La depresión, las separaciones y las pérdidas en los padecimientos psicosomáticos

Por Michelle Aymes  

Varios autores coinciden en que la pérdida de un objeto tiene un papel fundamental en la aparición o empeoramiento de una enfermedad física. La ansiedad, la depresión y el estrés son algunos de los afectos que cotidianamente observamos como detonadores. Diversos estudios han encontrado que con frecuencia los pacientes con alguna afección psicosomática atraviesan un duelo sin elaborar.

Existe una dificultad característica en las personas con afecciones psicosomáticas para enfrentar el dolor y las ansiedades, las cuales son sentidas como experiencias que los sobrepasan psíquicamente. Por lo anterior se piensa que cuando un evento traumático no es procesado o digerido por la mente, puede expresarse a través del cuerpo.

Sin duda las pérdidas, las separaciones y sentimientos depresivos tienen un impacto en la mente y en ocasiones también en el cuerpo. En la actualidad, con la pandemia que estamos cruzando, podemos observar personas que a partir de la pérdida de su empleo o de algún familiar han enfermado de cáncer o de alguna afección cardíaca. Por lo anterior podemos preguntarnos en qué medida esta situación que vivimos tiene una influencia en la salud física de las personas.

Todos hemos experimentado alguna afección somática (como dolor de cabeza, padecimientos estomacales, por mencionar algunos) a partir de alguna situación dolorosa o de impacto emocional que en ocasiones son difíciles de tramitar.

Cuando observamos a una persona con afectos depresivos no hay certeza de que desarrollará mas adelante una enfermedad física; sin embargo, puede precipitar su aparición. Si bien los eventos externos que vive una persona son significativos, esto no es determinante, ya que hay que tomar en cuenta las relaciones de objeto que el sujeto ha internalizado, su mundo y recursos internos para afrontar y digerir ciertas experiencias. Por ejemplo, en los adolescentes las separaciones pueden generar depresiones profundas, pero no significa que estas actuarán de la misma manera en todos.

Hay sujetos que pueden lidiar mejor con ciertas situaciones que otros. Algunos psicoanalistas destacan la importancia de un déficit en la estructuración del psiquismo, donde hay una imposibilidad para procesar las experiencias y las emociones que estas conllevan, una falla en la representación mental de los conflictos y la incapacidad para experimentar el dolor.

 Ante la manifestación de algún padecimiento psicosomático en la vida adulta se podría pensar que aparece una tendencia regresiva a un momento primitivo del desarrollo, sobre todo cuando han existido situaciones de pérdidas o abandonos en lo primeros momentos de la vida, pues en ellos había un aparato psíquico poco preparado para tramitar ciertas experiencias. La afección psicosomática se puede vivir ante una pérdida actual; sin embargo, puede experimentarse con un desvalimiento y desamparo profundo, como cuando se era pequeño. Es común sentir dolor ante la pérdida de alguien más, no solo por empatía hacia el dolor del otro, sino también porque nos remite a nuestras propias pérdidas, muchas veces en etapas tempranas.

Pierre Marty (1990) habla sobre la depresión esencial, en donde el sentimiento de desvalorización personal y de herida narcisista se dirige hacia la esfera somática. Esta depresión se establece cuando sucesos traumáticos desorganizan algunas funciones psíquicas y desbordan su capacidad de elaboración. El yo sobrecargado se desorganiza. Por otro lado, menciona que la pérdida de interés por el pasado y el futuro y la ausencia de comunicación con el inconsciente constituye una verdadera ruptura con la propia historia del sujeto.

En la práctica clínica las separaciones tienen un lugar central y cada paciente las enfrentará según su realidad y estructura psíquica. Leo, un niño de cinco años, manifiesta constantemente inconformidad ante las separaciones entre una sesión y otra y pide más tiempo de sesión analítica. Desde que nació estuvo a cargo de una cuidadora, cuya partida resintió fuertemente. Al año de edad, cuando esta se va, Leo entra a una guardería y presenta por primera vez convulsiones febriles para las cuales no se encontró ninguna explicación médica.    

En algunas ocasiones el síntoma psicosomático funciona como pegamento entre el niño y su familia cuando existe alguna situación simbiótica no resuelta. Recuerdo a una paciente adolescente que estaba muy apegada a la madre y, cuando empezó a separarse, esta última enfermaba; ello imposibilitaba que mi paciente pudiera separarse sin mayor ansiedad o culpa. En ocasiones la enfermedad orgánica tiene una función aglutinante en la familia, lo que impide una discriminación entre los miembros que la componen.

 

Referencias

Marty, P. (1990). La psicosomática del adulto. Buenos Aires: Amorrortu.

Goetschy, C. et al. (2013). Psicosomática actual: teorías y enfoques clínicos. México: Eleia.

 

 

 

 

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