Transmisión y formación. Maestría en Psicoterapia Psicoanalítica

Elena Ortiz

En el Centro Eleia frecuentemente mencionamos que no es lo mismo saber de psicoanálisis que pensar psicoanalíticamente. Conjuntar el más alto nivel académico con la transmisión de la ética y la agudeza clínica que el trabajo con pacientes requiere es uno de los logros que más nos enorgullecen en Eleia. La vocación de Eleia es la formación, entendemos que las habilidades necesarias para la intervención clínica de un terapeuta se desarrollan gracias a un trabajo compenetrado y comprometido entre maestro y alumno, un vínculo cobijado por la atmósfera de una institución con un alto estándar científico y humano.

La terapia psicoanalítica es un campo de conocimiento apasionante, pero también puede resultar intimidante por varias razones: la cantidad de teorías, escuelas y autores que conforman la disciplina; la sofisticación conceptual que conlleva su estudio, y la experiencia vivencial implicada en el entrenamiento.

No sólo estamos en un terreno plural, donde las distintas posturas tienen validez porque nos sitúan frente a diferentes problemas y nociones, también estamos frente a un objeto de estudio complejo que no se puede abarcar desde una sola línea de pensamiento: la mente. La mente con sus inagotables ángulos y el psicoanálisis como una disciplina viva, propositiva y en evolución.

La sesión psicoanalítica es inasible, se escapa. Los modelos psicoanalíticos son lentes que permiten aprehender fragmentos de un todo complejo que rebasa al observador. El reto es trabajar con una teoría y simultáneamente descubrir lo específico e inédito de la sesión (Ortiz, 2011, p. 17).

Hay un quehacer artístico dentro del psicoanálisis. El psicoanalista es un investigador de la mente, sostenido por sus teorías, y está entretejido con el artista que desarrolla y despliega modos de contacto e intervención esenciales en la disciplina. Está presente un aspecto enigmático, singular, que tiene que ver con talentos y aptitudes personales que favorecen la tarea. También están las relaciones que posibilitan una transmisión.

Todo desarrollo, tanto personal como profesional –y en el psicoanálisis son necesarios ambos–, está fincado en presencias significativas. Se necesitan modelos a quienes incorporar. Esta disciplina se aprehende; se despliega gracias al trabajo largo y tenaz que se realiza con maestros, supervisores y en el propio análisis. Es un trabajo necesariamente hombro con hombro; sólo en la cercanía y en la constancia es que uno puede apropiarse de aquello rico que el otro ofrece.

Hay una serie de atributos que un psicoterapeuta psicoanalítico ha de desplegar en su clínica, mencionaré algunos:

  • Fortaleza emocional. “El punto central reside, por supuesto, en que el analista asuma el soportar, dentro del límite de su capacidad, el ataque directo de las proyecciones de dolor mental del paciente” (Meltzer, 1967, p. 141).
  • En el entendido del trabajo tenaz, debe acompañarse de una espera necesaria para que las funciones simbólicas se desarrollen y fortalezcan, y así facilitar el crecimiento y desarrollo mental del paciente (Meltzer, 1990/1986).
  • Tolerancia a la incertidumbre. Sabiendo que existe una brecha entre lo que el analista cree que ocurre en las sesiones y lo que verdaderamente acontece. Se combina la tolerancia y el sostenimiento de una actitud de incertidumbre, confiando en que de esta atmósfera surgirá un movimiento psíquico en el paciente. En palabras de Bion: “El instrumento del psicoanalista es una actitud de duda filosófica; es de primordial importancia mantener esa ‘duda’ sobre la que podrá elaborarse el psicoanálisis” (Bion, 1996/1967, p. 213).
  • Intuición. El trabajo psicoanalítico no se lleva a cabo sólo a través del intelecto consciente, no se trata de descifrar, sino de desplegar el entendimiento que radica en la intuición. La técnica debe basarse en la evolución intuitiva, en la cual las interpretaciones parten de la experiencia emocional con un individuo único. Esto implica alejarse de un ejercicio mecánico o puramente intelectual en el que se apliquen ideas al paciente, por más interesantes que éstas sean.
  • Imaginación. Las construcciones imaginativas que el analista pone al servicio del paciente son comúnmente la puerta que posibilita la entrada de lo simbólico. En el proceso interpretativo es mejor recurrir a metáforas plásticas que den profundidad y abran varias posibilidades de sentido.
  • Dice André Green:

