Señales de que un adolescente necesita acudir a terapia

Por Ana Livier Govea

¿Todos los adolescentes necesitan terapia? ¿Cuáles son aquellas señales que podrían dar cuenta de que ese primo o amigo, hermana o conocida requiere una intervención terapéutica? ¿Son señales de alarma o conductas propias de la edad?

La adolescencia es un periodo de crisis que se caracteriza por una marcada inestabilidad, estados de ánimo fluctuantes, contradicciones y ambivalencias; el cuerpo cambia y frente a ello aparece mucha confusión.

En este periodo de la vida el chico o la chica siente un deseo intenso de abandonar ese papel infantil que tenía; ya no quiere depender de los padres; quiere hacerse mayor, pero le asusta mucho el no saber cómo hacerlo. Podríamos pensar que la agitación y revolución que el adolescente causa en su medio es el reflejo de la agitación que él vive de manera interna.

Así pues, su cuerpo, su mente y su rol se transforman, pero también es un periodo de la vida lleno de experiencias con los otros, de aprendizajes nuevos, de turbulentos deseos de emancipación y de romper con lo establecido. Surgen dudas frente a lo conocido, frente al cuerpo y la sexualidad. Los amigos se vuelven esa otra familia con la cual el adolescente siempre quiere estar. 

Sin embargo, también es un periodo de pérdidas y duelos, un periodo que también produce dolor. Arminda Aberastury piensa que existen tres duelos importantes que el adolescente tiene que elaborar:

  1. Duelo por el cuerpo infantil: el cuerpo de la infancia se pierde con la aparición de los caracteres sexuales y el nuevo cuerpo se vuelve una posibilidad para todo lo que el adolescente había fantaseado. A veces el cuerpo en la adolescencia se vive como algo ajeno y extraño y poco a poco el chico o la chica deberán incorporar ese cuerpo con sus nuevas dimensiones y facultades.
  1. Duelo por el rol infantil: el adolescente debe asumir un rol distinto que ya no es el del niño pequeño exento de responsabilidades; ahora debe asumir un rol más activo en la familia, la sociedad y la escuela; debe cuidar sus vínculos y ganar autonomía.
  1. Duelo por la imagen de los padres de la infancia: conforme crece, el adolescente reconoce que esos padres antes idealizados y superpoderosos en realidad no lo son. Ahora el adolescente es capaz de ver los defectos y debilidades en los padres, y esto produce mucho dolor.

La adolescencia es una etapa que prepara para la vida adulta, e implica la separación de los padres, la posibilidad de establecer relaciones de intimidad y de cuidado, la responsabilidad psíquica, la sexualidad, el cuerpo, la creatividad, etc.

Todos estos cambios producen estados emocionales intensos, confusiones importantes y ansiedades de todo tipo. Sin embargo la posibilidad del adolescente y de la familia para poder tolerar este tsunami interno será crucial para que el adolescente sea capaz de entrar a la vida adulta. Uno de los requisitos más importantes para ello es la posibilidad de separarse de los padres, armar una identidad propia, luchar frente a las fantasías edípicas y buscar en los otros  un lugar al cual pertenecer y con el cual se identifica. Por eso lo esperado es que los adolescentes salgan de sus casas y estén con sus amigos, hagan intentos por tener pareja, empiecen la exploración de la vida sexual y antepongan sobre todo esa comunidad adolescente que es tan valorada en ese momento.

Sin embargo, nos preocupa un adolescente aislado que no tiene amigos, aquel o aquella que no puede establecer vínculos con otros, que prefiere quedarse en casa y hacer actividades únicamente con los miembros de la familia. Todo este tránsito adolescente es tan doloroso y complicado que encontramos chicos que parecen querer evitar el dolor psíquico y sus consecuencias, que han dado un brinco rápido de la infancia a la adultez como si jamás hubieran sido adolescentes. Por eso se comportan como adultos: son excesivamente responsables, se casan muy rápido, son muy “maduros” para su edad, no hacen amigos con sus contemporáneos y, aunque en apariencia no resulte problemático, valdría la pena reconsiderarlo, puesto existe algo defensivo en este crecimiento repentino.

Sabemos que el adolescente es rebelde e impulsivo y que esto es un mecanismo necesario para poder separarse de los padres, ir forjando una identidad propia y distinta a lo que la familia impone. Sin embargo, el monto de agresión en este sentido es un indicador importante. Es decir, no es lo mismo un adolescente que se ponga rebelde, que le conteste a sus papás, que hace “caras” o se pone un poco desafiante o desobediente, a aquel adolescente que golpea a los padres, que todo el tiempo se muestra violento, que roba y ha tenido problemas con la ley. Es una señal de alerta que el adolescente sea ansioso, impulsivo y que se pone en riesgo constantemente, incluso lastimando su cuerpo. 

Al saber que la adolescencia es un periodo sumamente importante en la vida de todo sujeto y que es un periodo de dolor mas también de mucho aprendizaje, es necesario reconocer cuándo estamos frente a un adolescente al cual este tránsito vital le está resultando muy difícil y complicado. Acudir con un psicoterapeuta le será de gran ayuda para poder elaborar todos estos desafíos.

Referencias

Aberastury, A. y Knobel, M. (1994). La adolescencia normal. Buenos Aires: Paidós.

 

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