¿Por qué siento celos?

Por Javier Fernández

Las relaciones humanas tienen diferentes matices emocionales, pero donde se despiertan nuestros sentimientos más profundos es en los vínculos afectivos que establecemos con los demás. ¿Por qué las relaciones llenas de ternura, cariño y amor nos generan al mismo tiempo sensaciones dolorosas? ¿Qué se esconde en la relación con el otro? ¿De quién es la culpa, mía o de mi pareja? No existe una respuesta concreta y definitiva a dichas preguntas; cada persona percibe la realidad externa de manera distinta y con base en sus propias proyecciones. Los demás se vuelven “prestanombres” de nuestros sentimientos, sobre todo, aquellos que nuestra mente no puede tolerar, aguantar, contener y que necesita evacuarlos de algún modo.

Entonces, ¿por qué siento celos?

Es universal que el ser humano tienda a conformar relaciones triangulares, es decir, donde entra un tercero. Sigmund Freud describió el impacto que tiene la escena primaria en el infante, la cual resulta de todo aquello que sucede en la relación conyugal de los padres y de la que los niños quedan excluidos. Los celos surgen a partir de esta sensación de rechazo, y están acompañados de sentimientos como competencia, rivalidad, comparación y/o curiosidad. La escena primaria se recrea una y otra vez con diferentes personajes y situaciones, pero el guion y la trama son los mismos; la exclusión es lo intolerable.

Los celos son parte de la vida cotidiana, recuerdo a una madre que me decía: “puedo estar todo el día con uno de mis hijos, regalarle algo que desee, incluso llevármelo de viaje un fin de semana, pero en el momento en que entro a la casa me hace un berrinche porque desvío por un instante mi atención a su hermano”. La madre cree que su hijo “es un barril sin fondo”, “es insaciable”, que “por más que le dé, no es suficiente”. ¿Qué le representa su hermano? Es un tercero que irrumpe en la relación con su madre y que ella misma “deja entrar”.

La competencia por el cariño de los padres es algo inherente a cada uno de nosotros, desde el inconsciente, tenemos la sensación de que existe alguna preferencia por el otro, o incluso intentamos armar una escena donde los celos sean el protagonista, con la finalidad de no sentirlos dentro de nosotros. Por ejemplo, cuando le presumimos las calificaciones a nuestros padres, porque sabemos que cumpliremos con sus expectativas, y ellos cometen el error de compararnos con el hermano que le es difícil la parte académica. Así es, en varias ocasiones, son los padres quienes involuntariamente ponen a competir a sus hijos, lo cual potencializa la necesidad de éstos de ser reconocidos y admirados.

Los celos no son exclusivos de los niños, pero sí engloban aspectos infantiles de nuestra personalidad. En las relaciones de pareja es común verse involucrado en una pelea a causa de los celos, pero ¿qué es lo que no toleramos? Vivirnos desplazados o rechazados. No es fácil admitir o contener la sensación de estar excluidos: el simple hecho de que tu novia se vaya con sus amigas, sus padres, de viaje de trabajo, etcétera, puede ser motivo de pleito; la sensación de que tú no eres su prioridad te invade de tal manera, que actúas sin pensar, incluso sientes que en esos momentos “estás soltero” y, por supuesto, que existe el riesgo de ser infiel. Existen mitos respecto a la infidelidad desde esta perspectiva, y retomando el ejemplo, quien acaba siendo excluida de la relación es la novia. Es en el acto de la infidelidad donde te deshaces y sacas de tu mente el dolor que implica vivirse fuera de la relación y no ser prioridad para tu pareja, ahora es ella quien queda afuera.

Algunos adolescentes han incluido en su lenguaje cotidiano la palabra FOMO, que es una abreviación en inglés del término fear of missing out (miedo de perderse algo). La utilizan cuando sus padres no los dejaron salir a alguna fiesta o sus propios amigos no los invitaron: “me dio fomo”. La sensación de no ser incluidos en los planes o perdérselos es muy dolorosa, y más en esta edad donde la pertenencia al grupo es fundamental. Se intensifica en ellos el sentimiento de exclusión con las redes sociales, que instigan a la curiosidad, pero también advierten el hecho de que los demás la pasan bien sin que ellos estén.

¿Se pueden evitar los celos? No somos ni seremos inmunes a los celos; es un sentimiento universal que se va a despertar en diversas situaciones de nuestra vida y que, independientemente de que puedan o no ser provocados por los demás, habrá que aceptar que somos nosotros los que creamos estos escenarios y, por tanto, es nuestra responsabilidad comprender y contener dichas sensaciones para que los vínculos que tenemos con los demás no se vean afectados.

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