La metamorfosis posmoderna. Del individualismo al narcicismo puro

Por Mariana Lara Sánchez*

Autores posmodernos, como el filósofo Gilles Lipovetsky, hicieron un estudio profundo sobre la etapa que se empezó a vivir de finales del siglo XX y que hoy en día continúa vigente. Lipovetsky nombró a este período caracterizado por el narcicismo que prevalece en la mayoría de las personas como “la era del vacío”. Además de este egoísmo, los individuos buscan un estado placentero ilimitado donde no exista la frustración y todo lo que deseen se les otorgue de manera rápida y eficaz. Existe un frenesí por permanecer jóvenes y bellos, lo que también está relacionado con el culto al cuerpo que se puede observar actualmente.

Los medios sociales nos presentan modelos que una gran cantidad personas según su edad se ven obligadas a seguir para poder incluirse en algún grupo y sentirse reconocidos o no ser rechazados, ya que posiblemente su autoimagen y sus emociones están devaluadas. Por ejemplo, un joven debe comprarse todo, el celular y el automóvil último modelo, para poder obtener a la mujer más guapa; mientras que una joven debe aspirar a conseguir un cuerpo envidiable, es decir, extremadamente delgado, para no ser criticada y permanecer en un status alto.

Tanto Erich Fromm como Carl Rogers, al pertenecer a la corriente psicológica humanista, hablaron sobre la parte emocional y existencialista del hombre, invitando a reflexionar no sólo entorno a los elementos externos del individuo, sino que señalaron la importancia de considerar los motivos emocionales que se encuentran detrás de sus decisiones. Por ejemplo, generalmente se maldice a los medios por difundir estereotipos y no se analiza con profundidad qué es lo que ocurre en el interior del sujeto, pero lo cierto es que las decisiones de una persona pueden estar basadas en un plano donde su propia representación mental y su afecto están intactos, sin fracturas, y, por lo tanto, no requiere de un modelo para sentirse alguien. No obstante, otros sí buscan estar en sintonía con los estereotipos que se les presentan porque su autoimagen y emociones están fragmentadas y necesitan parecerse a alguien para no sentirse vacíos.

Lo que se busca con este escrito, no es solamente el presentar las ideas propuestas por los tres autores mencionados y el encontrar una relación entre ellas, sino hacer conciencia de lo que se está viviendo hoy en día, que más allá del nombre establecido por diferentes autores, se debe de profundizar no sólo en las conductas vistas en jóvenes sumergidos en sus teléfonos o adultos tratando de buscar la juventud eterna, sino más bien tratar dos temas sumamente importantes y que actualmente están deteriorados: la autoimagen y las emociones, que se valoran según los objetos materiales que estén a nuestro alrededor. Uno podría preguntarse cómo es que un joven que tiene un auto último modelo, un celular que —además de todas las aplicaciones existentes— sirve para hablar por teléfono, un cuerpo que según los modelos sociales, es envidiable… puede tener emociones superfluas y una autoimagen frágil. Pero tal vez, el trasfondo afectivo que está atrás de tener todas esas cosas, tiene que ver con llenar un vacío emocional provocado por diferentes causas, las cuales obviamente varían de persona en persona.

 

* Alumna de Centro Eleia

Consejo Mexicano de Psicología. Premio Coatlicue A lo mejor de la Psicología en México 2015.

Categoría: Aportación Estudiantil de Psicología.

Agosto, 2015.

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