Adolescencia y pérdida. Duelo y construcción durante la adolescencia

Por Mariana Castillo López

La adolescencia es una época de cambio y crisis, podemos ubicarla como un momento de transición entre la infancia y la época adulta que va más allá de un simple puente, pues durante la pubertad ocurren en la mente y en el cuerpo cambios fundamentales en varios niveles que implican una exigencia importante que cada joven enfrenta desde su propia individualidad.

Ya que la adolescencia es un fenómeno complejo desde la psicología y desde el campo del psicoanálisis, varios autores la han abordado, generando importantes aportes que en la actualidad nos sirven para tener una visión más amplia para la comprensión y el abordaje de los conflictos propios de la etapa.

Una de estas perspectivas es la que nos presentan Arminda Aberastury y Mauricio Knobel (1988), quienes, apoyados en los aportes de Melanie Klein, piensan la adolescencia como un estado naturalmente caótico, que incluso puede describirse como un síndrome normal compuesto por signos y síntomas característicos. Es una postura interesante, pues implica una paradoja: la idea de que el adolescente normal presentará conductas y modos de funcionamiento que en cualquier otro ámbito se considerarían patológicos.

Traduzcamos esta idea, los adolescentes son disruptivos, confrontativos, rebeldes, se preocupan poco por los demás. Muestran confusiones en varios aspectos de su vida, el tiempo pasa distinto para ellos. Sus emociones son igualmente caóticas, pueden pasar de la felicidad al enojo rápidamente. Este estado crítico que se traduce en la forma de ser de los púberes proviene de un caos interno que resulta necesario para que poco a poco se pueda ir llevando a cabo una transformación hacia lo adulto.

Ambos autores son partidarios de que durante toda la vida nos enfrentamos a distintos duelos. El duelo es la reacción y serie de emociones que se presentan ante una pérdida; se pierden cosas, personas o situaciones. Los seres humanos estamos siempre enfrentados con pérdidas.

Desde el inicio de la vida tenemos que ir dejando atrás y modificando muestra forma de experimentar el mundo. Se mueren personas queridas, terminamos relaciones amorosas, podemos entrar en duelo al cambiar de casa, de país. Sin embargo, desde este modelo la capacidad para transitar y elaborar las pérdidas ofrece la posibilidad de un crecimiento, así como la esperanza de encontrar algo novedoso.

Los adolescentes atraviesan por pérdidas muy particulares relacionadas con el cambio en el cuerpo, la renuncia al lugar que se ocupa en la familia y con la transformación en la manera en la que miramos a los padres de la infancia y la adolescencia.

En relación con el cuerpo, el adolescente debe realizar un trabajo para dejar atrás el cuerpo infantil, un cuerpo ya conocido que hasta entonces podía controlar y que a partir de los cambios propios de la pubertad se transforma en uno distinto que le ofrece nuevas sensaciones y dimensiones que le producen, por un lado, desconcierto, temor, pero también emoción y curiosidad. Dicha experiencia se vive con mucho dolor, acompañado de sensaciones de poseer un cuerpo extraño u ajeno del que el joven deberá irse apropiando.

Una joven de 12 años, a partir de su desarrollo corporal, pasaba horas mirándose al espejo, consternada porque ya no podía seguir usando la misma ropa que cuando era más pequeña. Experimentan también con mucha tristeza estos cambios, ya que implican dejar atrás su forma de ser o identidad infantil, por ejemplo, se entristecen al percatarse de que ya no disfrutan los mismos juegos que antes y se debaten entre seguir siendo pequeños o acceder a nuevas formas de entretenimiento. Una adolescente puede decidir regalar todas sus muñecas, pero esconder un par de ellas y conservarlas como un recuerdo de su época infantil.

Otro duelo al que el adolescente se enfrenta proviene de la necesidad de cambiar la visión que se tiene durante la niñez acerca de los padres; tienden a verse todopoderosos, fuertes y como poseedores de todas las cualidades. Esa imagen ayuda en la infancia al aportar una sensación de protección y seguridad necesaria. El adolescente poco a poco se percata de que las figuras parentales también presentan fallas y al inicio eso se vive como un terrible desengaño que a su vez permite al joven irse separando de los padres para explorar sus propias capacidades.

La idea es que estas renuncias se puedan ir transitando y cada joven los vivirá de una manera única, sin embargo, algunos no cuentan con la fortaleza interna para hacer frente a las exigencias y angustias propias de la adolescencia, ante lo cual toman distintos caminos que pueden implicar una salida problemática. En el Diplomado “Adolescencia: normalidad y problemas” estudiaremos a profundidad los diversos duelos de la adolescencia, así como su resolución normal y conflictiva.

Referencias

Aberastury, A., y Knobel, M. (1988). La adolescencia normal. Un enfoque psicoanalítico. México: Paidós.

Meltzer, D., y Harris, M. (1988). Adolescentes. Buenos Aires: Amorrortu.

Puig, M. (2009). Sobre la adolescencia: perspectivas clásicas y actuales. México: Centro Eleia. Tesis de Doctorado en Clínica Psicoanalítica.

Sánchez Armass B. (2017). Los procesos psíquicos durante la adolescencia. México: Centro Eleia. Tesis de Doctorado en Clínica Psicoanalítica.

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