La psicoterapia con adolescentes en tiempos de pandemia

Por Martha Zorrilla

 

El trabajo clínico durante la pandemia por COVID-19 nos hizo replantear algunos elementos técnicos de la psicoterapia psicoanalítica. Los adolescentes en tratamiento comenzaron a conectarse desde sus casas (algunos cuidando estar en un lugar privado y otros no tanto). Aunque la distancia física es mucho mayor, la percepción visual del rostro del analista y del adolescente es más enfocada. Me parece que la mirada constante se vuelve tan incómoda o más que cuando tenemos a un adolescente sentado frente a frente en el consultorio.

 

Ante dicha situación, se me ocurrió proponer a mis pacientes adolescentes que, además de hablar de todo lo que pasara por su mente —aunque pareciera sin importancia o incluso vergonzoso—, tuvieran a la mano una hoja de papel y un lápiz, o lo que quisieran para poder dibujar. De ese modo, cuando estuviéramos pensando en silencio o mientras me platicaran algo, podrían estar libremente creando algo en el papel. Vale la pena revisar algunas ideas relacionadas con las particularidades de la psicoterapia con adolescentes para fundamentar esta posible propuesta técnica.

 

Peter Wilson (1987) plantea que hay tensiones formidables entre el terapeuta psicoanalítico y el adolescente. El adolescente es todavía presa de las repercusiones mentales y psíquicas de la pubertad; está ocupado en las nuevas excitaciones y miedos de volverse un individuo adulto y separado de los demás. Se encuentra en un estado de transición y vive en un extraño mundo de incertidumbre y confusión que los adultos no comprenden fácilmente.

 

También señala que las características de los adolescentes no encajan con los requerimientos tradicionales de la psicoterapia psicoanalítica. El analista se enfrenta con resistencias considerables que no están relacionadas con una psicopatología en particular, sino que son específicas del momento de desarrollo en sí mismo. Además, el analista debe hacer frente a las presiones y resistencias de la familia; trabajar bajo circunstancias de gran ansiedad, alimentadas por las actuaciones del adolescente y su aparente despreocupación y descuido ante las situaciones.

 

La demanda de tratamiento raramente viene del propio paciente adolescente. El mismo autor propone que lo fundamental en su tratamiento analítico es la flexibilidad del terapeuta para adaptarse a este estado particular del desarrollo. El éxito está más en tener una actitud analítica que en una técnica específica. Mucho depende de la capacidad del terapeuta para tolerar las contradicciones, las resistencias particulares, las confusiones y las actuaciones como parte del camino hacia el descubrimiento.

 

La idea de que un adolescente dibuje durante su sesión psicoterapéutica también está relacionada con la creatividad. En ocasiones, se habla más de los aspectos caóticos, e incluso destructivos, de los adolescentes que de las áreas de su personalidad y mente que son constructivas y que los llevan a la creación de nuevas ideas, proyectos o posturas ideológicas. La creatividad tiene un repunte y toma nuevos matices durante esta edad.

 

Miller (1974) expone que la creatividad se puede entender de dos maneras: una relacionada con la libertad del uso de recursos internos (imaginación y talento) y la otra como una entidad especial que presupone valor artístico. La expresión creativa se observa en la infancia a través del juego, y sirve para restaurar la homeostasis psicológica. Añade que el arte puede significar un mecanismo de sublimación de deseos y pasiones reprimidas, pero también puede ser una defensa obsesiva, como en el caso de expresiones geométricas repetitivas.

 

El intercambio verbal y afectivo en la psicoterapia demanda un pensamiento divergente (Miller, 1974). En los adolescentes, que están aún consolidando la representación de su propio self, la mentalidad se vuelve parte de una estilo general divergente. Un tratamiento exitoso con adolescentes implica aprender a expresar las propias ideas y a tolerar la ambigüedad. Una manera de expresar esas ideas, que tal vez no se pueden representar con palabras aún, puede ser el dibujo. A veces, se trata de imágenes con significado (casas, personas, planetas, flores) y otras veces, son más bien garabatos o trazos que, en conjunto, expresan algo que sugiere una investigación por parte del adolescente y del terapeuta.

 

Esta propuesta —invitar al adolescente a dibujar mientras habla o guarda silencio— también está fundamentada en el hecho de que la comunicación que se establece en el tratamiento psicoanalítico atraviesa tanto niveles verbales como paraverbales. Brakel (1993) escribió un artículo en el que propone precisamente que los dibujos sean parte de la técnica psicoanalítica con adultos. Piensa que pueden formar parte de la asociación libre. Aclara que no es partidaria de la interpretación del contenido manifiesto del dibujo en sí mismo, como no lo haría con el contenido de un sueño o de cualquier material. En cambio, del mismo modo que con las asociaciones verbales, las asociaciones pictográficas deben llevar a otras más, mezclando así lo visual, lo emocional y lo verbal. Reconoce que se pueden usar como resistencias para no mostrar elementos inconscientes. En dado caso, habrá que interpretarlas de la misma forma en que se haría ante la aparición de cualquier otro tipo de resistencia. Considera que el dibujo es un canal diferente, pero no menos importante para sentir, pensar y reportar lo interno.

 

Así, me parece que esos dibujos resultan una forma de comunicación paraverbal llena de significados, parecidos a los sueños o al juego infantil que nos han dado material para pensar e, incluso, para interpretar algunos conflictos. Mi experiencia durante el trabajo con adolescentes, que han tenido que estar encerrados en casa durante largos meses, ha sido conmovedora. Creo coincidir con colegas en términos de que es una edad sumamente frágil y en la que el encierro puede detonar ansiedades profundamente dolorosas.

 

Las sesiones terapéuticas han sido, para muchos de ellos, ratos de escape y de salida psíquica del encierro interno. Pienso en una adolescente que me inspiró para escribir acerca de este tema. Para ella ha sido difícil (a lo largo de su vida) expresarse en palabras. Al principio del tratamiento, hubo largos silencios y pláticas con pobreza de contenido simbólico y afectivo. Cuando comenzó a dibujar, fue una gran sorpresa el contraste de lo verbal con las imágenes que me mostraba, llenas de explosiones visuales y color. Estos dibujos abrieron un camino de exploración invaluable en el tratamiento que estamos construyendo juntas.

 

La pandemia —como las crisis en general— nos ha orillado a ser más flexibles, creativos y adaptables, no solamente para sobrevivir, sino también para que la situación sea una oportunidad de crecimiento y evolución social e individual.

 

Referencias

 

Brakel, L. A. (1993). Shall Drawing Become Part of Free Association? Proposal for a Modification in Psychoanalytic Technique. Journal of the American Psychoanalytic Association, 41, pp. 359-394.

 

Miller, D. (1974). Psychotherapy and Creativity in Adolescents – Some Technical Considerations. The Journal of American Academy of Psychoanalysis, 2, pp. 291-308.

 

Wilson, P. (1987). Psychoanalytic Therapy and the Young Adolescent. Bulletin of the Anna Freud Centre, 10, pp. 51-79.

 

 

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