“Parejas contemporáneas. Parejas en conflicto, sufrimiento vincular, sexo y amor”APA: Depto. de Familia, Pareja, Grupo y Multifamiliar
Por Andrea Amezcua Espinosa
En el encuentro realizado por la Asociación Psicoanalítica Argentina con Elizabeth Palacios, psicoanalista en España, se abordó el problema de lo transdisciplinario para revisar lo vincular. La noción de familia o pareja no es universal: cada civilización y cultura construye y constituye un contexto. Lo que las sociedades articulan hacen posible las relaciones sociales entre los sujetos. Palacios estableció la noción de contrato narcisista para explicar el vínculo recíproco en el que se mantiene la expectativa del grupo sobre los individuos. Así, el sujeto se reconoce como miembro del grupo en el que habita.
Continuando con la propuesta transdisciplinaria, Palacios retoma a Agamben al hablar acerca de la caída de la linealidad del progreso, del sentido y del fin de la historia. La pérdida de la Historia y la aparición de historias hace que muchos mundos habiten en diferentes grupos. Las subjetividades producidas en las sociedades son las de la modernidad líquida posmoderna, cargadas de inmediatez y superficialidad.
Por tanto, afirmó que construir una identidad estable parece cada vez más imposible: la modernidad nos hace peregrinos en busca de significados profundos. Las subjetividades se encuentran en fluidez, en arenas movedizas. Así, el psicoanálisis surge como testigo de sufrimiento en la vida de las parejas y como fuente de explicación para la dependencia de paradigmas familiares obsoletos. Es decir, paradigmas que no son aplicables en muchas circunstancias de nuestro tiempo. Actualmente nos enfrentamos a familias fuera de la tradición, como las monoparentales, homoparentales o aquellas con hijos de matrimonios varios.
Las transformaciones de nuestro siglo tienen que ver con lo que se gestó desde tiempos anteriores. La familia ya no es la unidad fundamental de la sociedad, sino que promueve el consumo en la continuidad del mercado. El idealismo romántico hace que los divorcios se sientan como fracasos; los adultos separados carecen de capacidades para albergar las complejidades.
En cuanto al psicoanálisis, Palacios retoma a Freud con la base de los estados de amor y odio como conflictos centrales. El amor está ligado al yo del sujeto, a la idealización del sí mismo y al narcisismo. El deseo que aparece junto al amor no es siempre una expresión consciente; surge de experiencias infantiles que han dejado huellas psíquicas. “Todo hallazgo es un reencuentro”, dice la ponente citando a Freud. Incluso las neosexualidades muestran variaciones que siempre han existido y que denuncian que el binomio de masculino-femenino es ya insostenible.
Dichas variaciones proporcionan la base de la singularidad, caso por caso. Las múltiples variables, paradigmas de la complejidad, plantean a un sujeto siempre en proceso. La movilidad y el cambio nos lleva a reconsiderar la práctica actual. Los múltiples espacios de subjetivación a través de la sexualidad y de la construcción histórica conllevan el vínculo relacional de un sujeto con otro. En el vínculo hay un aspecto asimilable por la identificación y, por otro lado, un aspecto del otro que no puede inscribirse en una representación. La alteridad implica tolerar lo que no es compatible en la relación subjetiva.
En una pareja hay una ilusión de que puede haber algo parejo. El sufrimiento individual (en pareja, familia o grupo) es protagónico. Las parejas usualmente no reconocen el malestar como algo inherente al vínculo, sino que lo perciben como algo ectópico. La pregunta: “¿Quién lo causó?” suele responderse con la exterioridad, cuando los vínculos humanos son inherentemente complejos. Palacios culminó su ponencia con un ejemplo clínico, en el que se pudo observar la dificultad que implica la atención clínica de una pareja desde el psicoanálisis. La idea de hacerse cargo del sufrimiento y de la responsabilidad sobre el psiquismo propio parece un camino largo de recorrer antes de poder sostener un vínculo humano más adulto.


