Psicoterapia y psicoanálisis en pandemia

Por Fernanda Aragón

La pandemia de COVID-19 ha implicado grandes retos de todo tipo; uno observa cómo cada individuo reacciona de maneras particulares a los nuevos embates de la realidad externa: algunos niegan la limitación, en otros prevalece el sentimiento omnipotente de no ser blanco de contagio o bien aparece el miedo a morir o a perder el trabajo y familiares.

¿Cómo se ha transformado el trabajo de los psicoterapeutas en tiempos de pandemia? Algunos tratamientos se pudieron continuar a pesar de la modificación del encuadre mediante el uso de videollamada o llamada telefónica. Ahora consiste en tomar la sesión en un lugar distinto al consultorio y hacer al paciente responsable de encontrar un sitio privado, cómodo, donde pueda hablar sin ser interrumpido por otras personas e inclusive asumir la tarea de procurarse los medios para concretar el encuentro virtual. También hubo relaciones terapéuticas que se vieron interrumpidas, quizás por la angustia de lo novedoso del medio comunicativo o por la resistencia que se presentaba justo en el momento donde se debió suspender presencialmente.

Hay fenómenos que son universales, que se presentan dentro del consultorio y también en la comunicación virtual: la transferencia, la contratransferencia, las resistencias y la intención de alterar el encuadre. El hecho de permanecer en casa para salvaguardar nuestra salud ha empujado a los terapeutas a abrir nuevos caminos para continuar los tratamientos, para metabolizar las emociones que despierta la pandemia y para entender los conflictos preexistentes.

Si bien es cierto que con los pacientes que ya se llevaba tiempo de trabajo presencial resultó un poco más sencillo hacer el cambio a la modalidad en línea, otros no toleraron el cambio que de manera abrupta debió realizarse. Ahora tenemos pacientes nuevos que llegaron con la pandemia; se establecieron aspectos como la plataforma de comunicación, el pago mediante depósitos y el lugar donde conviene tomar la sesión. Quizá con ellos, al regresar a la modalidad presencial, habrá que trabajar la angustia del acercamiento, lo novedoso del encuentro dentro del consultorio o, en algunos casos, considerar el tratamiento vía remota.

Estar dentro de casa implica un gran reto tanto para el terapeuta como para el paciente. Los ruidos de la casa se vuelven material del cual las fantasías del analizado se enganchan para pensar sobre la vida personal del analista: los ladridos de los perros, las voces de los niños (de la casa o del patio comunitario) o hasta el abrir y cerras de puertas. En lo presencial los elementos de la realidad externa podrían ser el auto del analista, su forma de vestir o el estilo en el arreglo del consultorio. Todo eso permite acercarnos al mundo interno, a explorar las emociones que están emergiendo dentro de la relación terapéutica y cómo vive el paciente al terapeuta.

La pandemia por COVID-19 se anudó con angustias ya existentes; es decir, vino a ser un elemento de la realidad externa que le dio sentido a las fantasías inconscientes de nuestros pacientes. Un paciente relataba su preocupación por el inicio del próximo año debido a que no sabía si seguirían los contagios o disminuirían. “Se avecina una catástrofe”, exclamaba con angustia y, al transcurrir la sesión, descubrimos juntos que aquella catástrofe que veía venir se trataba en realidad de la boda de su hija y la inminente separación del hogar.

Me parece importante atender ambos mundos, tanto el externo como el interno. Es real que estamos pasando por una serie de limitaciones, como el miedo a que el virus entre en nuestro hogar, pero al mismo tiempo hay conflictos que habitan nuestro interior y que usan el escenario de la pandemia para representarse.

La escucha del analista es la misma; el interés y la actitud reflexiva sigue siendo la brújula de su labor en el descubrimiento de partes inconscientes de la mente que rigen la decisión, el actuar y el sentir de los pacientes. Si bien los medios comunicativos se modificaron y han permitido que nuevas personas inicien tratamientos psicoterapéuticos a distancia, considero que la vida mental sigue usando los mismos mecanismos para manifestarse.

Para algunos pacientes ha resultado una experiencia más agradable el hecho de hacer videollamada; me he encontrado con quienes profundizaron de una manera interesante y genuina en su interior y han hablado de temas que, en lo presencial, no habían podido hacer. ¿Será por la virtualidad, porque la pantalla lo protege de alguna reacción del terapeuta?

Me parece que como terapeutas y psicoanalistas tenemos terreno nuevo a explorar para descubrir los fenómenos repetitivos y recientes que esta nueva normalidad ha traído consigo.

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