Cómo interpretar el bajo rendimiento escolar desde una perspectiva emocional

Por Guillermo Nieto Delgadillo

 

El bajo rendimiento escolar suele generar una serie de malestares tanto en la persona que lo tiene como en su círculo más cercano. Maestros y padres de familia muestran, ya sea enojo o preocupación, ante las calificaciones del niño o adolescente.

Desafortunadamente, cada vez es más común que ese bajo rendimiento conduzca a que el estudiante acuda al psiquiatra, donde se le diagnostica con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). En muchos casos, reciben medicamentos desde edades muy tempranas, lo que tiene consecuencias e impactos negativos en más ámbitos que el escolar. Pareciera que, intentar arreglar un problema, en realidad acarreó varios más.

En primer lugar, el estudiante ahora medicado y las personas cercanas parecen confiar completamente en ese diagnóstico y adjudicar cualquier error, olvido o falla a dicho trastorno. La persona ya no se hace responsable por ninguna de sus acciones, ya que el TDAH parece ser ahora el responsable de todo lo que sucede.

En segundo lugar, los medicamentos suelen tener efectos secundarios que afectan más a la persona de lo que la ayudan. Muchas veces, dicho diagnóstico también acarrea el problema de que la persona en sí comienza a ser tratada de manera diferente y especial por sus allegados, lo que favorece aún más la falta de responsabilidad por cualquier situación de olvido o conductas desfavorables.

Quisiera aclarar que no estoy en desacuerdo con el uso de psicofármacos en determinadas ocasiones, y que puede que sí exista un trastorno neurológico o de otra índole que haga necesario su uso u otro tipo de cuidados en la persona. Sin embargo, es preocupante la alza en este tipo de diagnósticos, ya que la gran mayoría de las veces se realiza sin una exploración profunda. Puede ser que, inclusive los padres o maestros, que no son especialistas en el tema, le adjudiquen el origen del bajo rendimiento escolar a un trastorno inexistente.

Es aquí donde comprender bien las causas emocionales del bajo rendimiento[1] es mucho más relevante y beneficioso tanto para el estudiante como para sus seres queridos. Un bajo rendimiento escolar puede ser el resultado de una serie de situaciones externas e internas que impiden que la persona se concentre, recuerde o pueda relacionar conceptos más o menos abstractos que se imparten en el aula de clases.

Por cuestiones de espacio, me es imposible mencionarlas todas, por lo que daré únicamente algunos ejemplos de cómo una situación emocional puede afectar el rendimiento escolar.

Una de las causas más conocidas por todos, incluso por personas que no necesariamente se dedican a la salud emocional, es que cuando la pareja parental se separa o divorcia, el proceso suele tener un impacto psicológico muy importante en el hijo. Desde los cambios logísticos derivados de la ruptura, hasta sentimientos conscientes e inconscientes de culpa originados en el hijo, rabia por la ruptura o una serie de confusiones importantes pueden atrapar toda la atención del niño, impidiendo que pueda concentrarse en la escuela. Esto es completamente entendible, y el afectado debería contar con un espacio que le permita expresar y comenzar a comprender todos los conflictos conscientes e inconscientes que despertó dicha situación de vida.

La relación con los amigos en la escuela también es un factor de suma importancia que puede tener impacto en el rendimiento escolar. No forzosamente me referiré al bullying, que, como sabemos, es una situación desagradable que hay que tratar lo más pronto posible. En los niños y adolescentes, es normal y parte del desarrollo que existan encuentros y desencuentros con sus pares. Por ejemplo, un pleito con el mejor amigo derivado de la llegada de otro amigo o amiga, situaciones de celos, exclusión y competencia entre los amigos, pueden llegar a tener tanta importancia para la persona que absorben toda su mente. No ser invitado a una fiesta puede ser mucho más importante que la calificación en una materia para la persona, pero en ocasiones nos cuesta trabajo comprender esto. Muchas veces, se suele castigar al estudiante con no acudir a la fiesta si no se obtiene cierto promedio.

En la adolescencia se despiertan una serie de conflictos internos normales, pero que pueden llegar a ser muy intensos. Esto desencadena un aparente deterioro académico muy importante y súbito, generando preocupación en padres de familia. El niño que antes sacaba nueve ahora reprueba materias al entrar a la secundaria. Los padres, preocupados, intentan resolver el problema a través de castigos (sin una mala intención, pues, en realidad quieren ayudar), que sin querer comienzan a generar una especie de bola de nieve que cada vez se vuelve más grande y termina generando un sentimiento de frustración cada vez más intenso y generalizado.

Dichos conflictos son enteramente normales, y la cuestión es intentar comprenderlos y llevar, por así decir, de la mano, al adolescente durante la comprensión y tramitación de éstos. La ayuda psicoterapéutica, con una persona con la que el niño o el adolescente pueda hablar libremente, sin ser juzgado pero a su vez comprendido, así como el acompañamiento a los padres de familia para que puedan comprender un poco más los procesos o situaciones por las que pasan sus hijos, resultan ser una opción muy beneficiosa para todos. No demonicemos el bajo rendimiento escolar sin antes comprender sus causas.

 

[1] Nótese que no me refiero al bajo rendimiento escolar como un problema necesariamente.

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