Cuando la autoexigencia nos enferma

Por Raquel Vega

 

La relación mente-cuerpo es un fenómeno complejo e innegable, pues son nuestras emociones, fantasías y conflictos los que pueden contribuir a la preservación o deterioro de nuestra salud. En este artículo me gustaría hablar de la autoexigencia, emoción que se relaciona con la idea de cumplir un ideal que, a menudo, es sobrehumano, pues lo deseable es cumplir con todo no solo de la mejor manera, sino a la perfección; la demanda interna es no flaquear ante situaciones difíciles e incluso dolorosas. Detrás de la autoexigencia, puede haber una idea de “fortaleza”, entendida como un estado donde “nada afecta” y con todo “se puede”.

Este fenómeno fue nombrado por el psicoanalista David Liberman (1986) como “sobreadaptación”: las personas sobreadaptadas sufren de cordura, pues tienen una capacidad de trabajo sin medida y presentan una desconexión importantísima con sus limitaciones y necesidades. Se trata de personas en cuya autoexigencia predomina una fantasía de omnipotencia, donde el sujeto (específicamente, su cuerpo), es invulnerable.

En estos casos, se puede pensar en la enfermedad como una señal de alerta que el cuerpo emite, pues hay una ruptura entre la sobreadaptación y la realidad exterior. Dicha señal es de suma importancia para el terapeuta, ya que, en el trabajo analítico, podemos tratar de entender su significado simbólico. Sin embargo, es común que, para la persona autoexigente o sobreadaptada, la enfermedad no tenga ningún significado y solo le interese aliviar su malestar o eliminarlo. De hecho, en consulta no son raros los casos de pacientes que llegan a terapia porque sus doctores los han enviado, aunque ellos refieren estar bien en la esfera emocional: tienen un trabajo, una familia, han logrado ciertas cosas y no tienen grandes problemas.

Una descripción que hace Liberman de este tipo de individuos menciona que todo lo hacen a fondo y que suelen asumir la responsabilidad de las iniciativas que proponen los demás. Cuando padecen de alguna enfermedad o perturbación somática, al contrario de los hipocondríacos, tienden a subestimar la situación. Si acaso deben interrumpir sus actividades para atender algún un cuadro somático, buscan reanudarlas rápidamente. Seguro has conocido o sabido de personas que no cumplen con el tiempo de reposo recomendado por su médico después de algún accidente o procedimiento quirúrgico y quieren volver a rendir de la misma manera que cuando se encontraban en buenas condiciones de salud.

Como ya mencionamos, Liberman notó que estas personas a menudo llegan al análisis por la insistencia de algún médico, pero también pueden presentar cierto interés intelectual, ya que piensan que el tratamiento les resultará de utilidad para aumentar su rendimiento de trabajo y perfeccionar la fachada de alguien que se sobrepone a todas las contingencias, imagen que les preocupa conservar y mejorar.

Es interesante darse cuenta de que las personas que se exigen fortaleza, salud y perfección caen en una contradicción, pues, por un lado, pareciera que hay que sobrevivir y adaptarse a esta sociedad, la cual muchas veces enaltece que alguien se presente a trabajar y rinda bien, aun cuando tiene 38 °C de temperatura; sin embargo, para hacerlo, es necesario callar aquellas señales que indiquen alguna necesidad emocional.

En una cultura en la que rendir en el trabajo, la familia, la vida en pareja y una lista interminable de cosas, se vuelve una demanda cotidiana, el sujeto se juega a sí mismo al acceder a ser la persona que lo arregla todo, que todo lo puede y a la que nada le pasa.

 

Referencias:

Liberman, D., Grassano de Piccolo, E., Neborak de Dimant, S., Pistnier de Cortiñas, L. y Roitman de Woscoboinink, R. (1986). Del cuerpo al símbolo: sobreadaptación y enfermedad psicosomática. Trieb.

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