Contratransferencia y clínica actual

Por Guillermo Nieto Delgadillo

Una de las aportaciones principales de Sigmund Freud fue el descubrimiento de la naturaleza dinámica de la mente; además del constante movimiento, existe un conflicto constante entre dos fuerzas que persiguen fines opuestos. El inconsciente y la represión fueron descubiertos y, con ellos, una técnica diseñada específicamente para facilitar su exploración: el psicoanálisis había nacido.

Pasó el tiempo y las aportaciones freudianas aumentaron a un ritmo sorprendente; la sexualidad infantil y el análisis de los sueños se volvieron pilares de la disciplina psicoanalítica; la segunda tópica y el estudio de la melancolía cambiaron la manera en la que concebimos la mente. En 1905, con el análisis de Dora, Freud descubrió la transferencia, fenómeno que, junto a su interpretación, le dio a la técnica psicoanalítica su marca de origen, distinguiéndolo de otras clases de psicoterapia.

El fenómeno en sí consiste en la repetición o reedición de los conflictos infantiles originales[1], pero ahora dirigidos a la persona del analista, quien tiene la oportunidad de interpretarlos en el momento para comenzar a producir los insights y la eliminación de los síntomas que, en ese tiempo, era la meta principal del análisis. En su artículo técnico de 1914, “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia”, Freud describió cómo se manifiesta un tipo particular de relación entre el paciente y el analista, llamando la atención a los terapeutas sobre la naturaleza de la reacción transferencial y advirtiendo, también, que el analista debe poner especial cuidado en sus reacciones emocionales ante esta situación, para no dejarse llevar y actuar las peticiones amorosas del paciente.

El psicoterapeuta analista debe librar así una lucha triple: en su interior, contra los poderes que querrían hacerlo bajar de nivel analítico; fuera del análisis, contra los oponentes que le impugnaban la significatividad de las fuerzas pulsionales sexuales y le prohíben servirse de ellas en su técnica científica; y en el análisis, contra sus pacientes, que al comienzo se comportan como los oponentes, pero que luego dejan conocer la sobrestimación de la vida sexual que los domina, y quieren aprisionar al médico con su apasionamiento no domeñado socialmente (Freud, 1914, p. 173).

La contratransferencia[2] había sido incluida en el juego por primera vez, pero, para Freud, siempre significó un obstáculo hacia el que el terapeuta debía tener especial cuidado. Tuvieron que pasar veinticinco años para que los trabajos de Paula Heimann y Heinrich Racker le dieran a la contratransferencia la relevancia que merece, no sólo como obstáculo, sino como herramienta técnica para conocer el inconsciente del paciente a partir de las propias reacciones hacia el material y las emociones despertadas en la transferencia. Heimann describió la contratransferencia como “la manera más dinámica por la que le llega [al analista] la voz de su paciente” (2000, p. 45).

Ahora el analista, además de la atención libre y flotante que siempre había necesitado, requería tanto de una sensibilidad emocional libre y espontánea que le permitiera seguir las emociones y los relatos de sus pacientes, como de la capacidad de soportar sus propios sentimientos en la sesión, derivados del primer factor. La praxis psicoanalítica se había vuelto bastante más compleja para el terapeuta, que quedaba más comprometido a nivel emocional con sus pacientes. Racker (1959) estudió esto con mayor profundidad para hacer una clasificación sobre la contratransferencia, hablarnos de la neurosis de contratransferencia y hacer propuestas sobre la manera de interpretar en la sesión.

Buena parte de las discusiones del siglo XX trataron sobre el tema de la contratransferencia, en las cuales se preguntaban, por ejemplo, si era una mera respuesta a los conflictos del paciente o si la personalidad del terapeuta jugaba un papel igual de importante. La naturaleza dinámica de la mente se vio reflejada también en la práctica psicoanalítica, que nunca fue algo estático, sino un ente lleno de movimientos, controversias y conflictos internos que, en ocasiones, le han permitido progresar y, en otras, han causado crisis.

En la actualidad, las corrientes intersubjetivas y relacionalistas han cuestionado varios de los conceptos técnicos más importantes del psicoanálisis, desde la abstinencia y la neutralidad analítica, hasta pilares como la naturaleza de la transferencia y la contratransferencia. Las controversias sobre la naturaleza y el manejo técnico de ambos fenómenos han dado pie a interesantes debates y a preguntarse si estas corrientes en realidad pueden ser consideradas psicoanálisis o deberían tener otro nombre.

