El diagnóstico en psicoanálisis

Por Guillermo Nieto Delgadillo

Una de las actividades que ha llevado a cabo la humanidad desde sus inicios es la clasificación; el ser humano tiende a agrupar el mundo que lo rodea y sus distintos fenómenos en conjuntos que le facilitan la comprensión, e incluso la supervivencia como especie. Dicha clasificación se extiende a todas las áreas del funcionamiento humano, incluyendo la salud y el funcionamiento psíquico. Si recordamos cualquier visita al médico, es natural que a uno lo atiendan, le realicen una revisión basada en los síntomas y la observación corporal para, más adelante, recibir un diagnóstico, una “etiqueta diferenciadora” sobre qué es lo que sucede en nuestro organismo y, después, llevar a cabo un tratamiento que nos cure de la enfermedad.

Este ejemplo, sencillo en apariencia, se complejiza cuando uno piensa en el cuerpo como un sistema en el que interactúan varias posibles causas de dicha enfermedad. Si trasladamos la situación al área de la salud mental y a la abstracción del funcionamiento psíquico, la cosa parece complicarse aún más. A pesar de que, como mencioné al inicio, los esfuerzos por nombrar y clasificar las enfermedades mentales y el funcionamiento psíquico han estado presentes desde hace miles de años, fue Sigmund Freud quien aportó la teoría más completa y compleja sobre el funcionamiento mental, que es con la que contamos en la actualidad.

Entre 1885 y 1886, Freud fue becado para realizar investigaciones en un campo de la medicina que le brindaba gran placer, pero durante su estancia en París, se apasionó tanto con algunos estudios, como la terapéutica que Jean-Martin Charcot realizaba con una enfermedad conocida como histeria, que decidió dar un giro a su vida profesional. Dicha breve estancia marcó la vida de Freud y lo inspiró para crear el psicoanálisis[1].

Aunque es imposible describir a detalle la nosografía con la que trabajó Freud a lo largo de su carrera, a grandes rasgos, podría resumirla como una clasificación basada en tres grandes estructuras mentales: la psicosisla perversión y la neurosis, que, a su vez, se divide en histeria de angustia (conocida, generalmente, como fobia), neurosis obsesiva e histeria de conversión. Freud comprendió que cada una de estas entidades patológicas tiene formas de funcionamiento distintas, basadas en la elección inconsciente de mecanismos de defensa específicos y guiones mentales que van creando nuestras motivaciones y pautas de comportamiento en la vida cotidiana.

Si, por un lado, Freud definió al psicoanálisis como un método de exploración de las motivaciones inconscientes, también lo describió como una modalidad terapéutica, que funcionó y sigue funcionando muy bien para la neurosis. Sin embargo, el número de personas que, en la actualidad, busca tratamiento psicoanalítico no se reduce sólo a quienes tienen síntomas neuróticos. La idea de cura inicial que tenía Freud se fue modificando y ampliando, para dar lugar al tratamiento de toda nuestra personalidad[2] y sus motivaciones inconscientes. La concepción médica del tratamiento desapareció del campo psicoanalítico más pronto que tarde, para convertirse en una idea más asociada con la exploración y la descripción. Sabemos que una persona es tan compleja que, si bien, tiene una estructura predominante, también tiene rasgos de carácter propios a funcionamientos más específicos de otras estructuras[3].

A diferencia de la psiquiatría, en la que se observan los signos, los síntomas y se asocian con una enfermedad o trastorno, basándose predominantemente en los criterios del famoso y controvertido DSM[4], en una entrevista psicoanalítica no ponemos atención sólo a lo más obvio y observable; tomamos en cuenta la forma del funcionamiento psíquico en su totalidad, basándonos en el relato de los pacientes, su historia de vida, sus formas de relacionarse con los semejantes, incluidos nosotros como terapeutas.

Inferimos los mecanismos de defensa más utilizados y, sobre todo, las fantasías inconscientes más relevantes del potencial paciente para darnos una idea de qué estructura psíquica tenemos frente a nosotros y poder establecer una estrategia de tratamiento lo más adecuada para la persona. Esto no significa que un psicoanalista no deba estar familiarizado con la nosografía psiquiátrica. Es de suma importancia también contar con dicha herramienta complementaria, sobre todo con pacientes graves.

Como mencioné, esta idea que nos damos sobre el paciente es una hipótesis general que puede ir modificándose con el tiempo, ya que la mente es dinámica y las circunstancias de vida son cambiantes a lo largo del tiempo, entre otros tantos factores. Un terapeuta con más estudio y experiencia podrá darse una idea bastante más específica y certera sobre la personalidad total del paciente y lo que le puede esperar en la relación paciente-analista durante el tratamiento, a comparación de uno que apenas va comenzando su carrera o no le dedica las horas necesarias al estudio y a la supervisión.

Al inicio, esto puede generar desconcierto tanto para el terapeuta, que no tiene mucha experiencia, como para ciertos pacientes que, de manera natural y entendible, buscan una respuesta y un nombre a lo que les sucede. Sin embargo, conforme va pasando el tiempo y el tratamiento progresa, el paciente se va quedando más tranquilo, debido a la autocomprensión de sus propias formas de funcionamiento psíquico, preocupándose cada vez menos por un diagnóstico específico y cada vez más por la aventura de autoconocimiento que un buen proceso psicoanalítico implica.

Antes de terminar, no puedo dejar de insistir en que, para poder establecer un psicodiagnóstico lo más certero posible dentro de lo que cabe, es fundamental el compromiso y el trabajo continuo por todos aquellos que nos dedicamos a esta rama tan apasionante del conocimiento humano. El esfuerzo vale la pena y el terapeuta va notando, tanto en las entrevistas como en las sesiones, el progreso en la comprensión de la mente de aquellas personas que acuden con nosotros, no porque tengan una enfermedad, sino porque sufren.

 

[1] Si deseas estudiar más sobre esta fascinante etapa en la vida de Freud, te recomiendo leer el informe que presentó sobre sus estudios en París y Berlín, así como su presentación autobiográfica, ambos publicados por Amorrortu editores.

[2] El mismo Freud aludió al carácter en varios escritos, siendo uno de los más bellos el titulado “Carácter y erotismo anal”.

[3] Un histérico puede tener rasgos obsesivos; un psicótico no está completamente alejado de la realidad, etcétera.

[4] Manual Diagnóstico y Estadístico de las Enfermedades Mentales. En la actualidad, se encuentra en su quinta edición.

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