Obstáculos para la asociación libre

Por Erika Escobar

 

“Hable de lo primero que se le venga a la mente”. Esta es una expresión que usamos con cada paciente nuevo que recibimos en nuestro consultorio. Una frase que podría parecer muy sencilla, cuando en realidad es todo lo contrario. ¿Por qué resulta tan difícil hablar espontánea y sinceramente durante el proceso analítico?

En un primer momento es complicado entender que el método psicoanalítico es totalmente distinto a cualquier vínculo que se conoce. No es igual a una relación de amigos, hermanos, pareja, maestros o padres, que, por ejemplo, te dicen: “no pienses eso, mejor piensa positivo, no seas así”. Hablar y sentir que se va a ser criticado resulta amenazante y es algo totalmente diferente a lo que se enseña desde la infancia. Por lo tanto, es raro e incómodo tener un lugar para comunicar con honestidad los pensamientos, sensaciones, deseos y sentimientos que experimentamos. Por momentos puede ser de mucho alivio, pero en otros resulta todo un desafío hacerlo. Es un proceso y lleva tiempo comprender que lo que hablamos o pensamos tiene que ver más con lo que no sabemos de nosotros mismos, que con la realidad externa o con nuestras relaciones. Hablar libremente se convierte en un acto de sinceridad que no siempre se está dispuesto a experimentar o tolerar. Barredo (2010) menciona que la asociación libre no apunta a informar o comunicar, sino a la posibilidad de que emerja “el saber no sabido”. El analista debe permitir que esto suceda desde una posición de asimetría para estar atento a las ambigüedades, inconsistencias y equívocos del lenguaje y sumergido en la escucha en transferencia y contratransferencia para dejar que surja el deseo del analizante.

La asociación libre forma parte del método que Freud desarrolló para conocer e interpretar el inconsciente. En su texto “El método psicoanalítico” (1904) describe cómo deja atrás la hipnosis para adentrarse al inconsciente por medio de la asociación libre, donde las ideas y pensamientos surgen del paciente. Se dio cuenta de que, durante la hipnosis, se ejercía influencia sobre ellos, se filtraban los deseos del analista, los resultados obtenidos eran efímeros y también había resistencias.

A través de la asociación libre y la interpretación, Freud buscaba hacer consciente el inconsciente, lo cual no era una tarea fácil. Etchegoyen, en su libro Fundamentos de la Técnica Psicoanalítica (2010), explica que la resistencia es la piedra angular del psicoanálisis. Hay un juego de fuerzas, es decir, un conflicto entre el deseo de recordar y el de olvidar, y esto se pone de manifiesto en la sesión y en la transferencia con el analista. La teoría de la resistencia llevó a Freud a desarrollar la asociación libre, la cual se introduce como un precepto técnico que se convirtió en la regla fundamental del psicoanálisis. Con la asociación libre descubre nuevos hechos frente a los cuales la teoría del trauma y la del recuerdo ceden gradualmente su lugar a la teoría sexual. El conflicto ya no es solamente entre recordar y olvidar, sino también entre fuerzas del inconsciente y fuerzas represoras.

Freud entonces empezó a invitar a sus pacientes a ponerse cómodos en el diván y les pedía que hablaran sobre los pensamientos involuntarios que les surgieran, aunque sus ideas no tuvieran sentido o fueran irrelevantes. También los alentaba a que no excluyeran lo que les avergonzara. Así, buscaba que se dejara atrás un discurso racional o convencional. Freud observó que existían fuerzas que se oponían a que el inconsciente emergiera naturalmente, por lo que desarrolla el mecanismo de la represión, por medio del que el aparato psíquico evita sentimientos de displacer y fragmentos del inconsciente o de la realidad que son intolerables en la conciencia y se tienden a desfigurar de distintas formas. El proceso que se desencadena a través del método de la asociación libre es muy similar al que Freud describe en el proceso del sueño. Sin embargo, en los sueños, la censura disminuye mientras una persona está dormida, por lo que los elementos inconscientes afloran en la conciencia de forma enmascarada, condensada y desplazada. En este proceso del sueño las pulsiones se valen de los restos diurnos, es decir, de la vida cotidiana para expresar contenidos inconscientes reprimidos.  El paciente no puede expresar directamente el inconsciente reprimido porque lo desconoce.

En “Cinco conferencias sobre psicoanálisis (1909)”, Freud habla acerca del chiste como una ocurrencia sustitutiva más o menos desfigurada. También menciona los sueños, los actos fallidos y acciones sintomáticas casuales, como deslices en la escritura, en la lectura, jugar, o tararear melodías, gestos y maniobrar con el propio cuerpo o la ropa. Todos estos fenómenos los consideraba una forma de desfigurar los contenidos inconscientes y, junto con la asociación libre, se busca encontrar los deseos reprimidos.

En la sesión analítica, gracias a la asociación libre, se busca que, a través de las preocupaciones del paciente y el relato de su cotidianidad, se logre enlazar con contenidos inconscientes y estos se manifiesten por medio de la palabra, aunque estén desplazadas o desfiguradas. De esta manera, se procura que paulatinamente se pueda colaborar con el analista para la comprensión de los elementos inconscientes que están ocultos. La tarea compleja recae en las resistencias resultantes. Es impactante darse cuenta de que, lo que hablamos o asociamos tiene que ver con nosotros mismos y con lo que no sabemos de nosotros, es decir nuestro inconsciente. Por más triviales que parezcan las palabras o el discurso, estas tienen relación con nuestras fantasías inconscientes, la forma con la que nos vinculamos y percibimos el mundo y con nuestro analista. A veces no tenemos ganas de hablar y no sabemos exactamente por qué; queremos faltar a la sesión o llegar tarde y no hablar de lo que pensamos, sentimos o experimentamos.

Hablar libremente es un proceso doloroso. Es difícil darse cuenta de la verdadera motivación de las palabras y pensamientos, de los deseos sexuales ocultos y las emociones como el enojo, la culpa, la envidia o la frustración. Sin embargo, de a poco y como el método lo amerita, esto sucede en dosis pequeñas para tolerar y acercarse a esos contenidos inexplorados, no reconocidos y dolorosos que se mantienen ocultos en nuestra forma de ser, en la manera de entender el mundo, de los síntomas o sueños, lo cual contrasta con la idea que tenemos de nosotros mismos, porque muchas veces resulta ser todo lo contrario.

 

Bibliografía:

 

Barredo, C. (2010).  Acerca de la alteridad. Docta. Revista de Psicoanálisis, (6).

Freud, S. (1904/2006) “El método psicoanalítico de Freud” y “Sobre psicoterapia”. En: Obras completas. Amorrortu. Vol. VII pp. 233- 242 y 243-257.

 

Freud, S. (1909-10/2006) Conferencias 1 y 2 En “Cinco conferencias sobre psicoanálisis”. Obras completas. Amorrortu. Vol. XI pp. 1-24.

 

Etchegoyen, R. H, (2010). Los fundamentos de la técnica psicoanalítica (3a ed.). Amorrortu. p.p 25

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