La perspectiva múltiple en psicoanálisis

Por Nadezda Berjón M.

 

Describir la mirada psicoanalítica como múltiple significa que hoy es necesario tener un acercamiento desde diferentes modelos teóricos para pensar al psiquismo.

Las escuelas psicoanalíticas (freudiana, kleiniana, lacaniana, etcétera) tuvieron un sentido histórico mediante el planteamiento de líneas de pensamiento y terapéuticas específicas, a modo de ramificaciones que debían consolidarse para poder dar un mensaje claro. Los psicólogos del yo, en las décadas de los cuarenta y los cincuenta, se dieron a la tarea de estudiar esta instancia psíquica, en tanto Sigmund Freud lo había hecho con la llamada ello. Los kohutianos insistieron en pensar en la dimensión narcisista desde la relación con los objetos del self, es decir, los padres de la infancia. Asimismo, tenemos el pensamiento de Donald Winnicott, que apunta al vínculo inicialmente indiferenciado entre el bebé y su madre, sustancial para el desarrollo posterior de la personalidad.

Grandes debates, fracturas y divisiones surgieron a partir de estas especializaciones teórico-clínicas y, en su momento, fueron importantes, pues alzaron la voz sobre un área de la mente que se consideraba poco atendida. Por ejemplo, Donald L. Carveth (2018) observa que las diferentes perspectivas iluminan variables diversas, y señala que un modo de pensar en estos puntos de vista teóricos y técnicos que dividen al psicoanálisis es a partir de sus recíprocos sesgos o prejuicios: los freudianos, kleinianos y lacanianos acentúan temas como la separación o desintegración (castración, escisión); priorizan la abstinencia, la frustración, el mantenimiento de fronteras, y confrontan la separatividad y la falta, llevando al paciente al insight, a través de la elaboración de duelos y de la predominancia del principio de realidad. En cambio, las perspectivas relacionales y de la psicología del self reflejan una tendencia a la integración, dan importancia a la entonación afectiva, la conectividad empática, el sostén y la contención positiva para acceder a la internalización de un objeto del self bueno, antes ausente. Tomar en cuenta ambos polos aporta un espectro más amplio.

¿Desde dónde interpretar? No se trata de solo detectar la sexualidad infantil, el círculo temprano, las funciones yoicas o el inconsciente a través del lenguaje. Esta holgura, por cierto, implica compromiso y dedicación académica. Se deben conocer todos los modelos para poder acceder a ellos en un momento dado de la situación analítica. Disponer del acervo más amplio y profundo, de tal forma que se comprenda el material desde el lugar que sea más sensato y pertinente en ese instante, es lo ideal.

Hoy en día, gozamos de una libertad especial: no tenemos que adscribirnos a escuela alguna o pensar solo desde cierto autor; ni siquiera tenemos que mantenernos dentro de la órbita psicoanalítica, ya que nuestra disciplina dialoga con otras más. Pero esto también requiere de mucho estudio y compromiso continuo.

Termino con una cita de Fred Busch (2005), quien señala que, aunque es una labor compleja y difícil, el analista de hoy puede pensarse como “freudiano contemporáneo, atento a la contratransferencia, con psicología del self, interesado en lo relacional, inspirado en Klein y psicólogo del yo” (p. 43).

 

Referencias

Busch, F. (2005). Conflict Theory/Trauma Theory. Psychoanalytic Quarterly,  74(1), pp. 27–45. https://doi.org/10.1002/j.2167-4086.2005.tb00198.x

Carveth, D. (2018). Psychoanalytic Thinking: A Dialectical Critique of Contemporary Theory and Practice. Routledge.

 

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