El psicoanálisis frente al cáncer

Carolina Martínez S.

Al decir de los paleo-oncólogos, el cáncer es un mal que ha acompañado a la humanidad desde sus albores; sin embargo, en la época reciente, su frecuencia ha aumentado muy por encima de lo observado en tiempos pasados. La Organización Mundial de la Salud sostiene que en 2015 esta enfermedad ocasionó una de cada seis defunciones en el mundo. En ese mismo año, en México ocupó el tercer lugar como causa de muerte entre quienes vivían en el país; esto a pesar de que los esfuerzos para su detección temprana y los avances en su tratamiento mejoran día con día las posibilidades de sobrevivencia de las personas afectadas.

¿Qué es el cáncer?

De acuerdo con los expertos, el cáncer es un proceso de crecimiento y diseminación incontrolado de células que puede aparecer prácticamente en cualquier parte del cuerpo. Estas células que crecen fuera de control tienden a invadir el tejido circundante, se propagan hacia a otros puntos distantes de la anatomía (lo que se denomina metástasis) y alteran gravemente el funcionamiento del organismo. Se trata de un proceso que, de no lograr revertirse, suele conducir a la muerte.

Uno de los aspectos más inquietantes de esta patología es el que atañe a las causas que la originan. Es esa una pregunta que no admite respuestas sencillas, por la intrincada combinación de condiciones que se encuentran involucradas: predisposiciones genéticas, exposiciones ambientales, consumo de productos de potencial carcinógeno y, en ciertos casos, incluso la participación de componentes infecciosos. Los epidemiólogos suelen estimar, a través de cálculos probabilísticos, la magnitud de los riesgos asociados con cada una de esas condiciones, pero la identificación de la combinación específica que da lugar a su ocurrencia en cada caso es muchísimo más incierta y con frecuencia, por lo pronto, imposible de identificar.

Más aún, como lo explica la Sociedad Estadounidense contra el Cáncer (American Cancer Society), eso a lo que denominamos cáncer no es una sola enfermedad. Bajo este término se engloba, en realidad, un amplio conjunto de trastornos de muy diversos tipos, según sea el órgano o tejido afectado, las células que lo constituyen, la manera y la rapidez con la que crece y se propaga. Por eso, cada caso requiere un diagnóstico preciso que oriente hacia el tratamiento más efectivo para cada situación, en la etapa en que se encuentre. De entre las diversas opciones hoy día disponibles se encuentran: la cirugía, la quimioterapia, la radioterapia o una combinación de ellas.

¿Cómo puede figurar el psicoanálisis en el escenario del cáncer?

Esto puede ocurrir, por ejemplo, cuando la afección se atraviesa en la vida de una persona que se encuentra en un proceso analítico. A partir de ahí, esa nueva y perturbadora experiencia se integrará a la tarea elaborativa en la que el paciente trabaja al lado de su analista. O cuando alguien recibe este temido diagnóstico y, bajo el impacto de la noticia —o un poco más adelante, en medio de las vicisitudes de su padecer— se acerca al terapeuta en busca de tratamiento psicoanalítico. También puede ocurrir cuando el equipo de salud a cargo de la persona diagnosticada le remite a este tipo de ayuda.

Entonces, ¿cuál es el papel del psicoanálisis en medio de tan dolorosa contingencia? Lo que este poderoso recurso teórico, clínico y técnico tiene para poner al servicio del paciente oncológico es fundamental para una persona enferma a lo cual la medicina actual concede cada día menos lugar. Porque, al igual que muchas otras personas, como penosamente lo atestiguó Albert Jovell, médico catalán quien muy pronto en su vida se vio afectado por el cáncer, los médicos pueden estar muy bien capacitados para atender al paciente, pero no suelen estarlo para acompañarlo: pueden oírlo, pero casi nunca lo escuchan. Es ahí donde el psicoanálisis interviene, para otorgar al paciente la posibilidad de ser escuchado, de contender con la angustia originada por la incertidumbre, de encontrar palabras para lo indecible, de historizar lo acontecido, de conferirle algún sentido para colocarse en otra posición frente a la enfermedad y de abrirse, así, nuevos caminos. Quizá en muchas ocasiones el psicoanálisis no está ahí para incrementar la duración de la vida, pero, sin duda, sí lo está para cambiar su calidad y significado. ¿Curará el psicoanálisis el cáncer? Evidentemente, no; sin embargo, hará de la vida del paciente lo mejor y cambiará también el signo de sus pasos a lo largo del difícil sendero que le queda por andar.

Una última pieza de información que queda por incluir, bastante más controvertida y, por ello, delicada de tratar, se refiere a ciertos efectos que el tratamiento psicoanalítico ha mostrado tener sobre el funcionamiento corporal. Según diversas evidencias, dichos efectos podrían llegar a coadyuvar en la disminución del riesgo de contraer algunos cánceres. Quien desee entrar en este territorio habrá de cuidarse de no caer en posturas reduccionistas o falacias y acercarse, en cambio, a un muy serio y profundo estudio de los hallazgos de disciplinas como la psico-oncología y la psiconeuroinmunología.

Más allá de estas teorías, lo que sí podemos afirmar en el ámbito de la prevención, sin temor a equivocarnos, es que la conciencia más realista sobre lo que ocurre con nuestro cuerpo y su vulnerabilidad, promovida por el tratamiento psicoanalítico, suele conducir a actitudes de autocuidado mucho más responsables, libres de la influencia de defensas como la negación, y muchas más. De tal suerte que, cuando la enfermedad asoma, se está en condiciones de detectarla y enfrentarla en sus etapas más tempranas, lo cual, en la mayoría de los casos, se traduce en mayores probabilidades de sobrevivencia.

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