La psicología educativa y el aprendizaje

Por Fernanda Aragón

La psicología es la ciencia que se encarga de estudiar el comportamiento humano; para ello cuenta con varias posturas teóricas que describen los deseos, las motivaciones y los ideales que mueven al acto.

Es común encontrar caricaturizada la imagen del psicólogo: sentado, serio y pensativo, tomando notas del discurso del paciente que permanece recostado en un diván. Sin embargo, si bien el área clínica forma parte del campo de estudio de la psicología, no es la única manera de ejercer profesionalmente.

¿Qué otros campos de estudio tiene esta profesión? ¿Será que la psicología también se involucra en la educación?

A lo largo de la historia ha existido un interés por entender cómo se da el proceso de aprendizaje. Pensadores griegos como Platón y Aristóteles se interesaron en la influencia del profesor en la asimilación de la nueva información. Desde aquel entonces, se ha indagado sobre el proceso de aprendizaje, ubicando los elementos que lo componen y los factores que pueden potenciarlo u obstaculizarlo.

La psicología educativa se encarga de analizar lo que sucede cuando “alguien le enseña algo a otra persona en algún contexto” (Berliner, 2006; Schwab, 1973). Con esta definición podemos pensar que la adquisición de nueva información es sólo un “engrane” de la gran maquinaria que es el aprendizaje; hoy en día la concepción de las diferencias individuales, la manera en la que establecemos vínculos, los métodos de enseñanza-aprendizaje y la personalidad del docente se consideran vitales para entenderlo de manera total.

Hace algún tiempo se tenía la creencia de que el aprendizaje correspondía únicamente al intelecto; se desarrollaron pruebas de inteligencia con las que se medía el coeficiente intelectual (CI), el cual se consideraba determinante para el éxito de la persona.

¿Será que el aprendizaje sólo se apoya en el factor intelectual? Howard Gardner (1993) planteó la teoría de las inteligencias múltiples, explicando que el intelecto es sólo una manera de entender y conocer el mundo, pero no la única. Propone ocho diferentes inteligencias: lógico-matemática, espacial, lingüística, musical, intra e interpersonal y corporal. Cada una procesa la información con determinadas herramientas, por ejemplo, la inteligencia intrapersonal implica una habilidad para inspeccionar el mundo interno propio y reflexionar acerca de los sentimientos y pensamientos que se despiertan frente al mundo externo. Así, teniendo conocimiento de sí mismo, una persona puede vincularse con los demás y entender empáticamente lo que les sucede.

Así pues, tomando en cuenta que hay varias maneras en que las personas entienden y asimilan el entorno, la información y la experiencia, pensemos en los factores que se involucran en ese procesamiento. Para aprender, es necesario aceptar que uno no lo sabe todo; desde ese punto se observa cierta disposición y apertura para recibir nueva información. En las escuelas es muy frecuente escuchar que hay alumnos de bajo rendimiento académico, particularmente en ciertas materias, pero que, al mismo tiempo, sobresalen en otras. ¿Qué podría estar sucediendo ahí? ¿Cómo sentirá el alumno su falta de destreza en unas asignaturas y cómo vivirá el destacar en otras?

El deseo de conocer puede estar motivado por distintas fuerzas; saber “mucho” puede dar la sensación de superioridad, de estar “completo”. También puede ser vivido como una manera de satisfacer al docente o a los padres al obtener buenas notas y sobresalir del resto. Incluso, podría haber una intención de sacar provecho; el saber sería un medio para salirse con la suya.

Así como el aprendizaje tiene diversas motivaciones, conscientes e inconscientes, la figura del docente es de gran importancia para que pueda desplegarse. Según Vidal Schmill (2008), pedagogo mexicano, el maestro no sólo debe saber sobre el contenido de la materia que imparte, sino que también debe enfocarse en los elementos que mantienen motivados a los alumnos: las expectativas que ponga sobre ellos, el deseo de que aprendan, así como darle mayor valía al proceso y no tanto al logro alcanzado. Esta motivación proviene del docente e impacta directamente en el comportamiento de los aprendices.

La docencia es un trabajo arduo, lleno de retos personales y profesionales, que permite labrar un camino basado en la adquisición de nuevas herramientas para consolidar una profesión o contribuir a la actualización; si el docente tiene curiosidad y se prepara constantemente, ese entusiasmo y gusto será transmitido al alumnado.

El proceso de enseñanza y aprendizaje no tiene que ver únicamente con dotar de información a quienes aprenden; es una relación bidireccional, de mutua influencia, en donde convergen ideales y deseos individuales, que forma un resultado en común. Esa relación implica cuidado, respeto, disciplina y grandes dotes de paciencia.

La psicología educativa busca las mejores estrategias para promover el aprendizaje; programas y planes de estudio acordes a la etapa de desarrollo y a las necesidades del alumnado; así como también analiza lo que sucede con la figura del profesor. Ambos, alumno y docente, son piezas importantes en la búsqueda del conocimiento; dependen uno del otro.

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Referencias

Gardner, H. (1993). Inteligencias múltiples: la teoría en la práctica. Barcelona: Paidós.

Schmill, V. (2008). Disciplina inteligente en la escuela: hacia una pedagogía de la no violencia. México: Producciones Educación Aplicada.

Tuckman, B; Monetti, D. (2011). Psicología educativa. México: Cengage Learning.

 

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