Para muchos autores contemporáneos, incluyendo a los recién mencionados, tanto la transferencia como la contratransferencia son una cocreación resultante de la interacción entre la mente del paciente y la del terapeuta dentro de la sesión analítica. Los fenómenos estudiados ya no dependen sólo de la mente del paciente, por lo que el concepto de asimetría analítica queda, de igual manera, cuestionado.

Repasemos rápidamente lo mencionado hasta el momento sobre los desarrollos históricos de la contratransferencia:

  1. La contratransferencia es vista como un obstáculo para el tratamiento.
  2. La contratransferencia pasa a ser objeto de estudio como forma de conocer al paciente.
  3. El fenómeno se convierte en una herramienta técnica tan valiosa como la transferencia, siempre que el analista pueda discernir los aspectos propios de aquellos que en realidad le pertenecen al paciente, y que le permitirán conocer el inconsciente de éste.
  4. La contratransferencia como creación conjunta de las mentes tanto del paciente como del terapeuta.

Las implicaciones técnicas derivadas de las perspectivas actuales de ciertos analistas respecto al tema son enormes, ya que, si el terapeuta se encuentra en un nivel simétrico con sus pacientes, le es permitido, y muchas veces hasta recomendado, utilizar dos “herramientas” (si queremos llamarles así) que le permitirían al paciente conocer aspectos propios que, de otra forma, le sería muy difícil observar: el enactment (literalmente “puesta en acto”) y las confesiones contratransferenciales.

A grandes rasgos, el enactment es la puesta en juego por parte del analista de un rol asignado de forma inconsciente por su paciente. Por ejemplo, si en la transferencia el paciente le otorga al terapeuta el papel de padre punitivo y el analista no es capaz de darse cuenta de esto, comenzará a interpretar de forma dura y hasta censuradora, situación que el paciente tomará como confirmación de sus fantasías puestas en la escena analítica. Autores como Owen Renik defienden con firmeza la utilidad de dejarse llevar por estas situaciones, ya que permitirán elaborar e interpretar a posteriori lo que sucedió durante el episodio de la puesta en acto. El argumento que dan estos autores es que, si no tuvieran lugar estas situaciones, el paciente no podría vivir de forma tan ostensible su situación psíquica en la transferencia.

Otro tema que se debate en la actualidad, y que es tanto apasionante como importante por sus consecuencias técnicas, es el de la revelación contratransferencial del analista. Hasta hace unos años, el analista debía ser un simple espejo que reflejara la mente del paciente, sin contaminar el espacio con aspectos propios. Sin embargo, autores como Lewis Aron y Christopher Bollas defienden la revelación selectiva de la contratransferencia en ciertas situaciones que le permitirían al paciente conocer aspectos propios que se encuentran disociados. La revelación de la contratransferencia y de aspectos personales del terapeuta sólo vuelve explícito algo que ya se encontraba dentro de la sesión, pues, para ellos, los pacientes son bastante más sensibles de lo que muchas veces suponemos respecto a las emociones y creencias de sus terapeutas.

Los anteriores son algunos ejemplos de las controversias más recientes en torno a este tema tan delicado. El mal manejo de la contratransferencia tiene repercusiones importantes tanto en el paciente como en el tratamiento. Independientemente de la posición que uno decida tomar, esto debe ser estudiado a fondo si se quiere ejercer como analista.

Referencias:

Freud, S. (2013). Puntualizaciones sobre el amor de transferencia. Obras completas (vol. 12, pp. 159-174). Amorrortu editores. (Obra original publicada en 1914).

Moreno, E. (2000). A propósito del concepto de “enactment”. Aperturas psicoanalíticas. Revista internacional de psicoanálisis4. Recuperado el 21 de mayo de 2019, de https://aperturas.org/articulos.php?id=111&a=A-proposito-del-concepto-de-enactment

Heimann, P. (2000). Sobre la contratransferencia (1949/1950). Revista de Psicoanálisis (APM), 32, pp. 43-49.

Racker, H. (1986). Estudios sobre técnica psicoanalítica. Paidós. (Obra original publicada en 1959).

Celis Sierra, M. (2007). Contratransferencia, pasado y presente: una revisión del concepto [Jacobs, T., 2002]. Aperturas psicoanalíticas. Revista internacional de psicoanálisis25. Recuperado el 21 de mayo de 2019 de https://aperturas.org/articulos.php?id=434&a=Contratransferencia-pasado-y-presente-una-revision-del-concepto-[Jacobs-T-2002]

Notas:

[1] Los celos, la rivalidad y la envidia son algunos ejemplos.

[2] Se le llama contratransferencia a las reacciones emocionales que tiene el analista hacia su paciente, derivadas tanto de los conflictos personales del paciente despertados en la transferencia como de la naturaleza humana del mismo terapeuta.

Compartir: