La violencia en la sociedad, la vida personal y la familia

Nota del Taller «La violencia en la sociedad, la vida personal y la familia»

Por Gabriel Espíndola

Desde sus orígenes, el psicoanálisis ha reconocido la agresión y el amor como dos pilares sobre los cuales se edifica la personalidad. Algunas aproximaciones teóricas la consideran un elemento congénito; otras, una consecuencia de la frustración por fallas ambientales desde la más temprana infancia; otras más, atemperan el delicado intercambio entro lo interno y lo externo en sus postulados. Independientemente de cómo comprenda su origen, la clínica psicoanalítica aborda la agresión y sus diversos rostros como uno de sus principales objetos de estudio.

Freud consideró este tema desde diversas ópticas. En su primera tópica, la describe como un elemento ligado a la sexualidad; en sus trabajos sobre metapsicología la rastrea en el narcisismo, la melancolía, el masoquismo y, por su puesto, en la pulsión de muerte. La transferencia, las neurosis de guerra y el juego infantil del carretel –asociados todos a la compulsión a la repetición– son fenómenos que suscitaron un cambio radical en la teorización y le dieron acceso a la clínica psicoanalítica hacia un campo más vasto.

Repetimos compulsivamente los desamores de la infancia; la niña desilusionada por no casarse con papá y celosa de mama, se escenifica compulsivamente en mujeres engañadas, o bien en el vínculo de amantes; siempre a la espera de que ese hombre deje a esa otra mujer. Estos fenómenos pueden hacer vidas miserables, llenas de frustración. Esta es una gran aportación Freudiana y del psicoanálisis en su conjunto.

Este autor consideró que en todo concepto o fenómeno clínico existe la participación mutua del ambiente y lo congénito o constitucional. Por tanto, la agresión sólo puede ser comprendida bajo la lupa de las series complementarias donde ocurre ese delicado intercambio entre lo que somos de origen, las experiencias infantiles y las secuelas que estas circunstancias dejan en nuestra personalidad; una combinación que da contexto y sentido a nuestras vivencias presentes.

La agresión tiene diversas máscaras, algunos grotescos y otros sutiles, casi silenciosos, pero perniciosos para quien la ejerce y quien la recibe, en tanto que son devastadores para la personalidad y el entorno. Para describir esto con mayor detalle, es necesario definir primero lo que entendemos por violencia. En esta exposición, comprendemos la violencia como el ejercicio de la agresión sobre un yo o sobre un otro (objeto); sus motivaciones podrán ser tanto conscientes como inconscientes.

Dividiremos la violencia en dos espectros: el individual y el social. En el ámbito individual es donde el psicoanálisis cuenta con mayor margen de intervención, pues tiene una posición privilegiada al poder observar minuciosamente a través de las sesiones y el vínculo transferencia – contratransferencia tanto aquello que es evidente, como al tirano enmascarado de protector.

En la intimidad del consultorio somos testigos de los celos posesivos, esos donde la persona pierde valor cuando deja de ser considerada como un objeto exclusivo y satisfactor del deseo propio. Son sentimientos que se originan en los celos infantiles que buscan apoderarse del objeto de amor y aniquilar a sus contrarios con el temor de correr el mismo destino. Estas emociones que nos habitan, también nos limitan, nos impiden explorar el mundo, crecer, salir del contexto donde sentimos que somos capaces de controlar al otro, no sea que al salir de nuestra vista lo perdemos para siempre o nos ataca por la espalda.

Ahora, comentaré algunos ejemplos que refieren a las formas que puede adquirir la violencia:

Dolores es una mujer amable y dulce que consulta con motivo de su relación de pareja. Es esposa de un hombre poderoso que la engaña. Ella permanece en la misma casa aunque duermen separados. Su hijo homosexual es incapaz de progresar en la vida de manera independiente, pero Dolores lo atiende y cuida, lo procura a él y a sus amistades, le espera despierta hasta su llegada. Se angustia y se deprime cuando su hijo se va, al grado de presentar síntomas somáticos. Cuando el hijo regresa, ella se calma.

