Ser padres durante la pandemia. Las vicisitudes de la crianza en momentos difíciles

Por Erika Escobar Ávila

La maternidad y la paternidad implican enfrentar muchas experiencias y acontecimientos con respecto al cuidado y la crianza de los hijos. Se trata de un proceso complejo que supone tolerar sentimientos ambivalentes —relacionados con la planeación, el deseo, el cuidado y la formación de los hijos— y conservar la necesaria individualidad de los padres.

 

Un factor determinante para enfrentar dicho proceso es el deseo de ser madre o padre. Los sentimientos amorosos ayudarán a compensar el cansancio físico y emocional, así como el enojo y las frustraciones que se viven durante el crecimiento de los hijos. Entre más pequeño es el niño, más tolerancia deben tener los padres para contener y traducir sus emociones, situación que les implicará un esfuerzo mental grande. La etapa de desarrollo por la que el chico atraviese determinará el tipo de angustias y emociones con las que los padres se enfrentarán, y será junto con ellos que podrá aprender a entenderlas e integrarlas.

 

Winnicott subraya en su artículo “La teoría de la relación paterno-filial” (1960/2007) la importancia de la función de la madre en el sostenimiento y los cuidados que le presta al bebé, formando así una unidad en la que habrá una dependencia absoluta del pequeño hacia ella, y será necesario que esté disponible para recibirla y actuar en consecuencia.

 

El amor que le proporcionen sus cuidadores principales —la madre, el padre y demás personas que lo rodeen y colaboren con su crianza— contribuirá a fortalecer su yo, que todavía no es capaz de comprender por sí mismo lo bueno ni lo malo del ambiente, ni de integrar sus experiencias corporales y ambientales. El objetivo de este sostenimiento será que el niño se pueda desarrollar emocionalmente hasta lograr su adaptación a la realidad. La madre será un “yo auxiliar” que permitirá al bebé integrar sus experiencias. El sostenimiento que le brindará el ambiente será una especie de continuidad existencial.

 

Boswell (2005) explica de qué manera las experiencias vitales, las actitudes, la personalidad y los sentimientos inconscientes de los padres influyen en cómo el bebé aprende y se relaciona con el mundo. Al mismo tiempo, el niño tiene sus propios sentimientos y algo innato que forma parte de su personalidad; factores que, a su vez, determinarán la compleja relación entre él y sus padres.

 

La vinculación con los hijos, en un inicio, puede parecer caótica por las ansiedades que se experimentan ante las nuevas y desconocidas experiencias —la alimentación, el sueño, los cuidados básicos y los afectos que se despiertan— que más adelante se convertirán en decisiones con respecto a los hábitos, costumbres, disciplina, formas de comunicar y manejar las emociones dentro de la familia, etcétera. Esto requiere de mucha congruencia entre los padres, quienes deberán llegar a ciertos acuerdos, a fin de que los mensajes que dirijan a sus hijos no sean discontinuos. Sin embargo, las dificultades, el desconocimiento y los malentendidos constituyen, tanto para los padres como para los niños, una parte esencial en el proceso de amor y conocimiento mutuo que irán aprendiendo a lo largo del desarrollo.

 

La crianza de un hijo implica reajustes en la vida personal de cada padre y en la pareja. Es así como la vinculación adopta muchas formas y no solo se produce cuando las cosas van bien. El desarrollo de cualquier relación profunda, además del disfrute de las cosas buenas, implica afrontar experiencias nuevas, en ocasiones dolorosas y llenas de incertidumbre, de ansiedades y de sentimientos ambivalentes.

 

La crianza en tiempos de pandemia complejizó la maternidad y la paternidad, ya que los espacios exteriores, que ayudan al proceso de separación e individuación entre padres e hijos, ahora resultaban peligrosos e inaccesibles. Otros cuidadores como los abuelos y los tíos, la escuela y la socialización, son escenarios psíquicos, en donde los vínculos primarios se desplazan y se proyectan, depositando las emociones necesarias para la construcción de la individualidad.

 

Mahler, en su escrito “Thoughts about Development and Individuation” (1963/2017), explica cómo la etapa de separación-individuación es vivida por muchos niños como un proceso traumático. Sin embargo, esta es necesaria para que se formen relaciones de objeto y no solo relaciones de necesidad. Los estímulos externos e internos son los que van moldeando al yo y lo empujan a su desarrollo. Solo llega a constituirse como instancia de la mente del niño después de que este adquiere una representación psíquica de sí mismo y, por lo tanto, es posible la adquisición de una individualidad e identidad. Este proceso es al que Mahler llama separación-individuación.

 

Al quedar todo en pausa y cancelado por la pandemia, la casa se convirtió en el único lugar para llevar a cabo la ardua tarea de continuar con el desarrollo de los niños. Se compartieron espacios de trabajo, de educación y de recreación, impactando de manera diversa en cada uno de los miembros de la familia. Esto despertó sentimientos de invasión, así como regresiones a estados anteriores como la simbiosis, el apego y una demanda excesiva hacia los padres.

 

En algunos casos, ello implicó construir nuevos espacios internos y externos para respetar la individualidad. Sin embargo, la dificultad radica en integrar la ambivalencia de emociones —el amor de tenerlos cerca con el enojo, la frustración y el cansancio— al estar con ellos todo el tiempo en casa.

 

En otros casos, desembocó en un aumento de violencia intrafamiliar, patrones adictivos agudizados, divorcios, maltrato infantil, depresión, trastornos de ansiedad (debido a la dificultad de entender las propias ansiedades de intrusión), ansiedades claustrofóbicas; o se depositó el enojo y el coraje entre los miembros de la familia por perder los espacios personales, por la confusión de las emociones y por la dificultad de hacerse cargo de ellas.

 

En el diplomado Embarazo, parentalidad, desarrollo temprano y psicopatología infantil estudiaremos la parentalidad y sus vicisitudes. ¡Te esperamos!

 

 

Referencias

 

Ajmechet, S., Benchouam, B., Brengio, A., David, N., De Grazia, S., Storch, S., Ungar, A., Pampuro, N. y García, A. M. (2020). Lo infantil en los vínculos de pareja y familia. El particular efecto de la pandemia [Ponencia transcrita a Libro Digital]. XLII Simposio Anual. Lo infantil en Psicoanálisis: Ideas en juego. En tiempos de pandemia, aislamiento social y estado de emergencia. Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires.

 

Boswell, S. (2005). Comprendiendo a tu bebé. Paidós.

 

Mahler, M. (2017). Thoughts about Development and Individuation. The Psychoanalytic Study of the Child. 18(1), pp. 307-324. (Artículo original publicado en 1963).

 

Winnicott, D. (2007). La teoría de la relación paterno-filial. El proceso de maduración en el niño. Estudios para una teoría del desarrollo emocional. Paidós. (Obra original publicada en 1960).

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