Pérdidas y duelos en la vejez

Por Natalia Ortiz Sanabria

 La población mundial está envejeciendo a pasos agigantados, según la OMS (2021). Entre 2000 y 2050, la proporción de los habitantes del planeta mayores de 60 años se duplicará. En números absolutos, este grupo de edad pasará de seiscientos cinco millones a dos mil millones en el transcurso de medio siglo. Estas cifras ponen de manifiesto que será necesario abordar el tema de la vejez, pues esta etapa del desarrollo presenta conflictos sumamente particulares. En muchos momentos se piensa que la vejez es solo una etapa más de la vida del ser humano en la cual se han adquirido experiencias de vida inagotables; sin embargo, es importante pensar que el deterioro que se presenta por el paso del tiempo es inminente. Esto trae consigo un gran impacto en la vida mental de los adultos mayores.

Si bien las pérdidas son inherentes a la experiencia humana, durante la vejez las personas se encuentran con un sinfín de ellas, desde lo físico, lo cognitivo y lo emocional hasta lo social. Pensemos en lo que ocurre en esta etapa: el cuerpo sufre cambios tales como la disminución de las funciones sensoriales (la vista, el oído, etc.), el andar es más lento y pausado, las enfermedades crónico-degenerativas se hacen presentes y se vuelve necesario atenderlas. Pueden incluso estar más distraídos y debido a esto sufrir accidentes. Es un periodo donde los hijos ya no están en casa, conforman sus familias y los nietos también se encuentran realizando vida propia.

Asimismo, es un momento de inevitable confrontación con la muerte y con todo lo que esta implica: la pérdida de la pareja, de amigos cercanos, familiares, conocidos y, sobre todo, la muerte propia. El miedo se presenta al ver morir a muchas personas cercanas, por lo que suelen decir cosas como: “ya se están yendo todos” aunque en realidad podemos pensar que la pregunta implícita es: “¿cuándo me tocará a mí?”. Hemos escuchado muchas veces en el discurso de los adultos mayores la idea de que la vida se convierte en una “bomba de tiempo”, una certeza de que la propia existencia está por culminar. Entonces sobreviene la angustia por enfermar; piensan que, si enferman, su recuperación ya no será la misma o incluso consideran la posibilidad de no recuperarse, lo que deviene en sentimientos de vulnerabilidad y fragilidad. Asimismo, surge la angustia por la soledad que resulta de la pérdida de la pareja o de personas cercanas. También les aflige la idea de morir solos o de no poder hacerse cargo de sí mismos y no tener a alguien que pueda cuidar de ellos. Incluso habría que pensar en los tiempos difíciles que se viven actualmente por la emergencia sanitaria provocada por la COVID-19, ya que esta enfermedad implica un peligro inminente para ellos. Además, ha venido a sumar otras pérdidas, pues no pueden ser visitados, sus contactos físicos se han nulificado y también experimentan la sensación de que se desaprovechan meses valiosos de vida que no podrán recuperar jamás.  

Todas estas pérdidas, junto con las fantasías inconscientes vinculadas a ellas, pueden ser causantes de mucho dolor y desconsuelo para el adulto mayor, lo cual puede provocar que se generen algunas alteraciones en su estado de ánimo, como la depresión. Esto pone sobre la mesa que el entramado subyacente a la atención de la salud mental de las personas mayores se vuelve prioritario en el presente y en el futuro no muy lejano. Se espera que esta población consulte cada vez más.

En este contexto, el psicoanálisis se convierte en una disciplina muy útil para atender las demandas de ayuda de los adultos mayores, debido a la genuina motivación de aquella por entender la mente humana en cualquier etapa del desarrollo vital. A pesar de que no existe una bibliografía numerosa que aborde el tema, tiene algunos aportes teóricos de suma valía que han intentado explorarlo.  En su artículo El miedo a la muerte: notas sobre el análisis de un hombre mayor (1985), Segal describe cómo pudo observar en el análisis con un hombre de edad avanzada que el incremento de la ansiedad ante la muerte es el origen de muchas crisis de estos pacientes. Del mismo modo considera que, conforme las personas van teniendo más capacidad para hacer el duelo de la vida que van a perder, pueden también aceptar la muerte para seguir el destino de sus padres ya muertos, los cuales ya no son vividos como amenazantes. Evans y Garner (2005) hacen toda una recopilación donde nos muestran diferentes posturas teóricas y nos hablan de algunos aportes clínicos que pueden considerarse para la compresión de la mente de los pacientes en la etapa de la vejez, sus duelos y pérdidas específicas. La hipótesis principal consiste en determinar que el enfoque psicoanalítico puede ser utilizado para el tratamiento en los conflictos que se suceden en este momento de la vida.

En el diplomado “Duelos, pérdidas, separaciones” estudiaremos cómo se manifiestan las fantasías en torno a las pérdidas y duelos inherentes a la vejez y cómo se expresan los principales afectos que se despiertan en este momento del ciclo vital.

Referencias

Organización Mundial de la Salud (2021). Envejecimiento y ciclo de vida. https://www.who.int/ageing/about/facts/es/#:~:text=La%20poblaci%C3%B3n%20mundial%20est%C3%A1%20envejeciendo,el%20transcurso%20de%20medio%20siglo

Evans, S., y Garner, J., (2005). Hablar de la edad: un manual de psicoterapia dinámica con adultos mayores. Revista Internacional de Psicoanálisis en Internet, 025. Recuperado de http://www.aperturas.org/articulo.php?articulo=441

Segal, H. (1958). El miedo a la muerte: notas sobre el análisis de un hombre mayor. International Journal of Psychoanalysis, 39: 178-181. Recuperado de  http://www.aperturas.org/articulo.php?articulo=0000421

 

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