Sobre la salud mental en tiempos de COVID-19 ¿Es contagioso? ¿Existe una vacuna?

Por Andrea Méndez

Una persona es una persona a causa de los demás.

Aforismo Bantú, conocido como “Ubuntu”

 

 

Durante esta pandemia, hemos visto lo fácil que se transmite el virus del COVID-19, pues una sola persona puede contagiar a muchas otras a su alrededor, si no tiene los cuidados necesarios, como el uso de cubrebocas y careta, mantener la sana distancia, y ahora, estar vacunado.

Esta emergencia sanitaria ha traído distintas consecuencias que comprometen la salud física, lo económico y lo emocional. Hablando específicamente de su impacto en el aspecto emocional, algunas de las situaciones más comunes con las que hemos trabajado los terapeutas que brindamos atención psicológica en Eleia son, por ejemplo, ataques de pánico que comenzaron con el encierro; ansiedad y temor de contagiarse o de que algún miembro de la familia lo haga; preocupación de los padres por sus hijos adolescentes que se aíslan en su cuarto; falta de socialización en niños; sensación de soledad e incertidumbre por no saber cuánto durará este cambio radical que hemos tenido en nuestra vida diaria.

En la página web de Centro Eleia se pueden leer diversos artículos sobre el impacto emocional que ha generado el encierro y sobre lo que sigue después de la vacuna. Es cierto que esta, a pesar de que no nos libra de contagios, sí nos protege de una manera muy importante. En este artículo quiero plantear si es posible pensar en algo similar desde la salud mental. ¿Existe alguna vacuna que nos garantice estabilidad emocional? ¿Lo “sano” se contagia? ¿Cómo se protege la mente frente a situaciones complicadas y desconocidas?

Desde 1937, Freud explicó que no existe una vacuna ni una cura tal cual para la salud mental. Es decir, no hay nada que nos “elimine” para siempre los celos, la tristeza o el enojo, pues todos los afectos son inherentes al ser humano. Es imposible mantenerse, de manera permanente, en un estado emocional cien por ciento agradable, pues las experiencias que vamos atravesando en la vida conllevan altibajos emocionales, así como desencuentros con personas.

Pero entonces, ¿de qué sirve el análisis? Al atendernos mediante un tratamiento psicoafectivo, uno puede conocerse cada vez más; por lo tanto, vamos a tomar mejores decisiones. Esto implica conocernos de una manera profunda y sincera, detectar cuándo estamos motivados por celos, por tristeza o por un sentimiento de exclusión. De esta manera, vamos a poder comprender el tipo de vínculos que establecemos, tanto con los demás como con nosotros mismos.

En concreto, no podemos decir que la salud mental es contagiosa, pero si uno emprende el camino para conocerse cada vez más, una parte importante de la mejoría será el cuidado hacia uno mismo; por ejemplo, qué dejo que entre a mi mente, qué tanto atiendo mi salud física y mental, con quién me relaciono, de quién me rodeo. Aunque este es un trabajo que se hace de uno a uno, entre paciente y terapeuta, estos cambios pueden terminar impactando a los grupos más cercanos, como la familia y los amigos.

El Centro Eleia tiene una función comunitaria muy valiosa. Su servicio de atención psicológica y terapéutica acerca a más gente al acceso a la salud mental y a un importante progreso general en sus vidas. Les permite tener un espacio privado donde puedan comprender de dónde vienen algunos de sus problemas familiares, emocionales, o incluso de salud, con los que han tenido que lidiar. La escucha que se brinda a través de terapeutas con una trayectoria clínica sólida y con una calidez y sensibilidad valiosa, no solo nos acerca a individuos más sanos, sino a una comunidad más sana.

 

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