Más años, más experiencia: la psicología, una profesión sin fecha de caducidad

Por Ana Livier Govea

“Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida”.

~Woody Allen 

La psicología es una disciplina seria y formal que, entre otras áreas, estudia la conducta humana, los procesos mentales, la motivación y la personalidad. Ya que la psicología es una ciencia que abarca todos los aspectos de la vida humana, cuenta con distintas ramas o campos de estudio y de especialización, a la par que se enriquece de distintos enfoques, escuelas, teorías y métodos. Esto hace de ella una disciplina fascinante, rica y compleja, la cual se mantiene siempre en movimiento.

En su vida profesional, el psicólogo puede optar entre varios escenarios,  como el organizacional, el educativo, el social o el clínico. Sin importar el escenario que elija, un buen psicólogo deberá estudiar y comprender los procesos mentales, la motivación, la conducta, la dinámica grupal, las emociones y las relaciones interpersonales en las que se enfoque su entorno de trabajo. En términos laborales, esto representa una enorme ventaja, puesto que en cualquier lugar hay siempre seres humanos en conflicto e interacción con otras personas. Dicho de otra manera, donde haya seres humanos, habrá psicología.

Ser psicólogo cuenta con innumerables ventajas y una de ellas tiene que ver con la posibilidad de ejercer sin “fecha de expiración”. Con esto me refiero a que el tiempo, la edad y el cúmulo de experiencias vividas no son un impedimento, sino una materia prima importante para esta labor.

Por ejemplo, si un psicólogo decide especializarse en el campo de psicoterapia, tener su consultorio y atender pacientes, puede estar seguro de que no tendrá fecha de jubilación cuando cumpla cierta edad y de que no será despedido por que llegue alguien más joven a ocupar su lugar. La psicoterapia no tiene una edad de retiro. Todo lo contrario, el tiempo para el psicólogo es un aliado que juega a su favor.  

La edad y el paso del tiempo nos permiten expandir nuestro pensamiento, estudiar más y mirar un problema desde distintas perspectivas. Las aristas, conflictos y avatares que en la juventud percibíamos como aterradores y únicos, ahora nos fascinan y les damos la bienvenida. Con el tiempo disminuye nuestra arrogancia juvenil de creer que lo sabemos todo y que no hay nada más por aprender. Con los años también ganamos serenidad y paciencia. Todo esto son cualidades indispensables en el quehacer clínico.

Pero quienes nos dedicamos a la psicología también sabemos que nuestra labor requiere experiencia personal, y esta solo llega con los años. Atravesar por las crisis vitales de la vida, experimentar sus fracasos y triunfos, sus uniones y pérdidas, sus cambios y terremotos, resulta en un aprendizaje que nos permite ampliar nuestra comprensión sobre la persona que somos, pero, también, sobre la persona sentada frente a nosotros. El tiempo forja nuestro carácter, nos da madurez y conocimiento vital, algo fundamental en la formación de los que estamos detrás del diván.  Así, los años no solo nos permiten tener una mejor formación teórica y clínica, sino también una amplia experiencia personal de la cual echar mano, donde nuestras vivencias se vuelven parte fundamental de la comprensión de los avatares internos, tanto propios como del paciente.

Hoy en día existen más y más empleos con una edad límite para ejercer y que rechazan a personas de madura o avanzada edad. La razón detrás de esto es que se piensa que la persona ha alcanzado una edad donde ya no es productiva, o bien, ha perdido capacidades, o porque las políticas de la empresa así lo demandan.

Sin embargo, el tiempo no es enemigo del psicólogo, ni representa un obstáculo para su ejercicio. Los psicólogos no tenemos un reloj que amenace con su tic-tac nuestro valor profesional. Nuestras “horas de vuelo” nos vuelven más experimentados y le dan plusvalía y confianza a nuestra labor.

En un mundo donde la juventud tiende a valorarse por sobre la madurez y la sabiduría, la vida profesional del psicólogo encierra una ventaja en su paradoja. No solo es la psicología una profesión vigente, actual e indispensable para los seres humanos, sino que también es una profesión que se nutre del tiempo… y que no tiene fecha de caducidad.

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