La única solución es ofrecer al paciente la imagen de la elaboración, situando lo que él nos ofrece dentro de un espacio que no será ni el de lo vacío ni el del relleno comprimido, un espacio aireado. Un espacio así no es ni el del “eso no quiere decir nada” ni el del “eso quiere decir aquello”, sino el del “eso podría querer decir aquello”. Es el espacio de la potencialidad y la ausencia porque… es en la ausencia del objeto donde se forma la representación de éste (Green, 1990/1972, pp. 64-65).

  • Valentía. Meltzer piensa que, si uno no necesita valor para decir una interpretación, es porque probablemente no sea la verdad de lo que uno piensa acerca del material del paciente. El coraje necesario está relacionado con el potencial explosivo de la verdad y la amenaza que representa devenir una persona diferente.
  • Tanto para discriminar los estados mentales del paciente como para crear una atmósfera de cooperación e interpretar. El contenido de la interpretación es importante, pero más aún es la manera en que es transmitido emocionalmente. Interpretaciones transmitidas con sencillez, que toquen al paciente y que se fundan en la propia experiencia del analista para descubrir y verbalizar su emocionalidad primitiva (Meltzer y Harris, 1990/1988).

El contexto académico y el clima emocional es fundamental para que emerjan las cualidades que el psicoterapeuta psicoanalítico necesita. En 1971, Meltzer escribió un pequeño artículo para la Sociedad Psicoanalítica Británica llamado “Hacia un sistema de Taller”, en él menciona que hay una diferencia entre enseñar y facilitar el aprendizaje. Piensa que el psicoanálisis está sumergido en un patrón de educación influido por la historia médica y la tradición medieval. Se pregunta si se debe apuntar a un objetivo determinado en el desarrollo de los estudiantes de psicoanálisis o si conviene permitir que cada persona valore aquello que más lo enriquece. Afirma que no hay posibilidad de control sobre el título de psicoanalista ni tiene sentido un monopolio del método, y sugiere la preservación del movimiento psicoanalítico mediante el liderazgo a través del ejemplo. Se inspira en la Escuela de Atenas de Rafael, la idea del atelier, donde profesionales experimentados conforman grupos de trabajo en cercanía con aquellos deseosos de formarse. Sostenido en esta aspiración es como se crea Eleia, intentando generar espacios de transmisión donde la identificación puede tener lugar.

Por supuesto, el análisis personal y el autoanálisis son fundamentales. Los límites de la capacidad analítica están en el propio autoanálisis (Bleichmar, 1995). Es necesario adquirir conciencia de las fuerzas que a uno lo mueven, y también saber que el trabajo clínico con pacientes le impone al analista el encuentro con aspectos mentales que pueden no haber aparecido nunca en el transcurso de su análisis personal y son entonces una oportunidad para profundizar su autoanálisis. Aunado a esta indispensable plataforma que es el análisis, está el grupo de trabajo y apoyo que implican los colegas; aclara y reconforta contar con una comunidad en la cual sostenerse frente a los parajes a veces espinosos de la clínica.

La Maestría en Psicoterapia Psicoanalítica del Centro Eleia toma estos ideales y los traduce en un programa consistente y completo. Con un balance cuidadoso y una selección experimentada de textos, se estudian materias de: psicopatología, escuelas clásicas y contemporáneas de teoría psicoanalítica, temas técnicos que contribuyen al refinamiento clínico, supervisión de casos, y áreas interdisciplinarias como cine y literatura, que contribuyen a agudizar la sensibilidad frente a temas humanos.

