Lo que nos falta en la sesión

por Laura De La Torre

 

La psicoterapia es un viejo arte y una ciencia nueva

  1. Etchegoyen (1986)

 

A raíz del nacimiento de Susana Distancia por la pandemia de COVID-19, nos hemos tenido que replantear muchos elementos cotidianos, tales como qué es lo escencial de la psicoterapia. La pandemia nos ha impactado en múltiples niveles y cada terapeuta se cuestiona qué es lo que hace que el consultorio virtual se mantenga abierto.

 

El neuropsiquiatra barcelonés Joan Coderch (2016) presenta la definición del concepto de psicoterapia como “aquella relación interpersonal de ayuda, que se lleva a cabo de acuerdo con reglas técnicas fundadas en una doctrina acerca de la génesis y evolución de los fenómenos psicológicos, de las formas de interrelación entre la psique de los individuos y el mundo externo que les rodea, y de las insuficiencias, desviaciones y procesos patológicos que pueden presentar los pacientes a los que se intenta ayudar” (p. 54). Pero para que él pudiera brindar esta concepción fueron necesarias las ideas de muchas mentes que fueron armando lo que hoy entendemos como psicoterapia psicoanalítica.

 

Por ello, Horacio Etchegoyen (2014) delimita el concepto de psicoterapia en dos ejes: como arte viejo que se remonta hasta los tiempos de sus precursores: Hipócrates, Paracelso, Agripa; que desemboca en las ideas de Johann Weyer y culmina en la primera revolución psiquiátrica. Posteriormente, los psiquiatras de la Revolución Francesa, Pinel y Messmer, preparan el suelo de la psicoterpia para que en los últimos años del siglo XVII, con su Reforma hospitalaria, Pinel pueda integrar un enfoque humano, digno y racional al tratamiento terapéutico que se mantenía con el paciente.

 

En cuanto a estas aportaciones, uno de sus discípulos, Esquirol, propone un tratamiento sistemático que se implementa de manera regular, en el cual se dan diversos factores psíquicos y ambientales y que es nombrado como tratamiento moral; este busca evitar los efectos iatrogénicos, en especial del paciente que se encuentra hospitalizado, y toma una serie de paramétros no físicos que ayudará a mejorar la moral del paciente. Sin embargo, Berman (1962) las califica solo como un instrumento y aún no las acepta como psicoterapia, pues resalta la condición de anonimato e impersonalidad que recubría dicho trato. Messmer permitió abrirle paso a la concepción de la psicoterapia como una ciencia nueva para que en la Francia del siglo XIX surgiera la escuela de la sugestión con Liébeault, Bernheim y Charcot. Cada uno de ellos aportó ideas brillantes para que Sigmund Frued pudiera llevar, con la introducción del psicoanálisis, la psicoterapia al nivel científico; a ese eje que describe Etchegoyen como la ciencia nueva.

 

Etchegoyen acota el método con una serie de rasgos particulares, lo que abre el camino para que la mente inicie su travesía: “por su método, la psicoterapia se dirige a la psiquis por la única vía practicable, la comunicación; su instrumento de comunicación es la palabra (o mejor dicho el lenguaje verbal y preverbal, «fármaco» y a la vez mensaje; su marco, la relación interpersonal médico-enfermo. Por último, la finalidad de la psicoterapia es curar, y todo proceso de comunicación que no tenga ese propósito (enseñanza, adoctrinamiento, catequesis) nunca será psicoterapia”.

 

Después de este viaje en el tiempo es posible inferir que, con cada suceso en la historia, la psicoterapia se va nutriendo en tanto no se pierda una actitud crítica y reflexiva que nos permita seguir cuestionando, redireccionando y tolerando la incertidumbre que constantemente nos acompaña. Sin duda este distanciamiento social concreto por la pandemia actual nos ha hecho notar lo que teníamos en el consultorio, valorar el encuadre que fue armado y legado por todos aquellos precursores de la psicoterapia que cooperaron para robustecer esta nueva rama científica. Hoy nos toca a nosotros notar aquello que nos falta en la sesión, eso que extrañamos del modo presencial y nos exige un mayor trabajo mental: escuchar a nuestros pacientes que añoran el diván, los olores, temperaturas, colores, los kleenex y un sinfín de cosas más. Sin duda no es lo mismo; hay cosas que cansan más, otras menos, que implican un nuevo reto adaptativo, elaborativo y continente. A través de ellas nos podemos dar cuenta de si fuimos capaces de armar un encuadre interno en nuestra mente y en la de nuestros pacientes, notar las deficiencias que hay e intentar reconocer aquello que la distancia nos ha impuesto.

 

Pensar siempre es doloroso, pero es aquella herramienta que nos empuja a crecer. Paradójicamente, notar que algo nos falta da aviso de la presencia pasada que parecía una certeza. Reconocer y hacer esa diferenciación es complicado, doloroso y, sin embargo, necesario.

 

Referencias

Coderch, J. (2016). Teoría y técnica de la psicoterapia psicoanalítica. España: Herder.

Etchegoyen, H. (2009). Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Buenos Aires: Amorrortu.

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