosos e inconexos que acompañan al procesamiento que hace la mente por las noches para aprender nueva información. Es decir, los sueños están relegados a ser “ruido”. Las personas más curiosas acerca de ellos parecen intuir que, encriptado en el sueño, hay un significado oculto, un mensaje. Piensan que, detrás de sus elementos quiméricos, hay un conocimiento de valor insospechado.

 

Ya sea que al sueño se le desestime o se le valore, habrá pocos que nieguen el impacto estético que algunos de ellos tienen. Parte de lo enigmático que resulta el sueño no deriva exclusivamente del interés por saber qué es y por qué soñamos, sino de entender cómo es que imágenes tan surreales pueden habitar nuestra mente y cómo es que se forman.

 

Sigmund Freud, al sentar las bases para la doctrina psicoanalítica, dedicó mucho de su esfuerzo intelectual a resolver temas específicos acerca del funcionamiento mental. Hizo una fina y sofisticada descripción de las instancias, las motivaciones y los mecanismos de los cuales se compone y se sirve la mente.

 

Al estudiar la mente inconsciente en relación con los sueños, Freud dio cuenta de un tipo de funcionamiento mental que denominó proceso primario, debido a que pensaba que era el funcionamiento original del psiquismo al inicio de la vida, cuando toda la actividad mental es inconsciente y está regida bajo el principio del placer. En un segundo tiempo, estableció que la mente operaba bajo el funcionamiento del proceso secundario, ligado al principio de realidad.

 

Freud imaginaba que el pensamiento inconsciente —el que vislumbramos al soñar— funcionaba de manera muy particular y de acuerdo con las leyes del proceso primario. En este pensamiento del proceso primario no existe la temporalidad, la contradicción, ni los límites que dan identidad a las cosas. Dicho proceso —en el que tienen lugar los sueños— está regido por dos mecanismos primordialmente: la condensación y el desplazamiento.

 

Veamos un ejemplo en el que se pueden identificar estos mecanismos. Una paciente relató durante una sesión el siguiente sueño:

 

Estaba en el transporte público con un amigo, pero era raro: era la combi, pero a la vez, un hospital. Y después ya no era mi amigo, ya estaba acompañada de un exnovio. En la combi-hospital, yo llevaba un bebé en brazos, pero me sentía muy observada por los demás pasajeros. De pronto, el bebé se convirtió en un celular y yo me lo ponía contra el pecho para que los demás, que ahora eran miembros de mi familia, no pudieran ver lo que había en la pantalla.

 

Más allá de lo que nos permite entender acerca de sus deseos, temores, conflictos psíquicos y estado mental, el sueño ilustra muy bien los mecanismos descritos por Freud. Entendemos por condensación que un mismo elemento combina una multiplicidad de otros elementos dentro de sí. La paciente soñó con una combi-hospital, atribuyéndole significados de ambos al mismo objeto. Es decir, transporte público y hospital están asociados de forma significativa en la mente de la paciente y, bajo el proceso primario en el que opera el sueño, ella los puede reunir en una sola imagen. No hay un principio de identidad y de no-contradicción, la combi fácilmente puede ser un hospital a la vez.

 

También, en el sueño está presente el mecanismo de desplazamiento, que es cuando el mismo elemento se expresa en una cadena sucesiva de distintos elementos. En este caso, podríamos imaginar que el bebé significa algo prohibido que la paciente no desea que los pasajeros vean; entonces, se desplaza rápidamente a otro elemento como el celular, que la paciente esconde para que sus familiares no vean la pantalla. Hay un afecto, un significado que viaja libremente y se liga a muchas imágenes. Esto no sucede en la vida diurna de manera tan libre. El sueño no sigue las mismas reglas temporales y espaciales, por lo tanto, estas dinámicas son posibles.

 

Los mecanismos de desplazamiento y condensación parecen distorsionar el sueño hasta formar un producto irreconocible. Freud plantea que esta desfiguración es necesaria, ya que el sueño expresaría una parte muy íntima de nuestra mente que preferiríamos que quedara siempre oculta de la conciencia.

 

En realidad, el sueño es aún más extraño de lo que recordamos y relatamos. Al contar un sueño, lo hacemos a través del filtro del proceso secundario; le damos una temporalidad, un sentido espacial diferente, intentando ordenar los elementos caóticos y superpuestos de los procesos oníricos. Esto significa que el sueño, en sí mismo, es incognoscible. El hecho de que los sueños sean tan extraños da pista de una actividad mental enigmática, compleja y misteriosa, que sucede todo el tiempo en nuestra mente y no podemos registrar. Los sueños son una ventana que nos da acceso al inexpugnable mundo del inconsciente.

 

Referencias

 

Freud, S. (1991). Obras Completas (vol. 12). Amorrortu editores. (Obra original publicada en 1911-1913).

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