El espíritu es de precaución frente a la idealización de teorías y posturas únicas. También, teóricamente, el equilibrio entre la tradición y la actualidad psicoanalítica constituye un valor académico.

El desarrollo de la capacidad clínica se estimula permanentemente. El estilo docente en Eleia consiste en traducir los conceptos psicoanalíticos de manera accesible mediante ejemplos; pensamos que, cuando una idea clínica no puede ser ilustrada en una viñeta o en una situación observable, es porque probablemente no se ha asimilado. Las clases y supervisiones son un espacio de diálogo permanente en las que se generan y expresan inquietudes, preguntas, y se impulsa la capacidad de observación y pensamiento analítico.

El aprendizaje técnico es también fundamental. La posibilidad de que un tratamiento progrese se basa en buena medida en las estrategias de la interpretación que el psicoterapeuta utiliza: qué, por qué, cuándo y cómo formular una intervención. También cómo fomentar una atmósfera emocional con el paciente para generar un espacio apto para el desarrollo mental. No se trata sólo de saber qué le sucede al paciente, sino de desplegar la habilidad de interesar al paciente en el conocimiento de sí mismo.

Dentro de estas destrezas clínicas, el trabajo con los sueños toma una importancia relevante. Los sueños aportan ángulos fundamentales para la comprensión del psiquismo. Los sueños son la expresión del mundo interno y simultáneamente son los constructores de sentido de ese mundo. Son tentativas de resolución de conflictos del mundo interno, son el fundamento de la manera de comprender la vida y están en la base de la organización de la personalidad, de las actitudes y el funcionamiento que se tiene en el mundo externo. La capacidad para entender los sueños permite que el terapeuta intervenga en los niveles más profundos de la vida mental (Ortiz, 2019).

Naturalmente, como parte del proceso de evolución de una institución sólida que mantiene un alto rigor académico, Eleia se convierte también en plataforma para la investigación y fuente de divulgación científica. La producción editorial es sumamente necesaria y a veces, tristemente, es escasa en México. El estudio esmerado no queda sólo en el aula o en el consultorio, las publicaciones de Eleia son un referente tanto dentro del centro como en otras instituciones en niveles de licenciatura y posgrado.

Pertenecer a un espacio de formación como Eleia es un privilegio y, en particular la Maestría, conforma la columna vertebral de entrenamiento para un psicoterapeuta psicoanalítico. El beneficio del posgrado también se extiende a quienes desean aplicar creativamente el estudio del psicoanálisis al trabajo en empresas, escuelas, instituciones, o bien, relacionarlo con diversas disciplinas humanísticas.

Bion, W. (1996). Volviendo a pensar. Buenos Aires: Lumen-Hormé. (Obra original publicada en 1967).

Green, A. (1990). De locuras privadas. Buenos Aires: Amorrortu. (Obra original publicada en 1972).

Meltzer, D. (1967). El proceso psicoanalítico. Buenos Aires: Lumen-Hormé.

——— (1971). “Hacia un sistema de Taller”. En: (1997) Sinceridad y otros trabajos. Obras escogidas de Donald Meltzer. Buenos Aires: Spatia. (Obra original publicada en 1994).

——— (1990). Metapsicología ampliada. Aplicaciones clínicas de las ideas de Bion. Buenos Aires: Spatia. (Obra original publicada en 1986).

Meltzer, D. y Harris, M. (1990), La aprehensión de la belleza. El papel del conflicto estético en el desarrollo, la violencia y el arte. Buenos Aires: Spatia. (Obra original publicada en 1988).

Ortiz, E. (2011). La mente en desarrollo. Reflexiones sobre clínica psicoanalítica. México: Paidós.

——— (2019). Donald Meltzer. Vida Onírica. Sueños, mente y pensamiento. México: Analytiké ediciones.

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