El maltrato infantil y el contexto del confinamiento

Por Alba Leticia Pérez Ruiz

Desde hace mucho tiempo, uno de los problemas que aquejan a la sociedad a nivel mundial y conlleva graves consecuencias en el ámbito individual, familiar y social ha sido el maltrato infantil; es decir, la agresividad que es dirigida hacia los niños y la cual tiene diferentes tipos de manifestaciones. En muchas ocasiones los adultos no se percatan de que un niño está mostrando señales de algún tipo de maltrato; incluso los mismos perpetradores no son conscientes de las implicaciones de sus actos. Por ello es importante conocer las formas que el maltrato infantil puede adoptar.

Este puede ser físico, psicológico o emocional, por abandono o negligencia, por abuso sexual y como testigo expuesto a la violencia. Puede ocurrir en distintos contextos y uno de ellos es la familia.

La actual situación de aislamiento a causa de la pandemia ha puesto toda la atención en la COVID-19 y justo ahora nos preguntamos, sobre todo en el contexto familiar, qué pasa con el bienestar de los niños en estos tiempos. En el aislamiento los niños pueden protegerse del virus, pero también pueden quedar expuestos a otros riesgos. El confinamiento crea un escenario donde la violencia intrafamiliar se puede generar o puede intensificarse si ya se estaba manifestando.

A raíz de los cambios y restricciones que se han impuesto por la pandemia, como el cierre de las instituciones educativas, el hacinamiento en espacios pequeños, la modalidad de estudio en línea, la imposibilidad de ver a los amigos y parientes queridos, el aumento del estrés en los padres o cuidadores por los cambios laborales y las dificultades económicas, la convivencia ininterrumpida con los hijos y la carencia de acceso a los servicios médicos, entre otros, han incrementado la probabilidad de maltrato hacia los niños.

Sentimientos de frustración, impotencia, irritabilidad y desesperación en los adultos generados por el contexto del confinamiento, aunados a sus propios rasgos de personalidad y a factores culturales, pueden contribuir a que actúen negativa e impulsivamente frente a ciertos comportamientos o demandas de los niños cuando estos hacen ruido, lloran, no obedecen, no hacen sus tareas, etc. En estos casos, si acostumbraban a utilizar métodos de castigo físico o psicológico, estos se pueden incrementar; si no los había, ante la situación emocional del adulto pueden surgir. El maltrato físico se puede identificar en el daño externo o interno del cuerpo, pero el maltrato emocional es más difícil de identificar. Este tipo de maltrato psicológico se puede manifestar en el rechazo afectivo directo, la indiferencia, la devaluación, la amenaza, el provocarle temor e incluso hasta el completo abandono emocional.

El abuso sexual infantil implica cualquier acto que involucre a un niño en una actividad de tipo sexual, por lo que no necesariamente tiene que haber un contacto físico; incluye, por ejemplo, comportamientos exhibicionistas. A veces los niños pueden ser víctimas de abuso sexual y no tener conciencia de ello. El abuso implica una situación de poder y trasgresión por parte del adulto. Resulta difícil reconocer que en muchos casos el abusador es parte de la familia. El secreto juega un papel importante en este tipo de maltrato y una situación de aislamiento lo favorece más.

La negligencia implica cualquier situación en la que el adulto prive al niño de la atención, supervisión o cuidado requeridos para su desarrollo y bienestar; por ejemplo, el hecho de no llevar a un niño a los servicios médicos con el pretexto del confinamiento o no proporcionarle la alimentación adecuada o servicios educativos. 

            La exposición a la violencia puede ser una situación común en el hogar durante el confinamiento, lo cual abarca el hecho de ser testigo de peleas y agresiones entre los padres.

            Todas estas manifestaciones de maltrato pueden tener graves consecuencias en el bienestar físico y emocional del niño. Existe evidencia de que repercuten en el ámbito afectivo, intelectual y social. Se afecta la autoestima, se generan sentimientos de inseguridad, vergüenza, culpa y autodevaluación. Puede haber depresión, retraimiento, agresividad, temor, conductas autodestructivas y hasta tendencias suicidas. Por ello es muy importante tener conocimiento del estado emocional de los niños e identificar las situaciones de maltrato, ya que esto posibilita la búsqueda del apoyo de profesionales en favor del bienestar infantil, sobre todo en estos tiempos de confinamiento. 

 

Referencias

Cohen, S. (2010). Infancia maltratada en la posmodernidad: teoría, clínica y evaluación. Buenos Aires: Paidós.

 

 

 

 

 

 

 

 

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