Depresión en el arte

Por Ana Livier Govea

 

Innumerables son los cuestionamientos en relación con la actividad creadora, la capacidad creativa del artista, las afecciones emocionales, la locura y su relación con la genialidad (si es que existe alguna). Los supuestos sobre la depresión como catalizador purificante de los procesos creativos en el artista atormentado son bastante comunes.

Estos planteamientos no son novedosos, pues el mismo Aristóteles, en su texto Problema XXX (El hombre genial y la melancolía), afirma: “Todos los hombres excepcionales son melancólicos” (en Peretó, 2012, p. 214). Esta condición obedece, según el Estagirita, a causas físicas (un exceso de bilis negra) y, por tanto, todos aquellos que tengan este exceso participarán también de la excepcionalidad que está reservada a los grandes personajes. Entonces, existe una relación entre la melancolía y la genialidad y, por tanto, sería esta condición humoral algo deseable. Aristóteles no solo entendía a la melancolía como una tristeza idealizada e inofensiva que, en ocasiones, cubría con un halo de seducción y misterio al artista (idea que reaparece y perdura en el Renacimiento y en el Romanticismo), sino que aseguraba que se debía a la mezcla de los humores, los cuales definirían la personalidad. Hoy sabemos que el tormento, la melancolía y el abatimiento corrosivo poseen un aspecto sufriente y doloroso para quien padece esta condición.

La melancolía, según Aristóteles, se debía a un exceso de bilis (-colia) negra (melan-) en el cuerpo. Creía que este humor se encontraba en todos los hombres, aunque no se manifestara del mismo modo. Pensaba que el humor se alteraba por ciertas causas: por un problema digestivo, por cambios transitorios entre el frío y el calor, o bien, por una preponderancia del humor melancólico sobre los demás, debido a una cuestión constitutiva del sujeto. En el primer caso, aparecerían las enfermedades melancólicas (epilepsia, parálisis, depresión, fobias) y, en el segundo, el hombre melancólico por naturaleza.

El humor melancólico que se relacionaba con la bilis negra evocaba el lado oscuro del hombre, el cual pone al cuerpo en un estado de tensión que da lugar a una variedad de conductas. Esta tensión, vinculada al humor melancólico, involucra facilidad para recordar, imaginar y escribir. Aquí, la melancolía se destaca como algo positivo y sería como “un don para la creatividad” o “la alegría de estar triste”. Se establece un vínculo entre inspiración, genio y locura, a partir del término melancolía (Pérez Álvarez, 2012).

Así, ya desde esos tiempos se ha relacionado al genio artístico con los padecimientos del alma. Más adelante, con Diderot, se solidifica la idea de que el artista es un ser excéntrico e inestable, un inadaptado poseído por su tormento y exorcizado en cada obra.

En la Edad Media, la concepción sobre la melancolía cambia; ya casi no se la vincula con un nivel excepcional en el sujeto y, por el contrario, se le considera como una enfermedad y se le asocia con el pecado de la acedia, la cual tenía una variedad de sentidos relacionados con la aflicción, la dejadez, la tristeza, el desánimo y la pereza. De hecho, la acedia, bajo la modalidad de pereza, se incluyó entre los pecados capitales y se la vinculaba con el trinomio: tristeza-aflicción-desesperación. También se le consideraba, en términos de negligencia, ociosidad e indolencia (Pérez Álvarez, 2012).

En el Renacimiento, la melancolía se vinculaba con la ampliación de la conciencia de sí mismo, con acento en la sensibilidad para apreciar las cosas del entorno. La melancolía como estado de ánimo tiene que ver con la tristeza sin causa. Es común observar los estados melancólicos personificados en las artes, en donde se encapsula a la melancolía en el ensimismamiento reflexivo.

 

Melancolía 1. Alberto Durero

Durante los siglos XIX y XX se da una gran transformación en la concepción de la melancolía. Por una parte, en el ámbito de la literatura se transforma en aburrimiento, mientras que en el contexto clínico, en depresión. En este contexto, fue definida como un estado de depresión mental en el que la tristeza no está justificada; por lo tanto, la melancolía terminaría por ser un subtipo de la depresión.

