Cinco señales de que podría ser tiempo de iniciar terapia

Por Karina Velasco Cota

 

Iniciar un proceso terapéutico nunca se nos presenta como una decisión fácil de tomar. La mayoría de las veces genera sentimientos encontrados ya que, aunque podamos advertir un malestar o un conflicto que impacta en nuestra vida diaria y afecta nuestro bienestar, la sola idea de tener que buscar un especialista que nos ayude puede generar un buen monto de angustia, de desconfianza o, simplemente, puede atentar contra el supuesto de que uno mismo tendría que poder lidiar con sus dificultades.  

 

Con frecuencia, se piensa que acudir a un especialista como un psicoterapeuta es el último recurso al que se debe recurrir, o bien que uno tendría que estar atravesando algo muy grave para, entonces, buscar este tipo de servicio. Sin embargo, la psicoterapia –de corte psicoanalítico, en este caso– es un método que no solo pretende mejorar la sintomatología del paciente —insomnio, desmotivación, tristeza, conflictos de pareja, rituales obsesivos, fobias, problemas escolares, dificultades en la vida sexual, etc.—, sino que también apunta a la exploración profunda de la personalidad, incluyendo la percepción que tenemos de nosotros mismos y nuestras motivaciones, la de los otros y la manera en la que nos relacionamos con estos, así como el modo en el que percibimos el mundo en general. Por ejemplo, mientras que una persona puede encontrar determinada situación como un vasto campo de oportunidades, para otra puede representar un laberinto sin salida o el vaso en donde se ahoga. Las diferencias entre una u otra forma de ver la vida es un hecho subjetivo que está directamente relacionado con nuestra forma de ser.

 

Normalmente, no solemos cuestionar nuestra personalidad, a menos que se imponga frente a nosotros un conflicto —una separación, una pérdida, una desavenencia, un síntoma, una enfermedad, etc.— que nos provoque malestar y dolor. No obstante, los seres humanos somos por naturaleza más propensos a señalar a otros como los causantes de nuestros problemas, antes de reflexionar sobre la forma en que participamos en las cosas que nos suceden. De esta manera, resulta muy oportuno preguntarse: ¿cuándo conviene iniciar un proceso terapéutico? A continuación, encontrarás cinco señales que podrían indicar que es tiempo de buscar una terapia:

 

  1. Presencia de algún síntoma psicológico y/o conductual

Un síntoma puede entenderse como un indicio o una evidencia de un desequilibrio. En medicina, un síntoma puede indicar la presencia de una enfermedad. En psicología, no es distinto, ya que este puede sugerir el desarrollo de un padecimiento emocional. La ansiedad y los sentimientos depresivos suelen ser los síntomas más comunes por los que las personas buscan un tratamiento. Relacionados a estos, hay otros como las alteraciones del sueño —el insomnio, la somnolencia, los terrores nocturnos—, las alteraciones en el apetito o en la conducta alimentaria, la irritabilidad, el temor de salir de casa u otra situación en específico, como pensamientos obsesivos, desvitalización, problemas de concentración, impotencia sexual o frigidez, entre muchos otros. La aparición de un síntoma que nos genera mucha molestia y nos hace sentir restringidos en la vida diaria suele ser un motor importante para buscar ayuda.

 

  1. Problemas en las relaciones interpersonales

Otra de las grandes razones por las que la gente decide emprender un proceso psicoterapéutico es darse cuenta de sus dificultades al relacionarse con las personas. Se trata de las diferentes trabas que entorpecen la forma en la que nos vinculamos con otros, por ejemplo, en una relación de pareja, con los hijos, los hermanos, los amigos, o con los colegas o compañeros de trabajo. Uno puede escuchar motivos de consulta como: “noto que siempre me pasa lo mismo cuando inicio un noviazgo”, “mi pareja dice que no la escucho y que soy indiferente a sus necesidades”, “no me entiendo con mi hijo(a)”, “me corrieron del trabajo de nuevo”, etcétera. Es muy común advertir sentimientos de insatisfacción relacionados con las personas significativas que nos rodean; estos suelen expresarse a través de discusiones, separaciones, escenas de celos, problemas de comparación y rivalidad, entre otros. Ante tales situaciones, un proceso terapéutico puede ayudar a discriminar y elaborar las emociones que emergen de estas.

 

  1. Presencia de algún padecimiento o malestar físico recurrente que se exacerba en momentos de ansiedad o estrés

Hay personas que sufren migrañas, colitis, gastritis crónica, resfriados frecuentes, dolores musculares y de articulaciones, úlcera gástrica, dermatitis, etcétera. Generalmente, estos padecimientos pueden controlarse con una intervención médica, ya sea con algún tipo de medicación o tratamiento alópata, pero suelen agravarse en determinados momentos, es decir, se vuelven crónicos e incluso, a veces, escapan a la medicina. En estos casos, la psicoterapia es un espacio que permite, paulatinamente, regular y contener los estados emocionales que inciden en la exacerbación de dichos síntomas, ya que —aunque parezca que no— la sincronía entre mente y cuerpo puede ser fácilmente alterada.

 

  1. Experiencias traumáticas

Hay ciertos eventos en la vida que exceden por mucho nuestra capacidad para comprender y elaborar nuestras emociones. Durante los dos años que vivimos de pandemia, muchas personas se enfrentaron a la dura experiencia de perder a varios de sus familiares simultáneamente por la COVID-19. Sin duda, esta es una experiencia difícil de asimilar y una psicoterapia es el espacio idóneo para poder transitarla, resignificándola. Otros ejemplos pueden ser los acontecimientos vividos en el temblor del 2019 o la situación de inseguridad que prevalece en el país. Es importante mencionar que el trauma es un evento subjetivo, es decir, no todos vivimos las experiencias de la misma manera. Mientras que para una persona un asalto se puede convertir en el motivo para no volver a dejar la seguridad de su casa, para otra representa solo una anécdota más para compartir. Una experiencia traumática, entonces, no queda definida por sus características específicas y concretas, sino por la interpretación que cada individuo le otorga.

 

  1. Interés en conocer y explorar la propia personalidad

Como mencioné antes, no es necesario esperar que “algo malo” nos suceda para iniciar un proceso psicoterapéutico. Basta con tener la curiosidad y el interés suficiente para conocerse uno mismo y emprender una apasionante excursión hacia el inconsciente: ¿por qué hacemos lo que hacemos, pensamos lo que pensamos y sentimos lo que sentimos? Ampliar nuestro conocimiento sobre quiénes somos y cuáles son nuestras motivaciones es una labor que enriquece la personalidad y nutre el funcionamiento psíquico. Una persona que se embarca en esta empresa podrá observar, a lo largo de los años, una mejoría en sus relaciones interpersonales, en su salud, en su calidad de vida y, sobre todo, en su capacidad para disfrutar.

 

En resumen, un tratamiento psicoterapéutico, si bien requiere de la inversión de muchos recursos —tiempo, dinero y esfuerzo—, es también una valiosa oportunidad para ponerse en contacto con la vida emocional que tanto queremos evadir en el día a día. Estar en contacto con nuestras emociones puede resultar una experiencia impactante y dolorosa, pero también es la punta de lanza para el desarrollo mental.

 

 

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