Vínculos terapéuticos en pacientes no neuróticos

Por Fernanda Aragón

El psicoanálisis entiende que hay distintas motivaciones que guían a los seres humanos a tomar decisiones, establecer relaciones interpersonales con ciertos matices afectivos e interpretar lo que acontece en el día a día. De forma desconocida, los deseos y fantasías inconscientes son los encargados de movilizar lo que hacemos.

Sigmund Freud (1901/1991), al crear una teoría y una técnica para comprender aquello desconocido-reprimido, descubrió que los síntomas, las equivocaciones verbales, los olvidos, los sueños y los actos fallidos son un pacto donde se satisfacen los deseos amorosos y hostiles, considerando las normas sociales y la realidad compartida con otros.

Pero, conforme los analistas fueron trabajando en la atención a pacientes, la teoría se amplió y se desarrolló; descubrieron que algunas personalidades no tenían como principal defensa el mecanismo de la represión, donde se sacaba de la consciencia algún elemento culpógeno intolerable, para luego encontrar una salida mediante las manifestaciones de lo inconsciente.

Estas personalidades “no neuróticas” retratan otro tipo de padecimientos (preedípicos); los pacientes que las sufren acuden a consulta por los montos exacerbados de ansiedad, así como por relaciones interpersonales endebles, superficiales y de gran dependencia emocional (Kernberg, 1984/1987), experimentando, por ejemplo, un estado de desamparo, abandono o desorganización si la pareja, la familia o las amistades se separan de ellos.

Encontramos que, dentro de estas personalidades no neuróticas, la transferencia con el analista es inmediata, precoz, como si lo vieran como la única persona que será capaz de ayudarlos o entenderlos; en cuanto a la respuesta contratransferencial, estos pacientes generan sensaciones de preocupación por el alto monto de impulsividad o por la gran fragilidad de su mente.

Por lo mismo, toleran la frustración en dosis bajas. Me parece que la idea de Wilfred Bion sobre las fallas en la capacidad continente debido a que está defectuosa o no se construyó, ejemplifica, con gran acierto, el arduo trabajo que hay que hacer en la psicoterapia psicoanalítica: con paciencia, un encuadre bien delimitado (dos o tres veces por semana) y, en algunos casos, el uso de medicación farmacológica, el analista interpretará la forma en que el paciente se relaciona con él; describirá los momentos donde los límites de la diferenciación yo-no yo se pierden (Stern, 2005), intentando entender las fantasías que alimentan la confusión sobre lo interno-externo y lo pasado-presente. Todo lo anterior será observado y sentido emocionalmente dentro de la relación interpersonal que establezca el paciente con el analista, es decir, en la transferencia.

Como se puede observar, el trabajo con patologías no neuróticas es distinto a aquello que se realiza con los pacientes en donde predominan los conflictos edípicos, con una estructura sólida, defensas más adaptativas o con ansiedad modulada.

 

Referencias:

Freud, S. (1991). Psicopatología de la vida cotidiana. Obras completas, (vol. 6), Amorrortu editores. (Obra original publicada en 1901).

Kernberg, O. (1987). Diagnóstico estructural. Consideraciones diagnósticas, Trastornos graves de la personalidad. Manual moderno. (Obra original publicada en 1984).

Stern, D. (2005). El mundo interpersonal del infante. Una perspectiva desde el psicoanálisis y la psicología evolutiva. Paidós.

 

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