La envidia y la gratitud en la teoría kleiniana

Por Claudia Foster

Dentro de la teoría kleiniana, la agresión juega un papel constitutivo de la mente. Las personas se relacionan con otras, de forma ambivalente, entre el amor y el odio. El papel endógeno de la agresión parte de una fuente interna. Para Melanie Klein, no es provocada por la realidad externa, aunque también hay posturas opuestas en las que la hostilidad se comprende como resultado de factores ambientales en el desarrollo del niño. Klein más bien, apunta a una agresión interna que es constitucional. 

Por otro lado, la autora escribe sobre la gratitud en la infancia: “Una gratificación plena en el pecho significa que el niño siente que ha recibido de su objeto amado un regalo único que quiere conservar. Esta es la base de la gratitud” (1957/2009, p.118). Para ejemplificar estas ideas, expondré algunos casos clínicos.

Recuerdo una paciente que solía imaginar, durante la pandemia por COVID-19, que quedaría infectada mientras su familia se iba de viaje y nadie se enteraría de su muerte. Sin duda, hay una parte de realidad acerca de la peligrosidad que el virus trajo a nuestras vidas; sin embargo, desde la perspectiva kleiniana, hay pensamientos hostiles. Dentro del análisis, la paciente mostraba coincidencias entre los momentos de angustia (cuando pensaba en ellos) y los momentos donde recordaba que, de niña, sus padres la solían dejar sola en casa para hacer sus cosas; ella se sentía abandonada, excluida y enojada. Así, la paciente no experimentaba hostilidad hacia sus padres conscientemente, sólo una angustia paranoide de morir.

Para Klein, la angustia más profunda tiene que ver con el deseo del niño de atacar el cuerpo de la madre. El niño puede imaginar que el cuerpo de la madre es un lugar peligroso y terrorífico, lo que da origen a la paranoia; o bien, el propio interior del cuerpo del niño es un lugar terrorífico, por la introyección que el pequeño hace de sus objetos peligrosos.

La paciente antes mencionada, al entrar al consultorio en una sesión, me dice: “Mi hermana se va a casar”. Había un clima de negación respecto al tema del casamiento. Dos días después, me dice que ha tenido diarrea desde que salió del consultorio en la sesión anterior. Lo dice con pesar y muy angustiada. Ella misma señaló la relación entre el casamiento de su hermana y la diarrea. La tristeza, la angustia y la diarrea son, en gran medida, consecuencias concretas y persecutorias de las fantasías destructivas, guiadas por los celos y la envidia hacia este casamiento.

Celia Leiberman y Norberto Bleichmar, en El psicoanálisis después de Freud (1989/2017), plantean cómo Klein, en 1957, escribió su teoría sobre la envidia, a la cual se le describe como un impulso agresivo que el bebé siente desde el comienzo de la vida, que es dirigido al pecho de la madre con el deseo de dañar los aspectos buenos y protectores que ofrece este objeto nutricio. Atacar lo bueno y lo valioso: este sentimiento se pone en evidencia y se acentúa, justamente, cuando el niño siente la gratificación. Parecería un aspecto irracional y paradójico de la envidia. Si con nuestro sentido común tendemos a pensar que, ante una situación gratificante reaccionamos con buenos sentimientos, Klein viene a complejizar esta idea, señalando el proceso contrario. La envidia ataca lo que el otro nos ofrece porque no podemos tolerar que esas capacidades sean ajenas, aun en el caso de que seamos los beneficiarios (1957/2009, p.149-150).

Veamos otro caso: una paciente con fallas en el desarrollo temprano tenía dificultades para enriquecerse de lo que los demás podían brindarle. Por ejemplo, su pareja quería regalarle un viaje al extranjero, pero ella le dijo que no podría ir porque tenía mucho trabajo en su oficina. Además, decía sentirse extraña respecto a que un hombre la invitara, con todo el gasto que eso implicaba. A la vez, tiempo atrás, la paciente criticaba a su madre por no aceptar un viaje a Japón que deseaba regalarle.

La paciente quedó identificada con su madre en cuanto al rechazo del viaje a Japón. El trato sádico que se le hace a los objetos, también se le hace al propio yo. Además, se observa un conflicto de competencia con los hombres, ya que no toleraba que su pareja la invitase. Así, la envidia matizaba sus relaciones. Rechazar el viaje al extranjero no sólo se ve como un acto que hizo la madre, sino como uno que representa a un objeto interno que repudia lo que los demás pueden darle.

Klein había mencionado esporádicamente desde los primeros momentos de su obra la existencia de sentimientos envidiosos ligados con la voracidad. Son fantasías de robar, vaciar y destruir el cuerpo de la madre. En su trabajo de 1957, incluye la envidia como un elemento psicológico muy importante en el desarrollo temprano; la denomina primaria, vale decir que está dirigida al pecho de la madre, primer objeto con que se vincula la mente del bebé. Esta es una de las ideas más controvertidas del pensamiento kleiniano. (Bleichmar, 1989/2017, p. 151).

Esta misma paciente, con marcados sentimientos de envidia, un día me dijo: “Fíjese que ayer fui a tomar café con una amiga y me dijo que me nota diferente, que mi semblante es distinto y que tengo más brillo en mis ojos. Me parece que algo de eso tiene que ver con mi trabajo aquí, con usted”.

A pesar de los intensos sentimientos de envidia de la paciente, aparecían en el análisis intentos de agradecimiento hacia mí. ¿Qué me agradecía?: poder abordar su realidad psíquica; la atención y la interpretación; mi abstinencia; el poder reconocer sus sentimientos y hablar claramente de ellos. En resumen, creo que me agradecía por hacer mi trabajo. Aparecían sentimientos amorosos en ella, a pesar de la fuerte agresión y envidia que experimentaba.

Así, en la clínica, la agresión no se elimina del todo, pero sí se atenúan de forma considerable las defensas rígidas contra esta. La escisión entre el amor y el odio será menos marcada a través de la interpretación de la transferencia negativa y de las fantasías hostiles del paciente. (Ortiz, 2011, p. 34).

Para lograr disminuir la agresión, se requiere del acompañamiento minucioso y comprometido del analista, así como del deseo del paciente por explorar los objetos internos, externos y fantasías inconscientes, entre muchos otros factores que enriquecen un buen análisis.

 

Referencias:

Bleichmar, N. y Leiberman, C. (2017). El psicoanálisis después de Freud. Paidós. (Obra original publicada en 1989).

 

Klein, M. (2009). Obras completas. Envidia y gratitud y otros trabajos (vol. I). Paidós. (Obra original publicada en 1957).

 

Ortiz, E. (2011). La mente en desarrollo. Paidós.

 

 

 

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