En Eleia las emociones son una prioridad para el aprendizaje

Por Natalia Ortiz Sanabria

En muchas instituciones se considera que la razón y el intelecto son mucho más importantes que las emociones, siendo que estas son la base y el fundamento de la razón. Las enseñanzas que los doctores, Celia Leiberman y Norberto Bleichmar, nos han brindado desde que fundaron el Centro Eleia son que no solo se debe trabajar con esfuerzo para ofrecer excelencia académica y contenidos actualizados en todos los niveles, sino que también debe ser prioritario cuidar la vida mental y emocional de los alumnos.

¿Cómo se logra esto? En Eleia se busca que dentro del perfil del cuerpo docente exista empatía y sensibilidad ante los problemas cotidianos a los que se puedan enfrentar sus estudiantes, para lograr mantener un acercamiento con ellos y, así, detectar juntos sí dichas problemáticas interfieren en su proceso de aprendizaje. Esto basándose en la idea de que, si nuestro mundo interno está plagado de mucha angustia, nuestro alrededor igualmente lo estará y, sin duda, tendremos consecuencias en el aprovechamiento escolar.

Durante el confinamiento por la pandemia de COVID-19, los profesores nos abocamos a hacer llamadas telefónicas a nuestros alumnos para saber cómo la estaban pasando en ese momento tan complicado y crítico; a su vez, nos interesaba saber cómo se encontraban sus familias y sus seres queridos. Recuerdo que una alumna me contaba que una persona muy cercana a ella había tenido una recaída en el consumo de alcohol, ya que, por la pandemia, perdió su empleo; esto provocaba que mantuviera algunos episodios violentos que afectaban a la cotidianeidad de la familia. Ella se encontraba desesperada por no saber cómo ayudar y, además, comenzaba a manifestar falta de concentración, apatía y problemas para dormir, lo que perjudicaba su asistencia a las clases que, para ese momento, eran en línea. Se le pudo brindar a la alumna orientación sobre dónde podrían atender a su familiar de manera adecuada y se le ayudó a buscar una referencia con un terapeuta, para que pudiera trabajar los aspectos que este suceso despertó en ella.

También escuché muchos relatos dolorosos sobre pérdidas de seres queridos. Sabemos que cada historia de duelo necesitará su propio trabajo y tramitación, pero también sabemos que hacernos acompañar, sabernos cobijados, entendidos y escuchados, es de gran valía.

Cuando nos encontramos de nuevo en las aulas y el trabajo presencial se pudo reanudar, la labor de nuestros profesores se volvió más integral, gracias al contacto que se había restablecido en las clases, ya que posibilitaba apreciar, de primera mano, el estado de ánimo de los estudiantes, así como atajar oportunamente los problemas que los pudieran estar agobiando, sin pretender, con ello, convertir el espacio de aprendizaje en una simulación de un espacio terapéutico.

Al ser Eleia un lugar dedicado a la enseñanza de la psicología, sus coordinadores realizan esfuerzos grandes por mantener un ambiente de amabilidad y pluralidad, que permita tener muchas perspectivas acerca de cómo comprender las cosas que nos van sucediendo, respetando cada uno de estos distintos vértices. Siempre invitan a todos los que conforman esta gran comunidad a acercarse y compartir sus inquietudes y malestares, con la seguridad de que no serán juzgados, alentándolos y apoyándolos con algunas alternativas para poder trabajar los conflictos que los aquejan.

Podemos considerar que mantener ese contacto invita a formar un clima de mucha calidez y confianza, donde tanto los alumnos de licenciatura, como los de maestría y  doctorado, sientan la seguridad de que, en Eleia, siempre habrá un genuino interés por fomentar y nutrir su sagacidad teórica y clínica, pero también se pondrá el acento en consolidar su desarrollo emocional, favoreciendo la curiosidad y el entusiasmo por seguir obteniendo aprendizajes significativos que fortalezcan su praxis y su calidad humana.    

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