El agente topo: la vida en un parpadeo, la vejez y sus duelos

Por Ana Livier Govea L.

 

Maite Alberdi (directora de cine, guionista, directora de fotografía, productora y crítica de cine chilena) nos presenta un inteligente acercamiento a una verdad incómoda: la soledad en la vejez. El agente topo es un documental de ficción que se perfiló como uno de los favoritos en los premios Goya y Oscar. Un filme, en apariencia sensible, se convierte en un bocado difícil de deglutir, de esos que atragantan en una especie de nudo que hace humedecer los ojos, ya sea de impotencia, de tristeza o por sobrada crudeza.

El agente topo nos obliga a mirar a través de una lupa detectivesca, al mero estilo Dick Tracy octogenario, una realidad que en muchos sectores se ha convenido ignorar: la realidad de la desvalorización del adulto mayor; del adulto jubilado; de la mujer que ha perdido su capacidad reproductiva; de aquellos hombres y mujeres que han sido relegados por el sistema capitalista (y familiar), en tanto han perdido su facultad de producir; de aquellos que han sido despojados (frente a los ojos de una sociedad consumista) de “su utilidad”; de ese adulto mayor que, en muchos contextos, ha sido desechado, olvidado y depositado “en algún lugar».

Esta película, sensiblemente elaborada, combina la ficción narrativa con el estilo documental. Nos cuenta la historia de un detective insólito que tiene a su cargo investigar, como agente encubierto, el pasar cotidiano de los días en un asilo para ancianos. Su misión: esclarecer el misterio sobre si una de las internas recibe maltratos por parte del personal, como ella denuncia. Nuestro protagonista tiene más de ochenta años, usa trajecitos que cubren un cuerpo esmirriado, en declive y arrugado, débil por momentos, pero sólido para contener un espíritu vigoroso (algo poco usual de mirar en las producciones cinematográficas típicas, que exaltan la juventud, la belleza, la estética superficial). No es un agente certificado, no pertenece a la CIA o al FBI. Es un hombre viudo qué asume con entero compromiso esta aventura con la finalidad de sentirse útil y mantenerse ocupado, sentirse relevante y salir de la áspera soledad frente a la muerte.

El agente topo nos lleva a hurgar en las historias personales de varios de los ancianos qué han encontrado en ese lugar de acogida un hogar, conformado por mujeres en un porcentaje superlativo. Y es que, frente a estas escenas, uno queda sensibilizado, aturdido y atolondrado por ese (bien recibido) jalón de orejas ante la ceguera que socialmente se ha interpuesto y que impide mirar a estos sujetos y no como objetos.

El detective descubre que el abandono comienza por la familia misma y germina, poco a poco, hasta llegar al abandono institucional, el cual se refleja en las paredes despintadas, los insumos deficientes y las habitaciones insalubres. Este filme nos obliga a cuestionar la normalización de la soledad y el abandono en la vejez, pero sobre todo, ofrece un replanteamiento de ese tema escabroso, silenciado y negado: la vejez y cómo nos situamos frente a ella, ya que parece que incurrimos en un horror proyectivo hacia el envejecimiento latente en todos nosotros.

¿Cuáles son los estereotipos que rodean estas figuras en la actualidad? ¿Vejez en sinónimo de deficiencia? ¿Qué tipo de pérdidas se experimentan en este momento vital? ¿Cómo piensa el psicoanálisis los duelos de esta etapa? ¿Existirán distintas maneras de envejecer?

Y es que la vejez es una fase en la cual prevalece la pérdida, el riesgo y la anticipación de pérdida como lo más dominante, tanto en el mundo interno como en el mundo externo. Esto nos permite comprender por qué la depresión se constituye como la patología prevalente en esta etapa y por qué una serie de descompensaciones que se desatan (como los cuadros de ansiedad) pueden relacionarse con la anticipación de la pérdida, es decir, la angustia de anticipación de la muerte.

Ahora bien, el estudio y el abordaje de la vejez suele enfocarse en sus aspectos más negativos y sombríos (Powell Lawton, 1990). Es importante pensar la crisis de la edad avanzada como un conflicto en el que se juegan y entrelazan factores que pueden influir en este ciclo vital, como son: la pérdida, la separación y la falta. Estos tres factores, íntimamente correlacionados, llenan una función estructurante para el self y se hacen bastante vulnerables en la edad avanzada, tanto en función de la historia previa como de las circunstancias actuales de las personas mayores.

Por tanto, la vejez implica ciertos desafíos psíquicos que tienen que ver con la resignificación de la historia familiar y generacional, la posibilidad de aceptar la delegación a las nuevas generaciones, la valoración diferente del presente, la resignificación del pasado y del futuro, que están en un conflicto permanente.

Si pensamos en la vejez como una fase en la cual prevalece la pérdida, toda pérdida conlleva una tensión y una herida narcisistas, de intensidad variable. La pérdida implica una separación. Sin embargo, idealmente, algo de lo separado debe conservarse en el mundo interno como inscripción, memoria positiva, o una mezcla de nostalgia e ilusión. Por tanto, surgen las preguntas: ¿cómo mantener y enriquecer la autoestima del anciano?, ¿cómo minimizar las tendencias reactivas ante las heridas narcisistas frente a la pérdida y la falta, al desinvestimiento del mundo objetal que lo incluye a él mismo como objeto?, ¿cómo mantener un equilibrio narcisista adecuado en los sujetos que, por su historia y sus circunstancias actuales, no pueden vivir estas alteraciones como cambios cualitativos compensables, por lo que únicamente los abordan desde la perspectiva de la «disminución», gracias a la equívoca y habitual retórica sobre la vejez?

 

 

Referencias

Erroteta Palacio, J. M. (2008). Hilflosigkeit (el proceso de duelo por el desvalimiento humano). Revista de psicoanálisis, 54(8), pp. 69-93.

Arensburg, B. (1994). Vejez, pérdida, separación y falta. Revista de psicoanálisis de Madrid. Aspectos clínicos del envejecer. Una visión desde la práctica psicoanalítica, 20.  

Powell Lawton, M. (1990). An environmental psychologist ages. Altman, I. y Christense, K. (eds.). Environmental and Behavior Studies: Emergence of Intellectual Traditions (pp. 339-363). Plenum Press.

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