Motivaciones de los seres humanos (parte 1)

 

Los seres humanos se guían por sus motivaciones para realizar determinadas acciones que definirán el rumbo de sus vidas y esto es un hecho que no ha pasado desapercibido por los psicólogos. Desde principios del siglo XX, se hablaba de los motivos y también se les denominaba “instintos”, es decir, “fuerzas irracionales, impulsivas e innatas, que moldean prácticamente cuanto las personas hacen, sienten, perciben o piensan” (Davidoff, p. 378). En algún momento, William McDougall, científico británico de la conducta, publicó una lista en 1908 de acciones humanas que podrían entrar dentro de esta categoría, la cual, para muchos de sus coetáneos, no era lo suficientemente amplia, por lo que comenzaron a enumerar una cantidad inmensa de acciones que, al final del día, no fueron de utilidad, pues se trataba de explicar y justificar todo acto humano a partir del pretexto de los instintos.

En la actualidad, los profesionales de la psicología prefieren describir y explicar los factores que influyen en la conducta motivada. Utilizan las palabras “motivo”, “necesidad”, “impulso” e “instinto” para casos distintos y, particularmente, se enfocan en el estudio de: los impulsos básicos, los motivos sociales, los motivos para estimulación sensorial, los motivos para el crecimiento y las ideas como motivos.

Los impulsos básicos: aquellos que activan una conducta orientada a satisfacer necesidades inherentes a la fisiología del sujeto y que, además, se relacionan con la supervivencia. Estos también pueden verse afectados o influidos por ciertos factores ambientales.

Los motivos sociales: aquellos que predominan en la conducta humana, ya que ésta suele estar orientada a su satisfacción, la cual se logra a partir del contacto humano. Responden a la necesidad de sentirse amado, aceptado, aprobado y estimado. De hecho, diversos estudios han demostrado que, desde los primeros momentos de vida, si nos sentimos amados y aceptados, somos más propensos a lidiar de mejor manera con situaciones o condiciones desagradables.

Los motivos para estimulación sensorial: aquellos que son necesarios para el ser humano, aunque en diferente medida para cada uno; a falta de ellos, llegamos a propiciarlos mediante acciones tales como soñar despiertos, silbar, canturrear y, en casos extremos, alucinar. De hecho, quienes no buscan autoestimularse, tienden a sentirse más irritables, depresivos, como si fueran meros autómatas, e incluso es posible decir que la motivación para manipular y explorar el ambiente (denominada como curiosidad) suele relacionarse con la necesidad de estimulación sensorial.

Los motivos para el crecimiento personal: aquellos que permiten a las personas luchar por desarrollar habilidades, por el dominio o la excelencia, por perfeccionar un talento y poner en práctica su potencial, incluso ante situaciones en las que hay una baja probabilidad de obtener reconocimiento.

Las ideas como motivos: valores, convicciones, metas y planes que guían la conducta humana. Incluso tienen el potencial de superar los impulsos más fundamentales. Existe, en el ser humano, la necesidad de contar con armonía intelectual, pues si nuestras cogniciones están en conflicto o son contradictorias entre sí, podemos sentir incomodidad, que puede llevar a producirnos ansiedad.  Esta disonancia cognoscitiva, según el psicólogo Leon Festinger, puede activarse a partir de tres condiciones comunes:

  1. Cuando nuestros razonamientos personales están en pugna con las normas sociales.
  2. Cuando esperamos un acontecimiento y sobreviene otro.
  3. Cuando emprendemos una conducta en pugna con nuestras actividades generales.

 

Referencias:

Davidoff, L. L. (1989). Motivación. Introducción a la psicología. McGraw-Hill.

 

 

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