Vencer el miedo a la exploración psicoanalítica

Por Jorge Luis Chávez Valdés

 

Al comienzo de un tratamiento psicoanalítico, uno propone una exploración de la mente del paciente. El término exploración tiene algunas implicaciones: uno explora siempre un campo novedoso, un terreno desconocido, un continente oscuro; la exploración siempre conlleva la noción de que se está ante algo inédito. Y, como todo lo nuevo, desconocido e inédito, trae consigo un monto importante de angustia, por lo que es normal que surja vacilación en alguien que se quiere embarcar en esta empresa.

 

Sigmund Freud ubicó, de manera muy expresa, que sus pacientes, a la vez que acudían a su consultorio en busca de descubrir aquello que les aquejaba, también oponían una fuerza que se volvía en contra del tratamiento. Freud utilizó el término técnico resistencia (tomado del campo de la electricidad) para denominar toda actitud de parte del paciente que se oponía a la tarea analítica, es decir, a la exploración de esa porción inconsciente de la mente, en la cual entendemos que se originan las fuerzas dominantes de la vida psíquica. Para él, entonces, la resistencia era el correlato clínico de un proceso más abarcador en la neurosis: la represión.

 

La represión opera de manera que todo aquello que es chocante para la conciencia (en especial los deseos sexuales y hostiles infantiles) se manda a un plano mental inconsciente. El tratamiento analítico se propone vencer la represión, por lo que, de forma involuntaria, el paciente se resiste a aquello perturbador, de lo cual se previno al reprimirlo y que el tratamiento busca develar. El paciente intuye, de manera inconsciente, que el surgimiento de lo reprimido puede causarle un gran displacer.

 

En sus célebres conferencias de introducción al psicoanálisis, Freud hace la analogía del consultante dental que acude a que le saquen una muela y, sin quererlo, empuja el brazo del dentista, procurando que no se acerque a su boca. La imagen alude a que el paciente, en ocasiones, cree que el tratamiento puede ser más doloroso que su actual padecimiento. La técnica utilizada, desde el descubrimiento de las resistencias, fue la que Freud siempre privilegió: la interpretación. Si surgía en sesión una resistencia, se interpretaba como una defensa ante el surgimiento de material indeseable para la conciencia.

 

Cuando se trabaja en una sesión psicoanalítica, se insta al paciente a hablar de todo aquello que pase por su mente, sin fijarse en la lógica, pudor o juicio moral que pueda provocar que se censure a sí mismo. Podemos inferir, de forma muy evidente, que estamos ante una resistencia cuando el paciente edita lo que dice o se queda en silencio, sin comunicarnos lo que se le ocurre. Con el desarrollo de la teoría y la clínica psicoanalítica, se pudo determinar que el proceso de resistencia era proteiforme y que había manifestaciones sutiles de ésta que requerían ser captados por medio de una observación atenta.

 

Notamos en la clínica, por ejemplo, que el paciente que quiere ser agradable y complaciente con nosotros puede estar empleando una modalidad especial de resistencia, en la cual, al seducirnos carismáticamente, piensa que puede evitar hablar de lo inmediato y profundo que hay en su mente. Las resistencias que surgen en el análisis pueden ser conscientes, pero, más a menudo, nos encontramos con el hecho de que las más difíciles de vencer son las inconscientes. El paciente desea conocer su mente y, a la vez, teme lo que pueda encontrar.

 

Un proceso analítico no sólo depende de que el paciente sea capaz de vencer sus resistencias al hablar de ellas, sino de que el analista mismo no oponga las propias ante el material que trae el paciente. Un analista que desconoce su propia mente no reparará, por mucho tiempo, en que puede estar evitando explorar un aspecto de la mente de sus pacientes por su propio temor. Es decir que, un proceso analítico profundo, que se proponga hacer una exploración exhaustiva de la mente, necesita de dos mentes con valentía para descubrir y apuntar siempre a la verdad emocional y a la sinceridad de la comunicación en un vínculo íntimo.

 

 

Referencias:

 

Freud, S. (1991). 19ª Conferencia: Resistencia y represión. Obras completas (vol. 16, pp. 262-276). Amorrortu editores. (Obra original publicada en 1917).

 

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