Aprender psicoanálisis cambia tu manera de vivir

Por Guillermo Nieto Delgadillo

El psicoanálisis es una disciplina rodeada de mitos y falsas creencias que, en ocasiones, lo dotan de cierto misticismo en el que el terapeuta es una persona con acceso a la vida mental de sus pacientes de manera casi mágica. Esto genera, al mismo tiempo, altas expectativas de los posibles pacientes, una posición inalcanzable que, muchas veces, tiene como resultado un rechazo tanto al terapeuta como a la misma tarea terapéutica.

Por fortuna, y como recién mencioné, estos estereotipos son falsos, ya que son el resultado de la influencia del cine estadounidense, así como de la mística figura de Sigmund Freud, admirado por muchos y criticado por otros. En realidad, el método terapéutico y campo teórico propuesto por el padre del psicoanálisis se caracteriza por la modestia del método y de la persona que lo aplica.

La afirmación anterior no significa que aprender esta disciplina sea una tarea aburrida o monótona. Al contrario, el psicoanálisis y la psicoterapia psicoanalítica son profesiones apasionantes y ricas que le generan al terapeuta una gran cantidad de satisfacciones que, en verdad, transforman su vida, mismas que describiré a continuación.

Para comenzar, quisiera señalar el hecho de que, al ser la mente humana el campo de estudio del psicoanálisis, con toda su complejidad, podemos tener la certeza de que el terapeuta en ningún momento de su profesión se va a aburrir. Cada mente es distinta y un mismo paciente puede ser un individuo en una sesión y convertirse en otro completamente diferente en la siguiente. Esto sucede debido a que la mente humana cambia momento a momento y el psicoanalista o terapeuta tiene que captar estos movimientos durante la sesión analítica.

¿Cómo es este proceso de detección de la vida mental y emocional de los pacientes? Contrario a lo que la mayoría de la gente piensa, el analista no es un profesional que observa de lejos las emociones del paciente, a través de su intelecto y teorías. El terapeuta necesita estar en constante contacto con sus propias emociones para captar los mensajes que el paciente le manda, esto por medio de un proceso conocido como transferencia, en el cual las relaciones pasadas y actuales son revividas en la sesión, lo que propicia un vínculo emocional íntimo e intenso entre el paciente y el terapeuta.

¿Y qué relación tiene esto con el título del texto? ¿Cómo afecta esto la vida del analista? Se debe tomar en consideración que el tratamiento psicoanalítico se encuentra lleno de emociones en ambos participantes de la sesión, por lo tanto, es vital que el tratamiento que el terapeuta utilice sea el correcto para sus propios sentimientos y estados mentales, surgidos de los mensajes del paciente; de esta manera, podrá explicarle su funcionamiento mental. La única forma de lograr esto es que el terapeuta conozca su propio funcionamiento psíquico en la mayor medida posible. El análisis personal y crecimiento mental del terapeuta se vuelven requisitos indispensables si desea hacer un buen trabajo en el consultorio.

Lo idóneo es que el terapeuta busque un proceso terapéutico para sí mismo, no sólo a causa de su ejercicio profesional, sino por la búsqueda y motivación personal de conocerse a sí mismo —proceso apasionante en el que es paciente y analista—. La vida personal del psicoterapeuta se enriquece de todas las formas posibles: profundiza sus vínculos personales y cambia su calidad, hace posible un mayor contacto con la propia vida interna y se llena de satisfacciones emocionales e intelectuales que le permiten ejercer mejor su profesión.

Sin embargo, el proceso no es sencillo; las profesiones de la psicoterapia psicoanalítica y el psicoanálisis requieren años de esfuerzo y dedicación intensos y constantes para dominarlas. El terapeuta en formación se encontrará con alegrías y frustraciones que deberá ser capaz de tolerar, ayudándose tanto de su proceso terapéutico personal como de la figura del supervisor, es decir, un terapeuta con más experiencia que él y que le ayudará en la comprensión de los pacientes, apoyándolo dentro del marco de una relación cercana y gratificante para ambos miembros.

La profesión de psicoanalista es difícil y demandante; no obstante, para quien tiene un genuino interés en ella, no le parecerá un lastre, sino una oportunidad de vivir una serie de satisfacciones en todos los ámbitos, las cuales le darán la motivación necesaria para continuar con el proceso de formación y de estudio, creando un círculo virtuoso en el que la comprensión a los pacientes será cada vez mayor, generando, a la par, mayor curiosidad por el estudio de diversos textos y de la propia mente.

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