La transferencia: pilar de la técnica psicoanalítica y sustrato de los vínculos cotidianos

Por Cristóbal Barud

 

Probablemente sea más tranquilizador pensar que la razón domina a la emoción y que podríamos conducirnos con total apego a nuestros pensamientos, incluso en situaciones de tensión. La infinidad de conflictos humanos, malentendidos, desencuentros e ilusiones en la historia de la humanidad y en la actualidad, dan cuenta de lo fugaz que resulta la razón frente al poder avasallador de las emociones y las fantasías, pese a que el lenguaje nos permite trasmitir emociones y pensamientos, a través de símbolos. Sin embargo, existe algo más que escapa a nuestra intención consciente.

 

Las emociones y fantasías experimentadas en lo inconsciente no viven en el vacío, sino que se trasladan a nuestros vínculos externos, dado que nos predisponen a mirarlos de cierto modo, con base en los conflictos y fantasías activos en determinado momento. Esto constituye el concepto de transferencia en el psicoanálisis contemporáneo. A través del tiempo, la idea se ha ampliado y es, en realidad, una de las distinciones fundamentales del método psicoanalítico, respecto de otras aproximaciones terapéuticas. Con diferencias sutiles en cuanto a concepto y método, las escuelas psicoanalíticas coinciden en la existencia de la transferencia en sesión, donde el analista es siempre alguien más: un padre censor, una madre distante, un hermano admirado y envidiado, etcétera.

 

Como se mencionaba en el artículo anterior la transferencia, en un principio, se entendió como un obstáculo para el tratamiento psicoanalítico, puesto que la figura del terapeuta queda confundida en medio de fantasías, expectativas, reclamos inconscientes y deseos frustrados, dificultando la escucha. Esa es una cara de la moneda transferencial, mientras que la otra cara representa la posibilidad de afrontar, de forma directa, el conflicto subyacente en la sesión para adquirir el conocimiento vivencial en un nuevo espacio seguro, con el terapeuta. A medida que pasó el tiempo, la transferencia se estableció como la más grande herramienta para el trabajo psicoanalítico, puesto que permite traer a escena restos olvidados, aunque profundamente poderosos, de las fantasías y tramas infantiles.

 

¿Qué pasaría si estos hallazgos clínicos pudieran trasladarse al contexto cotidiano? Después de todo, su presencia es un fenómeno universal y el campo psicoanalítico es sólo un escenario para captarla con mayor nitidez, haciendo analogía de los medios de contraste empleados en los estudios médicos. Dado que la fantasía inconsciente se encuentra activa siempre, las personas vivimos en todo momento, de manera simultánea, con los pies puestos en dos mundos: aquel perteneciente a lo práctico, en donde se habla con un jefe dentro del trabajo, y aquel en donde toman fuerza las fantasías, en donde el mismo personaje se filtra, a través del lente de la visión infantil, dotándolo de matices emocionales que pueden favorecer o perjudicar el vínculo presente.

 

En el curso corto “Clínica de la transferencia” abordaremos diversas posibilidades de comprensión para el fenómeno transferencial, dentro y fuera de la sesión analítica. Más allá de los confines del consultorio, tener noticia de la transferencia orilla a comprender y, tal vez, a situarse en un lugar distinto, en relaciones profesionales o personales cargadas de emocionalidad, como las que pueden presentarse en el aula o en un consultorio médico. Si bien, las intervenciones del psicoanalista y el psicoterapeuta psicoanalítico se enfocan a explicitar la dinámica de la transferencia y a señalizar el discurrir de sus cauces dentro de un encuadre específico (no trasladable a las relaciones cotidianas), el conocimiento y la consciencia de poderosas fuerzas emocionales tirando de los hilos tras el escenario consciente es de incalculable valor para ampliar la comprensión de otros vínculos.

 

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