La alegría de ser abuelos: un vínculo genuino y amoroso que enriquece la vida
Por Marta Bernat
Ser abuelo o abuela es una experiencia única, llena de alegría, ternura y un profundo sentido de satisfacción. Más allá del orgullo familiar, la abuelidad ofrece la oportunidad de crear un lazo especial con los nietos: un vínculo genuino, amoroso y, muchas veces, transformador para ambas partes.
El rol de los abuelos en la familia es fundamental. Transmiten valores, historias, conocimientos y experiencias que enriquecen emocionalmente a los nietos, ayudándolos en la construcción de su identidad, su sentido de pertenencia y su inserción dentro del entramado cultural y social.
Entre abuelos y nietos suele formarse un lazo profundo y afectivo. Para los adultos mayores, esta etapa puede significar una segunda oportunidad: la posibilidad de “volver a ser padres”, pero sin las exigencias ni responsabilidades directas de la crianza. También es una ocasión para revisar su historia personal, sanar heridas del pasado y reconfigurar su lugar en la familia. Además, es una oportunidad de reparación. Un padre que quizás fue distante o poco afectuoso puede permitirse, con sus nietos, ser más cálido y cercano. A través de esa nueva relación, pueden sanar aspectos de su propia historia personal familiar. Incluso los padres, al observar el vínculo de sus hijos con los abuelos, pueden reflexionar sobre su estilo de crianza y realizar cambios.
Desde el punto de vista psicoanalítico, los abuelos ocupan un lugar distinto al de los padres. Se los vive como figuras más neutrales, incluso “asexuadas”, lo que permite que ciertos conflictos típicos de la relación con los padres, como los celos, la rivalidad o los sentimientos de exclusión, se atenúen, aunque no quiere decir que desaparezcan por completo. El vínculo con ellos, entonces, suele ser más libre, relajado, y espontáneo.
Muchas veces, los abuelos también funcionan como un apoyo emocional clave en momentos difíciles. Por distintas circunstancias, se involucran activamente en el cuidado de los nietos, aliviando a los padres y enriqueciendo la experiencia de crianza con su presencia, paciencia y sabiduría.
Los nietos que disfrutan de una buena relación con sus abuelos aprenden a valorar y respetar a los mayores. A menudo los ven como figuras de inspiración: “Me hice biólogo porque mi abuelo amaba la naturaleza y hacíamos viajes de camping”. Se escuchan frases como esta con frecuencia. Es ese tipo de influencia la que deja huella profunda en sus vidas.
Desde esta mirada, los nietos reciben amor, atención, escucha y, sobre todo, una sensación profunda de ser aceptados tal como son. A través de historias familiares, anécdotas y tradiciones, los abuelos transmiten no sólo conocimientos, sino también una identidad. Ayudan a que los nietos se sientan parte de una historia familiar, que da continuidad y sentido a sus vidas.
Ser abuelo ofrece también la oportunidad de mantenerse activo, tanto física como intelectualmente. A través del vínculo con las nuevas generaciones, se accede a las nuevas tendencias, a los cambios sociales y culturales, lo que permite estar conectado con el presente y actualizado en muchos aspectos de la vida cotidiana.
Los abuelos no reemplazan a los padres; cada uno tiene un lugar propio y valioso dentro de la estructura familiar. Que un abuelo tenga una relación cercana con sus nietos no implica que deje de ser padre ni que compita con sus hijos por el afecto de sus nietos.
Es normal que, en algunos casos, surjan celos o conflictos; lo importante es reconocer esos sentimientos, hablarlos y comprender que todos ocupan un rol distinto en la familia. Se trata de aprender a convivir con la complejidad de los vínculos: aceptar que un niño es hijo y nieto al mismo tiempo, y que un padre pueda tolerar que su hijo también se relacione con su propio padre sin sentirse desplazado o excluido de esa relación.
En muchas ocasiones, el abuelo se convierte en un aliado que escucha, comprende y acompaña. Cuando el niño atraviesa conflictos con sus padres, suele encontrar en el abuelo a un cómplice cariñoso: alguien que lo entiende, lo consuela, lo mira sin juzgar y le ofrece una perspectiva diferente de lo que está viviendo. Al mismo tiempo, los abuelos pueden ofrecer a los padres otra perspectiva sobre los conflictos familiares, ayudándolos a mirar las cosas con más calma o distancia.
La vida familiar es compleja: es un espacio de amor y generosidad, pero también de conflictos, celos y competencia. Si la relación con los hijos fue buena, es muy probable que también lo sea con los nietos. A lo largo de la vida, transitamos diferentes roles: primero hijos, después padres y, en la etapa final, abuelos. Cada uno de esos roles nos transforma y nos da nuevas oportunidades para crecer.
Por último, es importante señalar que no todas las personas llegan a ser abuelos biológicos. Sin embargo, existe la posibilidad de ejercer una abuelidad simbólica: establecer vínculos afectivos con personas más jóvenes, compartir experiencias, ofrecer orientación y sentirse valiosos y significativos en la vida de otros. Este tipo de relación, basada en el cariño mutuo, no sólo permite transmitir conocimientos y contención, sino que también brinda vitalidad y un sentido de vida. Además, puede ayudar a llenar vacíos afectivos y fortalecer el bienestar emocional en la vejez.
En definitiva, lo más valioso de ser abuelo es ese amor genuino, desinteresado y generoso que se da y se recibe. Es, sin duda, uno de los mejores regalos que la vida puede ofrecer. Muchos abuelos dicen que los nietos son la cereza del pastel, ese toque dulce que hace que la vida sea aún más especial.
Referencias:
Quinodoz, D. (2010). Growing old. A journey of self -discovery. Routledge


