Un paciente silencioso

Por Viviana Mier Hernández

Sergio acudió a psicoterapia referido por un psiquiatra. Padecía ansiedad, pero ningún fármaco tuvo efecto en él. Actualmente, llevamos cuatro años trabajando; el tratamiento se ha caracterizado porque el paciente mantiene un rotundo silencio en la mayoría de las sesiones, aunque por momentos puede hablar un poco de su vida y de sus pensamientos. Es muy difícil aguantar y entender su silencio. En la contratransferencia experimento impotencia, paralización, desvitalización, sueño, frustración y desesperanza.

He intentado explicarle, desde distintas perspectivas teóricas, los diferentes significados de su silencio, por ejemplo, que a través de la identificación proyectiva durante la sesión el paciente habla o permanece en silencio se deshace de emociones dolorosas, poniéndolas inconscientemente en los demás para que seamos nosotros, no él, los que sintamos desesperación, frustración, ganas de echar todo por la borda y dejar de hacer algo para vivir.

Desde otra línea de comprensión, le he interpretado cómo una parte agresiva de su mente ataca lo nutricio y vital que se le ofrece en el tratamiento. Le he descrito la parte soberbia de su mente que, a pesar de mostrarse hambriento, no le permite recibir un buen alimento, ni poner algo de su parte para que juntos preparemos algo nutritivo que pueda ayudarlo.

En las supervisiones del Doctorado del Centro Eleia recibimos retroalimentación para pensar distintas opciones de comprensión sobre cada aspecto que enfrentamos en nuestra práctica clínica. En este espacio comentamos que el especialista no debe preocuparse si el paciente habla o permanece en silencio durante la sesión, sino que es necesario observar y dejarse compenetrar por la experiencia emocional que ocurre entre ambos. Lo que nos importa es percibir las emociones y la vivencia que el paciente trata de transmitirnos.

Wilfred Bion, uno de los grandes psicoanalistas ingleses, señaló que la persona no acude a la sesión a hablar para cumplir un deseo del analista, sino que viene a hacer lo que puede desde su patología mental y es nuestra labor trabajar con eso. En este caso, se debe pensar todos los significados que el silencio de Sergio puede tener, prestando atención a la comunicación preverbal, para poner en palabras lo que el paciente no puede.

Durante la supervisión apuntamos que no siempre es recomendable interpretar el aspecto agresivo de las motivaciones inconscientes del paciente desde un inicio. Conviene permanecer receptivos a otros rasgos que lo llevan a permanecer en silencio. En conjunto, concluimos que Sergio se encuentra muy asustado por su propia agresión y que, de momento, es mejor esperar a que pueda responsabilizarse de ella.

Sergio no habla en las sesiones, por lo que sería improductivo tratar de comprenderlo por medio del lenguaje verbal. El silencio conlleva sus propios mensajes y habrá que descifrarlos. A partir de su situación específica y estructura mental, puede pensarse que el silencio expresa la necesidad de probar si la otra persona –en este caso, el terapeuta– lo acepta tal cual como es o si le demanda ser de otra manera. Esto habla de un conflicto de rivalidad con el padre, que él actualiza en la transferencia con la terapeuta y se le puede interpretar sin resaltar la parte negativa, por ejemplo: “Me parece que cuando vienes a las sesiones y permaneces en silencio, quieres ver si yo te respeto como eres o si quiero, como tu padre, exigirte que te comportes de acuerdo a mis deseos. Es como si desearas comprobar si lo que importa aquí eres tú o soy yo”.

Más adelante, pudimos encontrar otros significados para su silencio y pasividad: ambos recursos le permiten paralizar e inhabilitar su agresión, porque siente que es muy intensa y teme destruir lo que le rodea. Al mismo tiempo, en su fantasía, detiene la agresión de ese padre interno que siente que habita dentro de él.

Uno de los elementos determinantes para el tratamiento es cuándo y cómo interpretarle cada aspecto de su silencio, a fin de que pueda hacer contacto con ello y producir una mejoría. Esto depende de la fineza y el detalle de la buena resonancia entre paciente y analista. Consideré importante también señalarle a Sergio cómo en los momentos en los que se siente reconocido, donde percibe interés de mi parte por comprenderlo, entonces da un poquito de sí, el silencio cede y puede relacionarse conmigo de un modo diferente.

Durante el último periodo del tratamiento se presentaron silencios más profundos, un mayor consumo de alcohol y el abandono del tratamiento psiquiátrico por parte del paciente. En la supervisión consideramos que podía tratarse de una fuerte resistencia de Sergio para ponerse en contacto con aquello que siente más doloroso e inaguantable. Sabemos que todo esto también es un ataque al tratamiento, al vínculo, al pensar y dar significados.

Un paciente grave como este necesita ser comprendido junto con esa parte más vulnerable de su mente, donde al relacionarse con una nueva persona se siente expuesto a ser lastimado otra vez. ¿Cómo podemos ayudarlo para que deje de reproducir ese patrón interno al relacionarse y alcance una mejor comprensión de las situaciones y de las personas?

Entonces, para entender mejor a Sergio y sus vínculos tempranos, me hago las siguientes preguntas cuando se queda callado: ¿quiénes somos, él y yo, en ese momento? ¿A quiénes representamos? ¿Es el bebé que intenta transmitir un mensaje pero la mamá no responde o no lo entiende? ¿Es el bebé que no responde por más que la madre hace un intento por comprenderlo? Debemos observar esta interacción, teniendo en cuenta las respuestas del paciente a lo que se le dice y estar al pendiente de sus intenciones, por ejemplo, si desea preocupar o molestar, presionar o decepcionar, impacientar o frustrar al analista.

Lo intrincado de la mente exige, en el mismo grado, una comprensión compleja para abordar las diversas patologías de nuestros pacientes.

Conoce más del Doctorado en Clínica Psicoanalítica en el siguiente enlace: https://www.centroeleia.edu.mx/doctorado-en-psicoterapia

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