Lo que el inconsciente busca en una pareja

 

Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La elijen, te lo juro, las he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio.

Rayuela

Julio Cortázar

 

Por Andrea Méndez

¿Qué aspectos de uno mismo se juegan al elegir una pareja? Esta pregunta se puede pensar partiendo de que, al menos en nuestro país, no es común que existan matrimonios arreglados por los padres, donde se juegan aspectos económicos y sociales. Por lo tanto, es uno quien elige a la pareja. No obstante, vale la pena echar un vistazo a lo que se nos cuela inconscientemente en esta decisión.

Al momento de armar pareja, la mayoría de nosotros busca conscientemente cualidades en el otro, por ejemplo, que nos sea atractivo, que compartamos valores, que nos quiera, que se lleve bien con nuestra familia, que sea alguien con quien podamos compartir aspectos importantes de nuestra vida y construir una historia juntos. Todo esto suena bastante lógico, pero entonces, ¿por qué a veces estamos en relaciones de pareja “tóxicas” o donde no nos sentimos a gusto? Me refiero a situaciones donde hay infidelidad, celos patológicos, posesividad, problemas de consumo de sustancias, violencia de cualquier tipo, entre otros aspectos complicados y complejos.

El tema de la elección de pareja ha sido bastante estudiado en psicoanálisis, abarcando distintos aspectos de lo inconsciente y cómo influyen en los vínculos que establecemos con el otro, e incluso con uno mismo. Algunas de las aportaciones de Freud al respecto se refieren a que existen aspectos de nuestra forma de ser que nos son complicados de ver, sobre todo rasgos en nuestro carácter que tendemos a reflejar en otros. En la cultura popular, hay varios dichos que explican esto, como el “lo que te choca, te checa”, o bien, podríamos pensarlo utilizando como símil el juego de “la papa caliente”, en el que, al terminar la música, la persona que tiene “la papa” la avienta simulando que quema.

Esto mismo sucede con nuestras emociones y forma de ser, por ejemplo, es frecuente que en una pareja observemos que uno de los dos cela constantemente al otro, sin importar el escenario donde estén, parece como si los celos fueran una especie de pegamento que los une. Incluso pueden hacer bromas acerca de que es el ingrediente “picante”, pero desde esta perspectiva podríamos preguntarnos ¿qué tanto soy yo el celoso o la celosa y, como me cuesta trabajo tolerarlo, “lo aviento” en el otro y es él o ella quien lo actúa?

Lo mismo podría pasar con la posesividad, es decir que, si tengo como pareja a alguien sumamente posesivo y demandante, puede ser que lo haya elegido porque, inconscientemente, hay un aspecto mío así de posesivo. Cualquier característica propia puede ser proyectada o “aventada” a otro, principalmente a alguien cercano, como la pareja. Por ejemplo, una mujer que siente que por más que se esfuerza en su trabajo y en la escuela, aún le falta mucho por aprender y le duele tener que tolerar ese sentimiento de insuficiencia, así como darse cuenta de la necesidad que tiene de seguir aprendiendo de sus padres, maestros o mentores. De manera que, si no logra contactar con esta emoción, es decir, volverla consciente, no sería raro que elija a una pareja a la que ve como alguien incompetente, ya sea económica o intelectualmente, así, cuando dicha mujer sea quien le ayude a resolver los problemas a su pareja, va a ser este último el necesitado.

Otro aspecto importante que se debe tomar en cuenta son los modelos de identificación que tenemos todos. Me refiero a nuestros padres o a alguien que haya realizado las funciones de cuidado y protección, pues son las primeras personas con las que nos vinculamos y de las que aprendemos los patrones a seguir para relacionarnos con los demás. Estos modelos de identificación o patrones de conducta, por un lado, se aprenden a lo largo de la experiencia de vida, pero por otro, también se adquieren de manera inconsciente, es decir que, de manera silenciosa, a veces tendemos a copiar la relación de pareja que tuvieron nuestros padres. Al ser nuestros primeros modelos de amor y de vinculación en nuestra vida, la forma en que uno viva cómo se llevaban, qué tanto se cuidaban, se escuchaban, se entendían o se maltrataban, o se agredían, serán como una marca indeleble que se colará de forma velada en las relaciones que estableceremos.

Por ejemplo, una mujer cuenta que, sus papás tuvieron un vínculo lejano, donde parecía no haber interés ni amor por el otro y que, al parecer atravesaron varias situaciones de infidelidad, ahora relata que las parejas que tiene son a distancia o pegoteados a la propia familia, de esta manera, parece que la relación queda infértil. Llama la atención que busque a alguien que no va a estar con ella emocionalmente y tal vez hasta físicamente, seguramente no es algo que la mujer tenga claro, pero una forma de desvelar estas motivaciones ocultas es mediante una terapia psicoanalítica.

Cada uno de nosotros tenemos varios guiones que nos ayudan a explicarnos el mundo y que se insertan en cómo nos vinculamos con los otros. Indagar cada quién en sus propios guiones y en los modelos de identificación que tiene no es tarea fácil ni sencilla, pero en el largo plazo brinda la posibilidad de elegir una pareja desde una motivación más genuina, y también de mejorar los vínculos que tenemos.

Referencias

Freud, S. (1910). Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre. En Obras completas de Sigmund Freud. Tomo XI. Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1912). Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa. En Obras completas de Sigmund Freud. Tomo XI. Buenos Aires: Amorrortu.

Segal, H. (1964). La fantasía. En Introducción a la Obra de Melanie Klein. México: Paidós.

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