Un niño pequeño después del anuncio del embarazo de su madre jugaba en el jardín. Le pregunté: “¿Qué haces?”. “Jugando”, respondió. “¿Cuál es el juego?”, dije yo. “Encuentro caracoles y luego los aplasto con una piedra. También se vale hacerlo con las hormigas, porque son familias y hay muchas. Esta es mi casa y no quiero que entren tantas”, afirmó. Ese juego, con un fin lamentable para los insectos, puso de manifiesto el odio, junto con los deseos filicidas y parricidas que surgieron en el niño ante la noticia de un hermano.

Una mujer de cuarenta años vive con su madre, la cuida afanosamente, pues es la hija menor y el resto de los hermanos ya ha partido de casa. La madre aporta la manutención de ambas mediante su pensión. La hija se ve imposibilitada para establecer una pareja, teme que la lastimen, cree que los hombres no son de fiar; la madre corrobora esto con su propia historia y un divorcio muy temprano. Las dos solas se cuidan, una le promete fidelidad y la otra, protección. ¿Amor o tiranía? Tal vez ambas.

La lucha entre lo bueno y lo malo, la envidia y la gratitud, la escisión y la integración, la paranoia y los sentimientos depresivos, es parte fundamental de la psicopatología en todas sus expresiones, desde el polo de la psicosis y lo psicosomático hasta las manifestaciones neuróticas. El tratamiento psicoanalítico busca comprender esta guerra sin cuartel en la particularidad de cada mente a través de la relación transferencial.

El contexto social es territorio y lengua extranjera para el método psicoanalítico, cambia el obbjeto de estudio de lo individual a lo social y deja de ser la sesion y el vínculo, el marco de observación. En la actualidad habitamos y somos corresponsables de sociedades donde la violencia se normaliza bajo la expresión del crimen, el engaño, la corrupción, la prostitución, el racismo, los fanatismos religiosos, el terrorismo, el deterioro de la naturaleza, la banalización del amor, la indiferencia por el dolor, las adicciones y los fetiches.

¿Esto es un fenómeno de nuestros tiempos? Hay quien piensa que se trata de la degradación del hombre y es posible, pero, ¿no será, más bien, una expresión de lo inherente a él mismo? ¿Es el crimen una novedad? ¿No son los asesinos parte de nuestra historia? ¿Las guerras? ¿Las conquistas? ¿La esclavitud? ¿La adicción? ¿El amor se ha corrompido o es que amar siempre ha sido complicado? ¿Serán las motivaciones tan distintas en la época actual o sólo se disfrazan del tiempo que les corresponde, de la misma manera en que los sueños aprovechan los restos diurnos? La violencia interna y externa, en lo social y en lo individual, parece trascender el tiempo y sólo adquiere el aspecto que su época modela.

La violencia cuenta con expresiones evidentes como la psicosis, la melancolía, el masoquismo y otros fenómenos de la clínica del narcisismo. Sin embargo, tiene también rostros inicialmente amables, como el del cura pederasta, el médico con tratamientos milagro que promete sanación al enfermo y lucra con su última esperanza, la pareja “responsable” y “comprometida” con una doble vida, el homosexual disfrazado de heterosexual, la mujer deprimida que devora a la familia con su necesidad de afecto y su rechazo por lo insaciable de su demanda, el hijo que desfalca y pierde oportunidades, entre tantos otros.

Nadie se halla exento de la violencia, pues es parte de lo que nos constituye. Lidiamos con ella mediante diversos mecanismos en una lucha que es inextinguible entre el amor y el odio, el cuidado y el desinterés, el esclavo y el amo, la mentira y la sinceridad, la paranoia y los sentimientos depresivos producto del reconocimiento de nuestra marca de Caín.

Será interesante enriquecer estas ideas durante nuestro taller con ejemplos clínicos y situaciones de la vida cotidiana, tales como sueños, fantasías y situaciones sociales.

Inscríbete al Taller «La violencia en la sociedad, la vida personal y la familia» en el siguiente enlace: https://www.centroeleia.edu.mx/taller-violencia-en-la-sociedad-vida-personal-familia

Fechas del taller:

27 de agosto, plantel sur

3 de septiembre, plantel norte

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