La transferencia positiva y la interpretación de la transferencia

Por Cristóbal Barud

 

La práctica psicoanalítica se distingue por promover la ampliación de la consciencia. Con el tiempo, dicho proceso favorece la adopción de nuevas posturas acerca de la vida. En teoría, tendría que ser un ejercicio sencillo: un terapeuta, quien, en vista de los deseos de mejorar del paciente, describe las fantasías inconscientes que dan forma a su vida cotidiana, las cuales conducen al crecimiento mental y al rompimiento de ciertos libretos internos. Existiría un vínculo de colaboración instantáneo entre ambos participantes del equipo de trabajo. Sin embargo, la condición humana imprime un matiz interesante a este ejercicio: lo dota de cierto grado de incertidumbre y altibajos.

          Sigmund Freud, en Análisis terminable e interminable (1937/1991b), describió con claridad la elegancia del mecanismo de acción del psicoanálisis, que en el párrafo anterior se planteó de manera general. A su vez, advirtió sobre las resistencias que salen al paso de la exploración del inconsciente, prologando de manera natural el proceso. Éstas generan tensión en el pacto de colaboración entre el paciente y el analista. El Yo, aliado consciente del terapeuta, posee un sustrato inconsciente que es, también, el principal motor para mantener el equilibrio o la detención de la vida emocional; materializa la censura de la represión en el consultorio y abona a cierta sensación de desconfianza o reserva respecto del terapeuta.

          Dentro de la conmemoración de los cien años de la publicación de El yo y el ello, Fred Busch (2024) le da un rostro afectivo a la resistencia. La angustia provocada por hacer consciente lo inconsciente se desprende del miedo. Es una propuesta que se comprueba en la clínica: aquello que permanece reprimido lo hace por efecto del temor a perder el amor de los padres internos; naturalmente, se librará una justa similar dentro de la transferencia. Asimismo, esta hipótesis guarda semejanza con la propuesta de las relaciones de objeto. En la transferencia se despliega el universo de fantasías inconscientes, donde confluyen las representaciones del sí mismo, del objeto y el interpuesto afectivo entre ambos. Las relaciones mediadas por la hostilidad, el miedo o la frustración configuran un espacio analítico revestido con estos aspectos, por lo tanto, inhóspito para la exploración.

En torno a este tema, Freud propuso favorecer la transferencia positiva para sostener el proceso (Freud, 1912/1991a). Si el paciente mantiene una cooperación fincada en sus experiencias de confianza infantil, será posible abordar los rincones oscuros del psiquismo, con un poderoso aliado a su lado. La noción de transferencia ampliada, propuesta por la teoría kleiniana, modificaría este punto de vista: dado que la transferencia representa el medio de expresión de la fantasía inconsciente, se encuentra activa en todo momento. El vínculo actual, entonces, se entrelazaría en todo momento con la lectura personal de la biografía.

Si bien, Freud no descarta la existencia de la transferencia negativa, acota su influencia a momentos determinados de la sesión. En la visión kleiniana, esta transferencia permanece como ruido de fondo en los vínculos, haciendo eco de una historia infantil llena de satisfacciones y frustraciones. En la primera visión, quizá la transferencia positiva mitiga el influjo de los sentimientos de desconfianza; en la segunda, el diálogo sincero respecto de los sentimientos de desconfianza, las frustraciones y las expectativas del paciente, da lugar al despliegue de sentimientos de gratitud, que surge de la transferencia positiva.

          Como producto de lo anterior, describir la transferencia negativa desde momentos más tempranos del tratamiento se acepta como aproximación técnica. Las inhibiciones, miedos, privaciones y desconfianzas del paciente se interponen en el armado del vínculo sincero. Conforme se abordan, con tacto y calidez, se atisba la posibilidad de confiar auténticamente en el terapeuta. A su vez, dicha apertura para un vínculo de intimidad emocional hunde sus raíces en los momentos gratos de la historia infantil. De ese modo, al esclarecer el campo transferencial, también se desempolva y reconceptúa la historia infantil, pues se rescatan sus aspectos más benignos.

          La interpretación transferencial hace referencia al esclarecimiento, en el presente, del universo de afectos, que se encuentran en la raíz de una fantasía particular. Muestra, en el aquí y ahora, los afectos que están entremezclados en el pasado infantil. Su armado no implica corregir la vivencia del paciente, ni responder a sus deseos, sino describir aquel deseo y ansiedad que se manifiesta en el material de la sesión.

          Para James Strachey y Paula Heimann ésta es una oportunidad privilegiada para que el terapeuta fomente el crecimiento mental y movilice el mundo objetal del paciente (Heimann, 1956; Strachey, 1934). Se pasa de una angustia intensa a la elaboración del pasado. Según Heimann, se amplía la capacidad del yo para percibir otros matices emocionales. En lugar de que el analista responda del modo en el que el paciente espera que lo haga (juzgando, distanciándose, evidenciando, etcétera), lo hace mediante la interpretación o la descripción. La posición de escucha e interrogación o descripción del analista rescata los aspectos amorosos de los objetos y, por ello, construye la transferencia positiva. No provee una experiencia de satisfacción que pretenda corregir la historia, sino que genera un espacio para cuestionar las teorías que se tienen acerca de ésta.

          Eventualmente, diría Betty Joseph, el paciente se acompaña de un objeto bueno, cuyo aporte de seguridad y contención permite explorar las zonas más complejas del psiquismo (Joseph, en Feldman y Bott Spillius, 1989). La transferencia positiva, entonces, no se conquista de una vez y para siempre. La posibilidad de experimentar sus vaivenes signa el progreso de un trabajo analítico y marca los trazos por delinear. A su vez, el analista, mediante la interpretación de la transferencia, le da peso a su palabra, en torno a la oferta de escucha implícita en la regla fundamental: no puede ser incondicional, pero sí puede ser neutra y receptiva al rol transferencial atribuido durante el tratamiento.

 

 

Referencias:

Busch, F. (2024). The Fate of The Ego on The Ego and the Id. En Busch, F. y Delgado, N. (Eds.). The Ego and the Id. 100 Years Later. Routledge.

 

Feldman, M. y Bott Spillius, E. (Eds.). (1989). Psychic Equilibrium and Psychic Change. Selected papers of Betty Joseph. Routledge.

 

Freud, S. (1991a). Sobre la dinámica de la transferencia. Obras completas (vol. 12). Amorrortu editores. (Obra original publicada en 1912).

—. (1991b). Análisis terminable e interminable. Obras completas (vol. 23). Amorrortu editores. (Obra original publicada en 1937).

 

Heimann, P. (1956). Dinámica de las interpretaciones transferenciales. International Journal of Psychoanalysis, 37, pp. 303-310.

 

Strachey, J. (1934). The Nature of the Therapeutic Action of Psycho-Analysis. International Journal of Psychoanalysis, 15, pp. 127-159.

 

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