Desde la clínica de esa época, algunos autores definieron la depresión como un estado opuesto a la excitación, consistente en una reducción de la actividad general, la cual produce, desde fallos menores en concentración, hasta la parálisis total. También, en esta época aparece el abordaje psicoanalítico con las aportaciones de Freud.

En su ensayo “Duelo y melancolía”, compara el estado depresivo que surge por un duelo y el estado depresivo que surge en la melancolía. De acuerdo con este autor, la melancolía pareciera ser una depresión profundamente dolorosa, en donde existe una suspensión del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda actividad y la disminución del sentimiento de autoestima que se manifiesta en autorreproches (Freud, 1917/1992). Tanto el duelo como la melancolía implican una reacción a una pérdida, pero en el duelo, la pérdida es conocida, mientras que en la melancolía es inconsciente, pues se refiere a un objeto investido narcisistamente e incorporado en el yo. Es decir, hay una identificación narcisista y una ambivalencia con y hacia este objeto perdido, donde predominan el odio y la destructividad (Freud, 1917/1992). Este texto es fundamental en la literatura psicoanalítica para poder entender lo que llamamos trastornos depresivos.

Ahora bien, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión es un trastorno mental frecuente que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración. El DSM-V contiene su apartado “trastornos depresivos” y propone distintas variantes de esta condición patológica. Por ejemplo, trastorno depresivo mayor y trastorno depresivo persistente o distimia. El deprimido tiene un ánimo decaído, aletargamiento, falta de apetito y afecciones somáticas, por mencionar algunos síntomas. El diagnóstico, así como su duración e impacto en la vida del individuo, dependerá de la gravedad de estos.

Entonces, ¿el arte de Sylvia Plath, Virginia Woolf, Alejandra Pizarnik, Ernest Hemingway, Honoré de Balzac, Gustave Flaubert, Emil Cioran, Edgar Allan Poe o Joseph Conrad proviene necesariamente de los estados afectivos perturbados y obnubilados por la depresión, o bien, su capacidad creadora procede de múltiples componentes?, ¿es la capacidad artística creadora la pareja creativa indomable de la depresión o la melancolía?

Ludwig van Beethoven, encerrado en el dolor de la sordera, pasó gran parte de su vida dominado por un tono depresivo, con accesos de cólera y rasgos geniales. Claude Monet experimentó el abatimiento que precede a los momentos de intensa creatividad, exiliado de su estudio. En los lienzos del primer periodo de Edvard Munch se palpa el sufrimiento devenido de la muerte y la enfermedad; por ejemplo, en “Amor y dolor”, “Ansiedad” y “El grito” (1893-1894).

 

Melankoli, 1894. Edvard Munch

Y es que, a decir verdad, en la historia del arte encontramos incontables nombres de artistas deprimidos, ansiosos, iracundos, maníacos o melancólicos; también encontramos estas mismas condiciones sintomáticas y estructurales en personas que, pese a padecer la patología, no son creadores, ni creativos, ni artistas. Por lo tanto, el padecimiento psíquico quizá no sería condición única, necesaria y determinante para poder afirmarse y erigirse como un genio innovador. Antes bien, la depresión, así como otras perturbaciones psíquicas, deberá tomarse en serio, a la luz del conocimiento actual, para su pronta detección e intervención oportuna.

 

Referencias

Brenot, P. (1998). Le génie et la folie. En peinture, musique et littérature. Plon.

Sandblom, P. (1992). Enfermedad y creación. Cómo influye la enfermedad en la literatura, la pintura y la música. Fondo de Cultura Económica.

Peretó Rivas R. (2012). Aristóteles y la melancolía. En torno a Problemata XXX,1. Contrastes. Revista Internacional de Filosofía, 17, pp. 213-227.

Freud, S. (1992). Duelo y Melancolía. Obras Completas (vol. 14, pp. 235-255). Amorrortu editores. (Obra original publicada en 1917).

Pérez Álvarez, M.   (2012). Las raíces de la psicopatología moderna. La melancolía y la esquizofrenia. Ediciones Pirámide.

Organización Mundial de la Salud. (s.f.). Temas de salud. Depresión. Disponible en: https://www.who.int/es/health-topics/la-d%C3%A9pression#tab=tab_1

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