La simbolización en la psicosomática

Por Marcela Barruel Oettinger

Los padecimientos psicosomáticos comprenden aquellas afecciones físicas u orgánicas cuyo origen está relacionado con problemas emocionales. Una de las puntualizaciones que hay que hacer cuando se estudia la psicosomática es la diferencia que existe entre esta y la histeria. En ambos casos encontramos alteraciones corporales; sin embargo, el origen de las enfermedades psicosomáticas corresponde a una dinámica mental distinta.

En la histeria los síntomas corporales se manifiestan como una conversión en el cuerpo (parálisis, dolores, sensaciones de hormigueo, ceguera, etc.). Esto quiere decir que el enfermo representa en el cuerpo algún conflicto inconsciente, generalmente edípico, tal como lo descubrió Freud. En cuanto a las enfermedades psicosomáticas, Glover (1939) advierte que estas carecen de representación psíquica, lo que implica una diferencia sustancial con la histeria y, al mismo tiempo, un acercamiento importante a los procesos mentales involucrados en las enfermedades mentales más graves, llamadas ahora “no neuróticas”. En los años cuarenta se empezó a explicar el fenómeno psicosomático como resultado de una alteración en la expresión de emociones o la dificultad para la expresión verbal o simbólica.

Los franceses Marty y M’Uzan (1963) encontraron en los pacientes con enfermedades psicosomáticas un tipo especial de pensamiento al que llamaron operatorio, el cual se caracteriza por estar lleno de asociaciones mundanas, poco imaginativas y demasiado atadas a la realidad, así como por una incapacidad para producir fantasías.  Es un pensamiento principalmente consciente y desvinculado de representaciones en la fantasía. El discurso de las personas con pensamiento operatorio solo duplica e ilustra la acción, presenta una gran preocupación por la lógica, se aferra a lo concreto de las cosas y carece de abstracciones, imaginación o expresiones simbólicas.

La noción de pensamiento operatorio es cercano al concepto de alexitimia propuesto por los americanos Sifneos y Nemiah (1973), quienes describen la dificultad de ciertas personas para decodificar y expresar las emociones. Son pacientes que tienden a establecer comunicaciones estériles o robóticas, muestran una marcada tendencia a la acción y también a las adicciones.  Realizan pocos movimientos faciales, tienen una postura tiesa y presentan una marcada dependencia o evitan a los demás. Estos pacientes se caracterizan por una pobreza en la producción de fantasías.  Lo que hay que destacar aquí es que la ausencia de fantasías no está provocada por la represión de un conflicto, como sería el caso de los neuróticos, sino debido a una incapacidad para estar en contacto con su mundo interno. En los neuróticos existen defensas contra las fantasías, mientras que en los pacientes psicosomáticos no existe la capacidad para contactarse con el mundo interno mediante aquellas. 

Tanto el concepto de pensamiento o vida operatoria de Marty como el de alexitimia de Sifneos y Nemiah apuntan a una alteración en el procesamiento psíquico de las experiencias en cuanto que deficiencia en los procesos de simbolización. Por su parte, Liberman et al. (1986), apoyándose en las ideas de Mahler y Winnicott, habló de los pacientes psicosomáticos como individuos que se encuentran por lo general muy bien adaptados y con un alto grado de conformidad social. Pero se trata de una pseudonormalidad, de una sobreadaptación ambiental que no toma en cuenta las necesidades emocionales ni corporales debido a una falla en el contacto con la realidad psíquica. 

Liberman piensa que los padecimientos psicosomáticos se gestan a partir de vínculos tempranos particulares, donde las madres fracasan en su tarea de contener y significar las emociones intensas y violentas del bebé.  Son madres que “rebotan” las identificaciones proyectivas de sus hijos y que incluso los cargan con las suyas, haciéndolos bebés buenos que crecen rápida pero artificialmente. A estos niños, en lugar de ser contenidos, se les exige satisfacer las necesidades narcisistas de sus padres. Parecen maduros cuando en realidad cargan el peso de las proyecciones de sus padres.   

La desconexión que presentan estos pacientes de sus necesidades y limitaciones los lleva a forzar el cuerpo al extremo, muestran una capacidad de trabajo desmedida y no buscan el placer como necesidad relevante.  Son personas en las cuales la sobreadaptación a la realidad ambiental se realiza a costa de sus necesidades emocionales y corporales (Leiberman y Bleichmar, 2001). La descripción que hace Liberman nos hace recordar a las personas pseudomaduras de las que habla Meltzer (1966).

