Pieles

Por Laura De La Torre

 

A no ser que haya una molestia, generalmente la piel pasa desapercibida para la mayoría de las personas, pese a que es el único órgano vital que es visible a simple vista. Tiene la capacidad de regenerarse; posee una permeabilidad selectiva; y su flexibilidad y resistencia se encuentran activas las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Es la encargada de poner límites a los órganos, estructuras y sangre, pues los contiene, formando y delimitando la estructura corporal.

Este sistema tegumentario es considerado la primera barrera inmunológica, pues posee las funciones de proteger y regular tanto el metabolismo como la temperatura corporal. A través de sus terminaciones nerviosas, brinda el sentido del tacto, lo que sostiene el sistema de comunicación entre el ambiente que rodea al cuerpo y el interior de este, gracias a los más de 5000 receptores sensitivos por centímetro cuadrado de piel, que envían, casi instantáneamente, información al cerebro para que pueda decidir qué hacer ante tal o cual estímulo. Entonces, este sistema puede dar aviso de la presión, el dolor físico y la temperatura, además de ser capaz de absorber y excretar algunas sustancias. A su vez, ante un ojo experto, puede brindar información pertinente para un diagnóstico clínico, anunciando ciertas deficiencias en la salud física y mental de la persona.

La conexión entre mente y cuerpo, así como la manera en la que se conforman e integran para dar como resultado al ser humano, ha sido estudiada por muchos. Algunas veces, pareciera que solo se clasifica entre lo concreto y lo abstracto. No obstante, la vertiente psicoanalítica ha observado cómo es que el desarrollo del cuerpo y la mente van de la mano, en el mejor de los casos, apuntando a que la patología se presenta cuando se rompe la continuidad y el ritmo entre estos dos componentes. No por nada Esther Bick, con audacia y creatividad, en 1968 presenta su artículo “La experiencia de la piel en las relaciones de objeto tempranas” y en él explora “[l]a primera función que ejerce la piel del bebé y sus objetos primarios en relación con la unión más primitiva de las partes de la personalidad que aún no están diferenciadas de las partes del cuerpo” (p. 111).

A lo largo de este artículo, Bick explica cómo las partes de la personalidad son vividas sin la capacidad de mantenerse cohesionadas o unidas entre sí. Afirma que esta es su forma más arcaica y primitiva, por lo cual existe una necesidad imperante de asegurar dicha cohesión. En un primer momento, esta fuerza (cohesionante) viene de afuera, pues la madre o cuidador primario lo hace por el bebé. El pequeño lo experimenta pasivamente, mediante el funcionamiento externo de la piel, que funge como límite o barrera (aquí, se refiere a la piel como órgano concreto). Sin embargo, da el salto a la conformación de una función interna, que podrá ser capaz de mantener todas las partes del self unidas. En otras palabras, este es el proceso de la creación de la piel mental o la estructura mental, que posibilita la vida mental.

Habrá que estar pendientes de desarrollar la capacidad de diferenciar los estados mentales de no integración, resultantes de un estado patológico de desvalimiento total, y la desintegración. Los estados de no integración presentan ansiedades catastróficas, ilimitadas e incontenibles, mientras que las ansiedades de desintegración adquieren características depresivas o persecutorias, por lo tanto, más limitadas y específicas. Esto nos permite concluir que el estudio de la piel y de su funcionamiento (tanto normal como patológico) nos permite ver cómo las emociones pueden ser expresadas o evacuadas por medio del cuerpo.

Ante la relevancia del tema, les extendemos una invitación para adentrarnos al mundo de las emociones y de los padecimientos del cuerpo, con el fin de estudiar el complejo mundo de lo psicosomático.

 

 

Referencias:

Bick, E. (1970). “La experiencia de la piel en las relaciones de objeto tempranas”. Revista de Psicoanálisis. 27(1), pp. 111-127.

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