El lapsus y sus significados: la utilidad de las formaciones del inconsciente

Por Mariana Castillo López

El inconsciente es un concepto que se ha convertido en parte del dominio general, pues se ha integrado al vocabulario común, pero ¿cómo sabemos de su existencia? ¿Qué aspectos de la vida cotidiana podemos tomar como evidencia de los aspectos ocultos e inaccesibles de la mente? Estas mismas interrogantes llevaron a Sigmund Freud a centrar gran parte de sus escritos iniciales en documentar y describir ampliamente aquellos fenómenos, presentes en todas las personas, que dan cuenta de la fuerza de lo inconsciente.

En los artículos integrados en Psicopatología de la vida cotidiana (1901) se observa entre líneas la intención de Freud de demostrar, ante los ojos incrédulos de la comunidad científica de aquella época, la universalidad de sus hallazgos, al mostrar que ningún ser humano se escapa del dominio de las partes ocultas de la mente. Se basó, por un lado, en el principio de causalidad psíquica, referente a la idea de que cada cosa que hacemos, cada pequeña actividad de nuestra vida, responde a una fuerza interna poderosa que se une a los deseos de la sexualidad infantil buscando satisfacerlos, es decir que nuestros pensamientos, actos u omisiones tienen una razón de ser que es desconocida a primera vista, pero, al ser indagada, muestra sus raíces.

Freud fue el primero en demostrar que tienen una significación oscura relacionada con la motivación inconsciente de quien las comete, más allá de la creencia popular de que las equivocaciones son mera coincidencia y que carecen de importancia.

Las llamadas formaciones del inconsciente, es decir, los actos fallidos, los sueños, los lapsus o deslices del habla y la escritura, los recuerdos encubridores, el olvido de nombres propios o de palabras que tenemos en la punta de la lengua, pero que, por más esfuerzo que hagamos, no es posible recordar, son reconocidas como vías de acceso al material inconsciente; sólo a través de ellas y de los síntomas neuróticos podemos tener noticia de las raíces de los deseos que buscan su satisfacción, aunque sea de manera parcial.

La mayoría de las personas pueden encontrar ejemplos en ellos mismos: todos nos equivocamos al hablar enunciado mal el nombre de alguna persona, por ejemplo, intercambiando una letra por otra, alterando así el sentido consciente de lo que buscamos comunicar, pero dando salida a elementos y causas inconscientes que se imponen.

Freud mismo se encarga de darnos innumerables ejemplos, como el de la mujer que al hablar de la salud de su marido dice: “Él puede comer y beber todo lo que yo quiera” (intentando decir “todo lo que él quiera”). Podemos tomar otros como el caso del hombre que en la ceremonia de su boda cambia “sin querer” el nombre de su prometida diciendo en su lugar el de su exnovia; o el del niño pequeño que se equivoca llamándole a su maestra “mamá”, lo que provoca la risa de sus compañeros.

Existen otras formas más sutiles, como el caso de un joven que al relatar un sueño a su analista cambia la palabra niño por niña, sonrojado nota el error y da oportunidad de revisar a partir de ese detalle una serie de fantasías homosexuales y de su oculto deseo de haber nacido mujer. Una mujer con tendencias depresivas tenía a menudo una equivocación: cuando intentaba decir “Me voy a dormir”, no podía controlar que de sus labios saliera la frase “Ya me voy a morir, digo, a dormir”. En este caso, en su mente había una conexión entre morir y conciliar el sueño, por lo que, como es de esperarse, padecía un terrible insomnio.

En lo inmediato de los ejemplos se puede intuir la relación tan apegada que existe entre las palabras, el lenguaje y lo inconsciente. En cuanto a la formación de estos fenómenos de la vida cotidiana se piensa, a partir del psicoanálisis, que surgen de un enfrentamiento entre dos fuerzas contrarias: por un lado, los deseos inconscientes y, en oposición, la prohibición de ese deseo que encuentra la forma de salir a la luz muy a pesar de las resistencias. Es por ello que comúnmente escuchamos de las personas: “No quise decir o hacer tal cosa, pero me ha traicionado el inconsciente”.

La importancia del lenguaje y el peso de las palabras, el orden y lugar que ocupan en los discursos se convierten en una herramienta invaluable para la comprensión profunda de la mente. Algunas escuelas psicoanalíticas posteriores a Freud, como la de Jaques Lacan, ponen énfasis en la estructuración del inconsciente, en el sentido de las palabras, su sonoridad y sobre todo resaltan la importancia de escuchar atentamente el discurso del paciente, respetando el idioma en el que se enuncia. Muchos de estos deslices del habla se generan a partir de la conjunción o unión de dos palabras que juntas generan una nueva, carente de significado para la lengua general, pero que sin duda lo tienen para el hablante.

Para ejemplificar lo anterior tomaremos lo citado por Freud con respecto a un hombre joven que se dirige a una mujer a quien ve en la calle: “Si usted lo permite, señorita, quisiera yo acomtrajarla. El hombre se percata de su error impactado por la confusión de haber querido decir acompañarla y que en su lugar haya surgido una palabra inexistente que a él en particular le hace pensar, por la terminación, en ultrajarla, lo cual revela, a pesar de ser un caballero, sus ocultos deseos de poseerla.

Con respecto al significado de los lapsus, es importante aclarar que tienen un sentido único que sólo la persona de la que surgen está en posibilidad de aclarar a partir de sus ideas y asociaciones, que poco a poco irán develando su intencionalidad. Los significados se generan desde la particularidad y la historia de cada persona. La utilidad de las formaciones del inconsciente recae, por un lado, en que al sujeto le ofrecen una pequeña satisfacción de sus deseos más profundos y, por otro lado, en la clínica psicoanalítica permiten al analista y al paciente internarse en la comprensión de tales aspiraciones.

Referencias

Freud, S. (2012a). Obras completas, 6: Psicopatología de la vida cotidiana (1901). Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (2012b). Obras completas, 8: El chiste y su relación con lo inconciente (1905). Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (2012c). Obras completas, 15: Conferencias de introducción al psicoanálisis (partes I y II) (1915-1916). Buenos Aires: Amorrortu.

Laplanche, J. Pontalis, J. B. (2008). Diccionario de psicoanálisis. México: Paidós. (Obra original publicada en 1967.)

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