¿Qué expresan los berrinches? ¿Nos comunican algo?

Por Denise Block

 

La primera vez que enfrenté un berrinche de uno de mis hijos, recordé las sabias palabras de una amiga: “Existen dos tipos de padres: aquellos, cuyos hijos se tiran al piso del centro comercial para pedir a gritos que se les compre un dulce, y otros, a quienes todavía no les pasa”. Parece no importar el tipo de crianza que llevemos a cabo; es inevitable que llegue el día en que nos convirtamos en la mamá o el papá que trata de calmar una pataleta.

Existen muchas teorías que explican por qué los niños hacen berrinches y la mayoría llegan a la conclusión de que se relacionan con la baja tolerancia a la frustración y con la falta de la capacidad para expresar verbalmente los estados emocionales.

Annie Anzieu (1998/2006) nos explica que la infancia es el escenario de la frustración constante. ¿A qué se refiere? Muchos de nosotros tendemos a idealizar la infancia y pensar que se caracteriza por la capacidad de jugar y expresarse con más libertad. Esta autora pone de manifiesto lo difícil que es para los niños estar a merced de la voluntad de los adultos, así como lo dolorosos que resultan los famosos: “No te mandas solo” y “Mientras vivas en mi casa, harás las cosas como yo digo”.

El no poder hacer o tener lo que quiero cuando lo quiero, implica una carga fuerte de dolor mental, pues el niño se da cuenta de que existe un adulto que le dice cuándo es hora de dormir, qué ropa tiene que usar y cuándo es o no momento de comer una golosina. Este “no” de los adultos produce, en la mayoría de los niños, una fuerte frustración que, como ya mencioné, no pueden detectar ni expresar verbalmente.

Frente a un mundo que les impone límites, los niños fantasean con crecer, hacerse ricos y estar por encima de mamá y papá. Por eso, disfrutan tanto los juegos como Roblox o las visitas a Kidzania, donde despliegan la fantasía de vivir en un mundo para niños, conseguir dinero y poner las reglas. Como lo anterior es imposible en la vida real, resulta importante saber que los berrinches comunican algo y que podemos aprender a manejarlos mejor.

Una de las tareas más importantes de los padres es prestar a los hijos la capacidad de pensar y ayudarles a poner en palabras lo que le sienten. Esta tarea suena fácil, pero la verdad es que tiene sus retos, sobre todo cuando un berrinche nos agarra desprevenidos o en una situación incómoda; por ejemplo, a la hora de recogerlos de casa de un amigo.

Algunos papás ceden de inmediato, con tal de parar el berrinche, y compran un juguete, un dulce o dan un permiso con el que no estaban de acuerdo, lo que transmite al niño el siguiente mensaje: “Lo que tienes que hacer para conseguir lo que quieres es gritar y patalear lo más fuerte que puedas; papá y mamá cumplirán todos tus caprichos”. Si lo pensamos, esto dota al niño de un poder muy angustiante, ya que se le da una visión bastante distinta del mundo al que, tarde o temprano, tendrá que enfrentarse, el cual les impondrá muchas otras reglas, límites y frustraciones. Lo recomendable es aguantar un poco más, enseñarle nuestra capacidad para pensar la situación, comunicarle (con paciencia) que entendemos su frustración y dolor, pero que, en esta ocasión, “no” es “no”.

Los límites claros y concisos, además de molestar, le aportan al niño seguridad, y le ayudan, gradualmente, a incorporar la capacidad para autorregularse, calmarse, pensar lo que le pasa y ponerlo en palabras. Cuando se repiten estas experiencias, contribuyen a que el niño ejercite y fortalezca su capacidad para tolerar la frustración. 

 

Referencias:

Anzieu, A. (1998). Cómo se les habla a los niños. En: Geissmann, C. y Didier, H. (2006). El niño, sus padres y el psicoanalista. Síntesis, pp. 129-146.

 

 

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