Ficciones en tiempos de COVID-19 o cómo cada quien rellena el vacío con lo que puede

Por Nadezda Berjón M.

Enero de 2020: empiezan las noticias sobre el virus que actualmente mantiene al mundo en vilo.

Abril de 2020: en decenas de países predomina el miedo, la incertidumbre, crisis y muerte.

Este escrito tiene la finalidad de mirar el hueco angustioso de la ignorancia, no para cubrirlo, sino para sostener por un momento su presencia.

En esta ocasión, destaco una noción del psicoanalista Wilfred Bion que nos ayudará a pensar en la dificultad humana para tolerar el no saber y el vacío, ya que ésta dispara intentos por llenarla con cualquier cosa.

Bion toma del poeta John Keats el concepto de capacidad negativa (Bion, en López-Corvo, 2002). Dicha capacidad representa un estado mental con la aptitud de tolerar la ignorancia, incertidumbre, misterio y duda. De no tolerarse, se crea un lenguaje de acción a modo defensivo. Por ejemplo, después de ver una película cuya historia no es la típica de inicio-clímax-resolución, podemos forzar una interpretación “ah, se trata de esto, seguro” o “qué mal director que no pudo comunicar sus ideas”. Lo que es insoportable es quedarse con la sensación de “no entiendo, no sé”.

Si pensamos en la infancia, los padres toman decisiones y tienen una vida privada sin que los hijos puedan saber qué sucede, y mucho menos opinar al respecto. Esto lleva al niño a querer saber y, ante la ausencia de conocimiento, crea “teorías” sobre lo que sucede. Pensemos en frases comunes en niños de menos de cinco años, por ejemplo, “seguro papá y mamá se pelearon porque dejé mis juguetes tirados”, “yo creo que ya no quieren al bebé y lo piensan regalar”, “mamá está hablando por teléfono con un señor malo porque grita”.

Ahora, ante la impotencia que surge al ser ciudadanos comunes y corrientes que no formamos parte de la élite del poder ni de la comunidad científica, o de los sistemas líderes de salud, creamos explicaciones sobre qué hacen los gobiernos ante una situación por demás angustiante, como “seguro tienen la cura pero la van a vender carísima”, “es un complot para que compremos medicinas y productos de higiene personal”, “es un invento de los gobiernos para que no veamos otra cosa que está por suceder y que es peor”.

También, comparamos las presidencias como cuando de pequeños competíamos con nuestros compañeros para ver qué papá y mamá eran mejores, o con nuestros hermanos, para ver a quién mimaban más: “el gobierno de Corea del Sur actuó mejor que el nuestro”, “a los chinos les construyeron hospitales en diez días y nosotros no tenemos nada”, “mi país es más fuerte porque el clima es más cálido”, “es enfermedad de ricos/es enfermedad de obesos”.

Otros erigen defensas obsesivas ante la falta de conocimiento de una verdad que, por el momento, es inalcanzable: limpiar, ordenar, pintar la casa, tirar todo lo desechable. En otra versión, estudiar de modo meticuloso los datos y anuncios diarios de cada país: cuántos muertos, cuántos enfermos, cuántos curados, etcétera.

Estamos en un momento de angustia e incertidumbre, y el futuro cercano no es alentador. Son tiempos difíciles de mucha frustración, impotencia e ignorancia.

¿Qué hacer? En lugar de llenar la falta de certezas de modo inmediato, habría que tolerar y comprender que esto es lo que hay, que es profundamente inquietante y que la vida en sí es incierta y frágil. Mantenernos escépticos ante noticias falsas, sostener la mayor neutralidad posible, sin caer en pensamientos “buenos y malos”, no discriminar, no generar o fomentar el odio hacia personas y gobiernos. Que predomine la razón, pero también la conexión con este estado emocional de dolor y malestar tanto hacia el interior como el exterior.

Referencia

López-Corvo, R. E. (2002). Diccionario de la obra de Wilfred R. Bion. Madrid: Biblioteca Nueva.

Compartir: