Comprensión contra anestesia: una perspectiva desde la psicoterapia infantil

Por Emmanuel Chilpa

La anestesia no es mala en sí misma, en realidad, logra encontrar su justo papel en el amplio espectro de la clínica configurándose no sólo como un elemento que favorece la intervención del profesional, sino como un factor necesario, claro, por momentos. A nadie le gusta el dolor emocional, pero es natural ‑además de muy tentador‑ querer y creer haber encontrado métodos rápidos, fáciles y simples para eliminar aquello que nos aqueja. Aunque, evidentemente, es mayor la urgencia de alivio cuando los afectados son nuestros hijos pequeños. Sin embargo, cuando la anestesia emocional se traduce en el eje cardinal de operación en la vida cotidiana, o como pseudo-actividad terapéutica, nos perdemos de una amplia gama de posibilidades para conseguir el bienestar de nuestros niños.

Solemos encontrar alternativas para no reconocer como nuestros aquellos elementos que nos desagradan o lastiman. Por ejemplo, antes de pensar en que tenemos un conflicto de celos, preferimos decir que es el mundo quien está en nuestra contra y que nunca nos toman en cuenta, damos excusas de cómo los demás han tenido una vida más fácil. Así como, en lugar de aceptar que posiblemente tenemos expectativas muy altas, elegimos echar en cara que la gente nos decepciona, o bien, nuestras tareas realizadas se vuelven poca cosa cuando nos domina un clima de comparación constante.

Estos libretos existen en nuestra cabeza y también en la de los pequeños, y sirven como anestesia, pero no resuelven realmente nada. Al ser características propias, podemos decidir evadirlos o hacernos cargo de ellos. Un gran descubrimiento de la psicoterapia infantil es que hay alternativas para ampliar la gama de posibilidades de reacción de los niños y también para desarrollar ‑y robustecer‑ los elementos que los lleven a tener una vida menos restrictiva y angustiante.

Una de nuestras tareas es dejar de pensar en la ausencia de dolor como equivalente de salud o bienestar; por ejemplo, recordemos que la fiebre “comunica” algo de nuestro cuerpo que no es necesariamente la enfermedad. De igual manera, en el trabajo clínico con niños, el binomio síntoma-dolor no debe relacionarse con la idea de “algo malo”, pues ofrece un campo mucho más amplio, ya que expresa “ese algo” que será desvelado en el trabajo de psicoterapia.

Es bastante común que exista una anestesia de tipo “no pasa nada” no sólo en aquellos que necesitan ayuda profesional, sino en los propios padres de pequeños que requieren psicoterapia. No es fácil enfrentar carencias personales y menos si afectan a aquellos que amamos, por lo tanto, llevar a los hijos a psicoterapia infantil no es un acto de reconocer negligencia, incapacidad, al contrario, es una gran demostración de cuidado, generosidad y humildad.

Referencias

Leiberman de Bleichmar, C., y Bleichmar, N. (2001). Terminación del análisis de niños. En Las perspectivas del psicoanálisis (pp. 205-212). México: Paidós.

Ortiz, E. (2011). La mente en desarrollo. México: Paidós.

Segal, H. (1992). Introducción a la obra de Melanie Klein. México: Paidós.

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