La autoexplotación disfrazada de optimismo

Por Guillermo Nieto Delgadillo

 

La mayoría de nosotros conocemos, por lo menos, a una persona que parece estar siempre ocupada, que tiene poco o nulo tiempo para cualquier otra actividad que no sea el trabajo. Por lo general, encontramos opiniones opuestas respecto al estilo de vida de esta gente: por un lado, escuchamos juicios de asombro y admiración por la dedicación que estos individuos le dan a sus labores; por el otro, solemos oír comentarios acerca de lo empobrecidos que pueden quedar en otros ámbitos de su vida.

Antes de continuar, quiero aclarar que el propósito de este texto no es criticar o fomentar esta forma de vida, sino brindar algunas posibilidades de comprensión sobre las motivaciones más profundas de ésta, tomando como base el objetivo de la psicoterapia psicoanalítica y del psicoanálisis: no juzgar, sino comprender.

Un primer vértice de comprensión nos lo proporcionó Sigmund Freud con la publicación de su célebre texto “Introducción del narcisismo”, en 1914. En este artículo, junto con muchos otros temas interesantes, nos habló sobre el ideal del yo, que es una instancia o parte de la mente en la que se albergan los valores, las metas y los ideales de una persona. Tal ideal del yo viene tanto del exterior (los deseos de los padres, por ejemplo), como de la propia persona. Unos años después, en El yo y el ello, el ideal del yo pasó a formar parte de lo que conocemos como superyó. Muchas personas suelen intentar alcanzar estas aspiraciones a toda costa, debido a que uno de los riesgos de no llegar a ellas es caer en una depresión profunda, pues el propio individuo comienza a sentirse un fracaso, independientemente de la opinión de los demás.

Un ejemplo de lo anterior sería cuando vemos a un compañero de clase que obtiene una muy buena calificación, pero a pesar de eso, se siente muy mal; en cambio, otro compañero, el “suertudo” que sacó seis, está muy contento y listo para festejar por no haber reprobado. Si estos aspectos de la personalidad no son pensados, uno puede llegar a incurrir en una autoexplotación constante, en apariencia con una sensación de satisfacción personal, pero con el gran riesgo de que cualquier fallo nos produzca mucha tristeza, que nos lleve a caer en un círculo vicioso más profundo de esfuerzos sin sentido. ¿A quién queremos impresionar con todo esto? ¿A nosotros mismos, a nuestros padres? La cuestión es que la palabra “autoexplotación”, de manera implícita, involucra dos personajes en nuestra mente: el que se deja someter y el explotador, que critica a veces de forma despiadada.

Otra fuente de autoexplotación son los sentimientos de rivalidad y comparación que forman parte de todos nosotros, con los que tenemos que lidiar constantemente. En muchas ocasiones, percibimos dichos sentimientos y los trabajamos, pero otras tantas, solemos entrar en una contienda para ver quién gana más dinero, o quién tiene más éxito profesional en su trabajo. ¿Qué necesidad tenemos de demostrar que somos mejores que otros? Y, sobre todo, ¿a costa de qué lo hacemos?

El hecho de no parar de trabajar puede esconder una necesidad muy fuerte de estar ocupado todo el tiempo para no pensar en cosas importantes, que podrían llevar a una depresión severa. La expresión “trabaja como loco” no está tan alejada de la realidad, no porque las personas estén locas, sino porque, en el fondo, sienten que, si lo dejan de hacer, enloquecerán de tristeza. Lo interesante del asunto es que, mientras la persona se encuentra ocupada tiene una sensación de bienestar generalizado.

Freud también mencionó como indicadores de salud mental la capacidad de trabajar y la capacidad de amar. En el psicoanálisis contemporáneo se considera que las capacidades de descansar y de no hacer nada son tan importantes como la de trabajar, ya que una persona que no puede dejar de hacerlo tiene asuntos que podría pensar y resolver. Cuando la sociedad promueve esta clase de conductas, nos encontramos con un problema bastante más serio y difícil de arreglar de lo que parece, pero el psicoanálisis es una muy buena herramienta para comprender por qué hacemos lo que hacemos, con el fin de tomar decisiones al respecto con la información obtenida.

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