El papel del juego en el desarrollo mental de los niños

Por Mayte De Atela

 

Sofía, una pequeña de cinco años, llega puntual a su sesión, tal como acostumbra. En esta ocasión, entra apresurada al consultorio. Corre a buscar su caja de juego tan entusiasmada que casi no me mira. Busca aquellos juguetes que le servirán para cumplir con la ardua tarea que se ha propuesto: jugar. De entre sus juguetes, toma un bebé, unos platos y un bote de plastilina.

Me pide que le prepare un plato de comida, entregándome la plastilina y los platos. Va dándome indicaciones sobre qué debo hacer y, mientras hago lo que me pide, ella se muestra curiosa y entusiasmada por el juego. Una vez que terminamos de hacer la comida y servirla en los platos, Sofía dice que es hora de comer. Agrega que la comida es sólo para ella, que yo no puedo comer. La observo mientras “come” aquello que preparamos. Entre bocado y bocado, me dice: “Mmm… ¡Qué rica comida!” y hace expresiones de agrado. En cuanto termina, toma al bebé, que hasta ese momento se encontraba escondido detrás de ella, y lo coloca debajo de su playera, diciendo: “¡He comido tanto que ahora tengo un bebé en la panza!”. Unos meses atrás, los padres de Sofía le habían dicho que tendría un hermanito, puesto que su madre estaba embarazada. Hasta ese momento, la niña no había hecho mención alguna del tema.

Esta escena, donde vemos a Sofía jugando, puede resultarnos familiar a aquellos que nos dedicamos al trabajo con niños. Incluso podría resultar familiar para los padres, maestros o cualquier persona que haya tenido oportunidad de observar a un niño jugar. Con frecuencia, los adultos creen que el juego infantil es una tarea sencilla, restándole importancia. Algunos han considerado que el juego sólo tiene el objetivo de entretener, sin embargo, esta escena nos muestra que va más allá de sólo proporcionar diversión: es un medio de expresión para el niño.

Si bien, es cierto que el juego es una actividad placentera para los niños y, a simple vista, pareciera hablarnos de las experiencias reales vividas, debemos recordar que tiene muchas más funciones, las cuales permiten la expresión de las fantasías y motivaciones inconscientes. Esto posibilita que el psicoterapeuta pueda adentrarse al mundo interno del pequeño que tiene enfrente.

En palabras de Melanie Klein: “Señalé que el contenido específico de sus juegos, que se repite constantemente o recurre a las formas más variadas, es idéntico al núcleo de las fantasías masturbatorias; y que es una de las principales funciones del juego infantil proporcionar una descarga de estas fantasías” (Klein, 1929/2013, p. 205). La autora se refiere a la realización del deseo y la búsqueda de placer a través del juego. Para Donald Winnicott, el juego es mucho más que una realización o sublimación del deseo; posee una función creadora que, si bien, es cierto que nos hace pensar de manera directa en los niños y el juego de la infancia, también nos remitirá a la función creadora del adulto.

En “Más allá del principio de placer”, Sigmund Freud nos relata el juego de un niño de un año y medio, con un carretel de madera atado con una cuerda. El pequeño arroja este carretel, de modo que queda fuera de su vista; mientras lo avienta, enuncia la palabra fort (se fue), repitiendo esta acción en varias ocasiones, para, después, traer de regreso el carretel con la expresión da (acá está). Con esta observación, Freud se da cuenta de que esta actividad puede tener múltiples significados, abriendo la posibilidad de elaborar los conflictos a través del juego.

Se advierte que los niños repiten en el juego todo cuanto les ha hecho gran impresión en la vida; de ese modo abreaccionan la intensidad de la impresión y se adueñan, por así decir, de la situación. Pero, por otro lado, es bastante claro que todos sus juegos están presididos por el deseo dominante en la etapa en que ellos se encuentran: el de ser grandes y poder obrar como los mayores. (Freud, 1920/1992, p. 16)

El juego puede ser pensado no únicamente como un acto concreto y apegado a la realidad, sino como una representación. Inicia el proceso de simbolización de la mente, donde el acto y los juguetes son aquello que reflejan, además de tener significados ocultos y paralelos. Si pensamos en el juego de fort-da, abordado por Freud, observaremos que no sólo permitió que este pequeño representara la ausencia de la madre, dándole la ilusión de poder soportar la separación; de manera adicional, le brindó la oportunidad de “hacer algo” con sus ansiedades y sus fantasías.

El juego será esta creación que permitirá al niño representar y expresar sus deseos, sus miedos y las teorías inconscientes que viven dentro de su mente. Esta puesta en acto del mundo interno permite la elaboración de los conflictos. Retomemos la definición de elaboración psíquica propuesta en el diccionario de Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis: “La elaboración psíquica consiste en una transformación de la cantidad de energía, que permite controlarla, derivándola o ligándola” (Laplanche y Pontalis, 1996/1967, p. 106). El juego permitirá que el niño, al mismo tiempo que expresa, “controle” aquello que habita su mente. Tal como lo menciona Winnicott: “El juego es por sí mismo una terapia” (Winnicott, 1979a, p. 75).

 

 

Referencias:

 

Freud, S. (1992). Mas allá del principio de placer. Obras completas (vol. 18, pp. 3-62). Amorrortu editores. (Obra original publicada en 1920).

 

Klein, M. (2013). La personificación en el juego de los niños. Obras completas. Amor, culpa y reparación (vol. 1, pp. 205-215). Paidós. (Obra original publicada en 1929).

 

Winnicott, D. (1979a). El juego: Exposición teórica. Realidad y juego (pp. 61-78). Gedisa. (Obra original publicada en 1971).

—. (1979b). “El Juego: Actividad creadora y búsqueda de la persona”. Realidad y juego (pp. 79-92). Gedisa. (Obra original publicada en 1971).

 

Laplanche, J. y Pontalis, J. B. (1996). Elaboración psíquica. Diccionario de psicoanálisis (p. 106). Paidós. (Obra original publicada en 1967).

 

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