Hasta aquí hemos visto que la mayoría de los teóricos coinciden en que los pacientes con enfermedades psicosomáticas presentan alteraciones en el pensamiento, especialmente en lo que se refiere a la capacidad de representación simbólica. Las ideas de Bion (1967) pueden ayudar a entender cómo se gestan las dificultades en los procesos de pensamiento, así como la labor del analista ante el paciente psicosomático.  Bion habla de pacientes donde la patología está más relacionada con una falla en la simbolización que con la represión. Sus contribuciones teóricas ayudan a aclarar la relación que existe entre los procesos psíquicos tempranos y la capacidad que puede desarrollarse o no para reflexionar sobre la experiencia emocional.

Bion remonta los inicios de la función simbólica a la función materna de rêverie. Postula que para procesar una experiencia emocional la mente requiere de aquello que él llama “aparato de pensar”, es decir, un aparato que procese las experiencias emocionales primitivas para convertirlas en pensamientos, fantasías o sueños. Esta capacidad se gesta en el vínculo temprano madre-hijo. En las etapas primitivas el bebé proyecta sobre la madre las emociones que no tolera. La función materna (rêverie) consiste en aceptar esas identificaciones proyectivas, metabolizar las emociones intensas, violentas y primitivas del bebé y devolvérselas de una manera en que este pueda soportarlas. Vemos así que la idea de continente (como un espacio capaz de albergar y digerir emociones) se vuelve central tanto para entender teóricamente el padecimiento psicosomático como para su trabajo terapéutico.

Por su parte, McDougall (1998, p. 312) explica que en las enfermedades psicosomáticas, a diferencia de las neurosis, no hay un interés por traducir en el cuerpo los deseos de la psique. Coincide con aquellos que hablan de pensamiento operatorio y alexitimia al describir a estos pacientes. Ella también encontró que en las enfermedades psicosomáticas los pacientes presentan una inhibición de la capacidad para procesar las experiencias emocionales.  Sin embargo, ella entiende esta inhibición como una defensa y no como el origen del padecimento.  Para McDougall los síntomas alexitímicos y el pensamiento operatorio constituyen más bien “una intensa defensa contra temores narcisistas o psicóticos” (1989, p. 196).

            La perturbación en el pensamiento es un obstáculo serio en el tratamiento tanto de pacientes psicóticos como de pacientes psicosomáticos, ya que en estos falla un instrumento esencial para la cura: la capacidad para representar y simbolizar. Es por eso que en el tratamiento hay que abrir camino. Antes de abordar los conflictos inconscientes es necesario hacer intervenciones enfocadas a construir aquellos elementos simbólicos inexistentes. En términos bionianos, se trata de crear la función alfa para que el paciente pueda convertir las emociones más primitivas en sueños, síntomas neuróticos, pensamientos o expresiones verbales, en lugar de hacer proyecciones en el cuerpo.

 

Referencias

Alexander, F. (1937). Five Year Report of the Chicago Institute for Psychoanalysis:1932-1937. The Chicago Institute for Psychoanalysis .

Alexander, F. (1954). Psychoanalysis and psychotherapy. The Journal of the American Psychoanalytic Association, 2: 722-733.

Bion, W.R. (1967) Volviendo a pensar. Lumen-Hormé. 5ta. edición, 1996.

Glover, F. (1939). Psychosomatic and Allied Disorders. Psychoanalysis.  Staples Press.

Leiberman, C. y Bleichmar, N. (2001). Las perspectivas del psicoanálisis. Paidós.

Liberman, D. et al. (1986). Del cuerpo al símbolo.  Sobreadaptación y enfermedad psicosomática. Trieb.

Marty, P. y M’Uzan, M. (1963). La pensé opératoire. Revue Francaise de psychanalyse, 27: 1345-1356.

McDougall, J. (1998) Alegato por una cierta normalidad, Paidós.

McDougall, J. (1989). Theaters of the body. A Psychoanalytic Approach to Psychosomatic Illness. Norton.

Meltzer (1966) La relación entre la masturbación anal y la identificación proyectiva. Claustrum.  Una investigación sobre los fenómenos psicosomáticos, Spatia.

Zuliani, C. (2007). Vicisitudes de la simbolización:  El fenómeno psicosomático. [Tesis de maestría, Centro Eleia].

 

 

Compartir: