Psicoanálisis. Una teoría sexual

Por Conrado Zuliani

Los Tres ensayos para una teoría sexual[1] representan tal vez un verdadero manifiesto acerca de lo que constituye el eje central de la teoría psicoanalítica –y de la práctica que le es inherente–. Allí se delinean los conceptos fundamentales de la teoría. Se trata de una teoría sexual de la neurosis, pero ha habido y hay otras. A lo largo del artículo la pulsión se perfila como aquello que da cuenta en la teoría de lo sexual humano y es, quizá, la idea bisagra que permite postular la concepción de la sexualidad infantil.

Freud logra delimitar ciertas cuestiones específicas de la sexualidad, como la diferencia entre pulsión e instinto, en la que la labilidad del objeto pulsional abre paso a la idea de la sexualidad infantil como perversa polimorfa. Polimorfa debido a que encuentra múltiples vías de satisfacción, que actúan independientemente unas de otras, superponiéndose y reemplazándose de manera “anárquica”. Perversa porque estas formas de la sexualidad infantil no tienen como fin último la unión genital con el otro sexo ni la procreación. De esta forma, el síntoma neurótico es una satisfacción sustituta, parcial y deformada de las fantasías sexuales infantiles amordazadas por la represión. Entonces, la represión será causa de la amnesia que recae sobre la sexualidad infantil. De allí la idea freudiana de que el neurótico reprime lo que el perverso actúa. Éste último sería alguien que ha quedado detenido en una de estas formas parciales de la sexualidad infantil[2]. La contingencia del objeto se presenta como una característica esencial de lo sexual, íntimamente relacionada con la idea de zona erógena. El concepto de zona erógena tiene su precursor en la noción de zona histerógena ya presente en los textos “pre-analíticos”. Freud acuña esta noción para describir el fenómeno de ciertas zonas que, sometidas a la excitación, tenían la capacidad de desencadenar un ataque histérico. Hoy podríamos decir, siguiendo a Freud, que se trataba de zonas que condensaban una serie de fantasías asociadas con esa parte del cuerpo y con un objeto particular.

La idea de zona erógena es de suma importancia, ya que permite postular que la sexualidad para el psicoanálisis no está restringida a lo genital, sino que cualquier zona del cuerpo es excitable de manera análoga a los genitales, incluso, dirá Freud, los órganos internos del cuerpo y la piel. Se trata de una sexualidad ampliada. Vemos cómo Freud va armando una secuencia que le permite postular la sexualidad infantil de manera lógica. Los términos que la componen serán la pulsión, la zona erógena (fuente de la pulsión) y las múltiples traducciones del trabajo de la pulsión representadas en los libretos de la fantasía, tanto consciente como inconsciente[3]. De otra forma, los términos de la secuencia podrán ser expresados de la siguiente manera: pulsión- deseo- fantasía- represión- latencia- síntoma.

El destino de la sexualidad infantil es sucumbir a la represión. Según Freud, las mociones pulsionales reprimidas continuarán siendo eficaces, esto es, seguirán produciendo efectos. La represión de la sexualidad infantil y su posterior olvido marcan otra de las características de la sexualidad humana: su constitución en dos tiempos. Entre el primero y el segundo media un período de latencia; es decir, un adormecimiento de lo sexual que no implica su desaparición. Deseo detenerme un poco en el tema de la latencia, pues considero que hay en éste una cuestión clínica de importancia. La latencia es solidaria con la represión, lo cual quiere decir que una manifestación sexual que en la primera infancia es observable de manera más o menos clara y frecuente, en la latencia debería serlo menos. Por ejemplo, es dable esperar que un niño de cuatro años enseñe el pene a su madre en un intento seductor, que se masturbe en el kínder, que explore el cuerpo de su hermanita, el propio cuerpo, etc. Estas mismas manifestaciones en un niño de ocho años darían cuenta de que algo de la represión de la sexualidad infantil y de los diques que la refuerzan no se ha producido, lo cual tiene una implicancia diagnóstica importante.

