Psicoanálisis, literatura y fantasía

Por Cristóbal Barud Medrano

Hace poco leí una noticia en la cual se afirmaba que una inteligencia artificial había creado una obra de arte. Cuando abrí la imagen, desde el otro lado de la pantalla me miraba un borrón que quería parecerse a una pintura renacentista, aunque su carencia de vitalidad y movimiento delataba su carácter imitativo.

Este encuentro fortuito me trasladó a las horas de consulta que, para quienes pretendemos hacer psicoanálisis, se desarrollan en la esperanza de captar los matices del mundo subjetivo que el paciente pone en juego dentro de la sesión. A veces, si el trabajo es particularmente productivo, los pensamientos más íntimos se articulan en forma de sueños o de asociaciones verbales, las cuales, pese a no ser creaciones artísticas comandadas por una técnica estricta, muchas veces poseen un poder evocativo similar al de la literatura y la poesía.

Quien haya despertado un día agitado por un sueño vívido sabrá que no son las formas las que le otorgan sentido a nuestra experiencia, sino los matices afectivos que en él se advierten, como si un rumor propio hablara desde lo más profundo con la atronadora claridad de las imágenes oníricas. Así, resulta contradictorio pensar que un sueño en realidad no es más que una ficción en la que se recombinan elementos de nuestras vivencias cotidianas con algunos recuerdos. 

Sin embargo, autores como Wilfred Bion (Grinberg y Sor, 1981) y Donald Meltzer (1984), siguiendo y recombinando la tradición de la interpretación onírica según la planteó Freud, destacaron que la forma en que se construye un sueño difiere en mucho de la sombra difusa que pintó la inteligencia artificial. Mientras que estas creaciones tecnológicas pueden acceder en segundos a una gran cantidad de información para inferir sus relaciones, semejanzas y diferencias que resultan en un símil deslucido, la creación de un sueño o de nuestras percepciones acerca del mundo circundante transitan por la vía de la fantasía y la imaginación, no solo de la concatenación de información y datos.

En este encuentro científico recorreremos con detenimiento las coincidencias que la literatura y el psicoanálisis han encontrado en sus voces respectivas para dar cuenta de una subjetividad más profunda y para reivindicar el papel que tienen la ficción, la imaginación y la fantasía en la experiencia profunda de nuestros afectos, conflictos y percepciones generales.

Palabras como fantasía e imaginación —cuya agilidad y ligereza saltan a la vista— suelen contraponerse a términos como realidad, objetividad y certidumbre, dotadas de una especial dignidad por el discurso de las ciencias positivas. Así, las primeras son relegadas a recursos para los trasnochados y los excéntricos. Sin embargo, para el psicoanálisis, tanto la fantasía como la imaginación son procesos que no se contraponen a lo real, sino que representan los cimientos mismos de nuestra subjetividad.

Al inicio de la vida las tensiones corporales interpelan a la frágil mente del bebé y le demandan la construcción de una representación precaria para diferentes sensaciones. A medida que transcurre el tiempo, estas fantasías se hilan en un entramado cuya intrincación es equiparable al argumento de una buena novela. Padres, hermanos, profesores, experiencias dolorosas y jubilosas se van nutriendo en un ciclo de realidad y fantasía que solo termina cuando la vida misma lo hace.

La inteligencia artificial no sabe distinguir por qué la imagen de un día lluvioso puede evocar en un ser humano la idea de añorar o por qué la ausencia temporal del ser amado se puede representar como un abandono y no como una discontinuidad o una pausa. Todas estas son imágenes que resultan de una concatenación de fantasías que dan como resultado una visión particular del mundo, una evocación afectiva y una representación simbólica íntima y única de hechos, sensaciones y conflictos que una máquina es incapaz de colocar en un contexto histórico, familiar y personal.

Entonces, la construcción de ficciones y símbolos es nuestra forma de vincularnos simultáneamente con nuestra interioridad y con el exterior. Como diría Bion, los hechos concretos permanecen siempre inalcanzables y, desde el territorio freudiano, a la pulsión solo podemos conocerla por conducto de sus representaciones y de nuestros intentos por hacer tangible algo de nuestra emocionalidad y de nuestra experiencia, que siempre se resiste a que la pongamos en palabras. Así, la apuesta del trabajo analítico consiste en hacer una relectura de la historia personal, que siempre es ficción y fantasía, mas no falsedad ni mentira.

La escucha psicoanalítica no sucede a la manera de la inteligencia artificial, sino que tratamos de sumergirnos con el paciente en su propia ficción, conociendo a los personajes que pueblan su mundo interno, familiarizándonos con los símbolos y trazos que le son propios y advirtiendo la forma en que el mundo particular e íntimo adquiere coherencia y verosimilitud, como los mundos que se crean en las novelas. La apuesta de este encuentro es que todos los interesados puedan apreciar que la ruta por la cual discurre la savia que alimenta a la creación literaria es la misma que alimenta los sueños y las fantasías dentro y fuera del encuadre psicoanalítico.

Referencias

 

BBC, (2018), AI painting to go under the hammer. Disponbile en: https://www.bbc.com/news/av/technology-45827813

Grinberg, L., & Sor, D. (1981), Nueva introducción a las ideas de Bion, Madrid, Tecnipublicaciones.

Meltzer, D. (1984), Vida onírica, Madrid, Tecnipublicaciones, 1987.

 

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