La supervisión psicoanalítica y la comprensión de la sesión

Por Antón Aguilar

 

En mi opinión, la supervisión es un espacio que recrea la intimidad y capacidad de reflexión profunda que, en el mejor de los casos, se alcanza en una sesión analítica. También aquí hay dos mentes trabajando juntas, si bien con cierta asimetría, porque una es más experimentada que la otra. También aquí se aprecia la franqueza y el valor para decir cosas que se perciben como verdaderas, incluso si pueden llegar a ser dolorosas. No tiene el propósito de analizar al terapeuta, sino de ofrecer nuevos vértices para entender el material clínico. Se trata, entonces, de un lugar dedicado a la comprensión, el aprendizaje y el crecimiento mental. Es la oportunidad para conocer una lectura distinta de nuestras ideas y, por lo tanto, está destinada a enriquecernos, mejorar nuestro trabajo y beneficiar a nuestros pacientes.

De entrada, la supervisión de las entrevistas iniciales con un paciente nos permite hacernos una idea sobre cómo funciona su mente. Se trata de una hipótesis diagnóstica o valoración inicial de su personalidad. Es importante tener un cierto norte sobre la estructura defensiva que predomina, el tipo de vínculos objetales y la imagen que la persona que nos consulta tiene de sí misma. Las entrevistas iniciales nos ofrecen una muestra representativa y a la vez preliminar de su psicopatología o modalidad de sufrimiento mental. El supervisor nos compartirá su impresión tentativa y nos ayudará a comprender mejor, por ejemplo, si estamos frente a una estructura neurótica o no neurótica, si conviene tratar al paciente con un enfoque multidisciplinario (que incluya, por ejemplo, acompañamiento psiquiátrico), y con qué frecuencia conviene verlo. Tendremos una brújula sobre cómo anticipamos, de manera general, que evolucione el tratamiento.

Ahora bien, una vez que inicia el análisis, es necesario hacer a un lado el diagnóstico. Nos interesa llegar a la sesión sin ideas preconcebidas, sin anticiparnos y sin expectativas, porque queremos percibir cuál es el estado mental del paciente en ese momento y cómo fluctúa a lo largo del encuentro. Queremos observar su tonalidad emocional, su comunicación no verbal; escuchar lo que nos dice y cómo lo hace, así como lo que calla, a fin de hacernos una idea sobre su mundo interno, sus fantasías y el lugar que ocupamos en ellas. Se puede decir que, en cada sesión, la psicopatología se vuelve más plástica y oscilatoria, porque nos movemos en el terreno de los estados mentales, que cambian en segundos, como el color de las nubes en el atardecer.

Las sesiones pueden ser difíciles de entender, sobre todo al comienzo. Diversos autores, como B. Joseph (1997) y O. Kernberg (2004), entre otros, señalan que la incomprensión no sólo es normal, sino incluso deseable. El analista tiene que vérselas con la incertidumbre, la turbulencia y la opacidad que permea la sesión, sin apresurarse a alcanzar una comprensión. Le vendrá alguna idea y tendrá que esperar a que germine en su mente mientras sigue escuchando. Tal vez la use o tal vez la deseche. Su intuición, su contratransferencia, su estilo y sus preferencias teóricas le ayudarán a construir una conjetura y a decidir cómo y cuándo compartirla con el paciente. Aquí estamos en el terreno de la estrategia interpretativa. Luego, como el químico, habrá de observar la reacción que produjo en el paciente. Nada garantiza a priori la suerte que corra nuestra intervención. Tal vez sea tomada en cuenta, o tal vez sea descartada o criticada. En realidad, eso no es lo que más importa, puesto que esa reacción nos permitirá, justamente, continuar refinando nuestra observación y descripción de la experiencia emocional del paciente en la sesión.

La supervisión es extraordinariamente valiosa como acompañamiento en este trabajo fascinante, arduo y minucioso. Arroja luz sobre cómo comprender lo que ocurre en la sesión y nos muestra que hay múltiples posibilidades de lectura. Nos sugiere, además, cómo formular aquello que hemos comprendido de una manera cercana y accesible al paciente, y cuál es el momento más indicado para hacerlo. La receptividad, la escucha, la conjetura y la sorpresa se reeditan y enriquecen en el espacio privilegiado que ofrece la supervisión.

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BIBLIOGRAFÍA

Joseph, B. (1997). On Understanding and Not Understanding. En Schafer, R. (comp.), The Contemporary Kleinians of London (pp. 299-316). International Universities Press.

Kernberg, O. (2004). Listening in Psychoanalysis: The Importance of Not Understanding. En Kernberg, O. Contemporary Controversies in Psychoanalytic Theory, Techniques and Their Applications (pp. 193-205). Yale University Press.

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