Retomo entonces lo anterior: la sexualidad humana constituida en dos tiempos. Así pues, se da un re-hallazgo de objeto de la pubertad, actualizando los fantasmas de la sexualidad infantil, tanto genitales y edípicos como pregenitales, los cuales resultan ideas muy importantes. La hecatombe hormonal producida en la pubertad implica para el sujeto un trabajo psíquico de gran magnitud. Hay un llamado desde lo real del cuerpo a la elaboración. Podría decirse que lo orgánico en su irrupción violenta o se adelanta a lo psíquico. Se impone la necesidad de elaborar un cuerpo vivido como extraño, de apropiarse de un cuerpo y perder otro. Representa un tiempo de pérdida y duelo. El atravesamiento de estos procesos no está asegurado de entrada, no forma parte de un desenlace natural. Hay operaciones que la mente debe realizar, a saber:

-La pérdida del cuerpo infantil, de la bisexualidad infantil.

-La pérdida de la imagen de los padres de la infancia.

-La pérdida de la imagen narcisista de la infancia.

-La pérdida de los objetos incestuosos. Aceptación de la prohibición del incesto.

Todos estos movimientos implican, de alguna forma, la necesidad de una cesión del narcisismo; el adolescente debe posicionarse, tomar posición en relación con la diferencia sexual a la diferencia generacional. Se experimenta un pasaje por la castración entendida como imposibilidad de acceso al objeto incestuoso y como caída del narcisismo. Si la adolescencia implica el resurgimiento de Edipo, entonces el sujeto es llamado a posicionarse de manera definitiva con respecto a la ley de prohibición del incesto.

Agrega Winnicott que el pasaje de la adolescencia a la adultez se realiza por sobre el cadáver de un adulto –el padre–, una muerte simbólica que el psiquismo adolescente en ocasiones coloca en el mismo plano que la realidad, lo cual desencadena efectos muy desestructurantes. Pienso que Winnicott se acerca con esta idea a las nociones expresadas por Freud en Tótem y tabú, en el que se habla del asesinato del padre que, retroactivamente, funciona como ley que impide el acceso a la satisfacción incestuosa. Esta línea sigue Lacan al afirmar que el padre eficaz como Ley es un padre muerto, en tanto castrado; es decir, atravesado él mismo por la misma Ley que transmite. La línea teórica Freud-Lacan pone el acento en la posición que el sujeto adopta en torno a la diferencia sexual, la castración y la prohibición del incesto. Si pongo énfasis en la adolescencia es porque considero que es el momento donde se consolidará tanto la estructura mental como el carácter de una persona.

Estas características del funcionamiento psíquico del adolescente requieren de un manejo clínico específico. Por este motivo, el programa del Doctorado en Clínica Psicoanalítica del Centro Eleia dedica un semestre al estudio de este periodo tan crucial en el desarrollo de todo ser humano, con la finalidad de que los estudiantes sean capaces de discernir los rasgos esperables en esta etapa, los signos de alarma que requieren de otros modos de intervención y que conozcan las herramientas y modificaciones técnicas que deberían realizarse para obtener mejores resultados en cada tratamiento que, como sabemos, es único.

Referencias

Freud, S. (1992). Tres ensayos para una teoría sexual. Obras Completas Tomo Vll. Amorrortu. (Obra original publicada en 1905).

McDougall, J. (1993). Alegato por cierta anormalidad. Paidós. (Obra original publicada en 1978).


[1] Freud, S. (1992). Tres ensayos para una teoría sexual. Obras Completas Tomo Vll. Amorrortu. (Año de publicación original 1905).

[2] En relación con la fórmula de Freud de la Neurosis como el negativo de la perversión, Joyce McDougall (1978/1993) considera que, si bien es enriquecedora y confirmada por la clínica, resulta insuficiente para comprender lo que hay de inquebrantable y compulsivo en la organización perversa.

[3] Por otra parte, los sentimientos de amistad, ternura, simpatía y cariño también poseen un origen sexual.

Compartir: